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Por las víctimas de hoy, de ayer y de los que no tenemos una memoria de ellos.

 

Dice Luis González de Alba: "(...) La suma de los muchos y graves delitos cometidos por los normalistas, no hace una sentencia de muerte..."*.

 

Quise empezar así porque no sé cómo iniciar, porque declararme horrorizado es insuficiente, porque no encuentro nada y, por más que busco, nada es más grande que la suma de todos los dolores y aun sigue faltando la palabra. Puede más la barbarie de la realidad.

 

Entender a Guerrero pasa por la guerra sucia, la guerrilla, los cacicazgos ancestrales y ese interminable listado de agravios, injusticias, marginación y pobreza, que es todo junto y que sumados hacen aparecer (dicen los matemáticos, al final están íntimamente relacionados) la terca realidad que se sobrepone y muestra ese rostro que nos negamos ver de nosotros mismos.

 

Esto que pasa se ha gestado históricamente en uno de los estados más marginados y pobres (por ende, con muchas injusticias), y la historia más reciente en la lista de agravios pasa por los setenta, como último referente, y resulta indispensable para entender el Guerrero de hoy.

 

El grupo político al que debe lealtad Ángel Aguirre Rivero, actual desgobernador de esa entidad, viene de los Figueroa, estirpe de caciques metidos a transportistas iniciados por el “Tigre de Huitzuco” (así se hacía llamar el primer Rubén Figueroa), que, siendo senador este último, fue secuestrado por la guerrilla de Lucio Cabañas (profesor rural metido a comandante guerrillero y egresado de la normal de Ayotzinapa. ¿Le suena el nombre?) y rescatado, entre otros, por el general Eliseo Ruiz (¿le vuelve a sonar el nombre?), a la postre gobernador de Oaxaca a la salida de Manuel Zárate Aquino (corrido también por otra revuelta de estudiantes). Rubén Figueroa padre terminó metido a gobernador y Guerrero pagó las consecuencias.

 

Ángel Aguirre suplió al otro Rubén Figueroa (hijo) cuando la matanza de Aguas Blancas ocurrió y al compadre del primero (Ernesto Zedillo) no le quedó de otra que quitarlo después de que una filtración del video completo, que en el noticiero estelar de Televisa saliera a relucir dejando evidente la responsabilidad de policías en ese hecho de sangre (otra vez policías actuando como sicarios); en ese contexto llegó a ser interino Aguirre Rivero en Guerrero. Aparece el Ejército Popular Revolucionario (EPR, que también agrupaba a normalistas de Ayotzinapa, otra vez) derivado de esta matanza de campesinos (otra vez pobres y marginados) que iban a un mitin del Partido de la Revolución Democrática (sí, el PRD, que después lo hizo gobernador, cuando el otro PRI no lo quiso nominar, ¿le suena?); así llega Ángel Aguirre al poder por segunda vuelta, ahora de liberal “izquierdista”.

 

Y a este “izquierdista” la borrachera y la fiesta le sorprendieron y terminaron de tajo cuando un diluvio se ensañó contra Acapulco en 2013, omitiendo las alertas del peligro inminente enviadas con anticipación, nada más que ahora el agua no respetó clases sociales y Aguirre Rivero, aún con la cruda del 15 de septiembre, terminó abofeteado y la sociedad sumergida en las miasmas que la corrupción de todos, el agua sacó a flote, aflorando años de desprecio a la más elemental regla científica de que en albuferas, esteros y pantanos mejor no construir, y que hoy Acapulco sigue pagando sin haber un solo responsable de esta tragedia humana, que los hay.

 

La normal conocida como Ayotzinapa ha forjado a estudiantes pobres de los estados más pobres del país (otra vez, para variar), agrupada en una Federación de Estudiantes, la FESCM, una suerte de asociación de normales rurales del país con una clara orientación maoísta. De ahí egresaron Genaro Vázquez y Lucio Cabañas; en esa escuela, con muchas carencias, se forman profesores, que hacen sus prácticas en las zonas marginadas (como para que no queden dudas) y siembran y cosechan para su consumo los alimentos porque el presupuesto no alcanza o no quieren que alcance, porque, para variar, la escuela es pobrísima y carece del equipamiento, elemental para formar a formadores. Y, si no sabe cómo es la escuela, acérquese a cualquier video de YouTube y verá hacinamiento, pobreza y vacíos, olvido de años y que hoy sale a flote.

 

Son estudiantes que en los medios han recibido tratamiento de vándalos en pasados eventos, que han actuado así, se ha justificado, porque hartos y cansados del ir y venir por esa geografía tortuosa de la burocracia mexicana, la falta de respuestas a sus demandas. Estos mismos que la policía de Aguirre Rivero disparó en 2011 y terminó con la muerte por quemaduras de un despachador de gasolina (otro pobre, mal pagado) cuando los estudiantes prendieron fuego a la gasolinera que está junto a la Autopista del Sol luego de que viniera la balacera por parte de la policía ministerial. Se dice que también es criminal que en sus demandas sumen la de plaza automática al egresar.

 

Insisto, todos esos agravios no valen una sentencia de muerte ni la cacería humana que el presidente municipal de Iguala convirtió. Entonces cómo no dolernos cuando nos enteramos que la “izquierda” electoral, esa que traiciona a sus fundadores, arropa a estos criminales convertidos en gobernadores y presidentes municipales; cómo no dolernos si se justifican con lo más inimaginable de los argumentos: era por el bien de la democracia, para darle oportunidad a la transición (un mal resuelto con otro mal, bonita la cosa).

 

Y, en esta suma de horrendas realidades, se asoman los carroñeros de siempre, ligados a esa cosa desfigurada autonombrada “izquierda”, buitres que subieron a la red la foto de un motín en un tutelar de menores, en 2011, y los hacen pasar como los desaparecidos a punto de ser asesinados (y fotografiados con sus verdugos sin encubrir). Esos mismos que dicen que Televisa se aprovecha de la ignorancia nos tratan como ignorantes, esperando la muy lógica virilización de la imagen, lográndola.

Al día de hoy, al correr de los días, nada se sabe de los 43 desaparecidos. Triste epitafio.

 

*Milenio Diario. Edición del 13 de octubre de 2014

A propósito de Guerrero

Joselito Luna Aquino

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