3/2/2017
Un nuevo libro se ha gestado en Ixhuatán. Un nuevo producto que abona a la conservación de nuestras raíces. Un nuevo fruto que alimentará a cada una de las almas orgullosas de haber nacido ixhuatecas.
Y lo ha hecho, de nuevo, un Henestrosa; bendita semilla germinada en nuestras tierras. Y ha sido el turno, de nuevo, del profesor Rogelio Henestrosa, quien, con “Un pueblo real que parece imaginario” y “Mesa y sobremesa. [Conversaciones con Andrés Henestrosa]”, ha hecho vibrar a más de uno.
El pasado miércoles 1 de febrero fue presentado en el domo municipal, en el marco de las festividades de la Virgen de la Candelaria, el tercer libro del maestro, “Águila Bruja”, una serie de cuentos sobre Ixhuatán que apuesta a no dejar en el olvido ladrillos que edificaron a lo largo de los años el pueblo con el que hoy contamos. Tuve el honor de haber sido invitado por el profesor al evento como comentarista, palabras que replico a continuación tal y como las enuncié en el que considero uno de los eventos culturales más importantes habidos en los últimos años en el pueblo:
Lo que el maestro Rogelio nos ofrece en este libro es un puñado de historias del Ixhuatán del siglo pasado. Como ya lo he advertido en otro lugar al comentar otros de los libros del profesor, su capacidad para reconstruir escenarios y acontecimientos que sucedieron hace más de 50 años, y que está presente en toda su obra, es digna de llamar la atención, ya que, con sus descripciones, logra trasladar al lector a una época distinta con una claridad importante.
El lector de “Águila Bruja” se encontrará con personajes de antaño que trascendieron en el tiempo por particularidades relevantes: un vaquero de gran talla vestido de traje muy elegante, sombrero de cuero y un hermoso caballo, el cual transitó por los caminos hacia los ranchos o hacia el mar mientras proponía a los pobladores tratos tentadores a cambio de su alma: el Sombrerote, el Diablo; lo mismo con una bestia que se aparecía en el monte y que era la encargada de proteger el bosque de la desproporcionalidad destructiva de los humanos: el Salvaje. Alimañas que con el tiempo han ido desapareciendo de la memoria de los campesinos y que, pareciera, por el ritmo y rumbo que lleva nuestra sociedad, están condenados a desaparecer.
Se abordan también el ritual del rapto y la virginidad en la cultura zapoteca, fenómenos que, más que juzgarlos con nuestros preceptos actuales, debemos comprender en su justo contexto y circunstancias de la época.
Cito textualmente un fragmento del maestro sobre este tema:
Todo salió bien, doña Adelfa; estamos contentos con Flor, la virginidad es sin duda un encanto más en la mujer, es honor para la familia de la novia, da prestigio al novio y, sobre todo, un requisito para la unión conyugal de las parejas según la tradición en nuestro pueblo. La esperamos al rato a la fiesta para que bailemos el son behua shiñá —dijo doña Juana, orgullosa de que Flor fuera digna de casarse con su hijo.
En el entretanto, la novia reposaba acostada en una cama de pencas con su petate, cubierta con una sábana blanca sobre la cual habían esparcido gran cantidad de pétalos de tulipanes rojos, y ceñía su cabeza una mascada de seda, también de color rojo.
Un grupo de mujeres auxiliadas por varios jóvenes se encargó de conseguir ramas verdes y flores rojas de bugambilia para elaborar las simbólicas coronas que ellas lucirían en la cabeza ese día durante la fiesta y cuando fuesen en comitiva a la casa de los padres de la novia para llevarles la noticia. Llegada la hora convenida, las mujeres que integraban esta comisión, bajo los efectos del mezcal o de las cervezas que habían ingerido, caminaban alegres tambaleándose por la calle echando vivas para el novio y la novia, improvisando coplas y versos pícaros y alabanzas dichas en zapoteco, todas alusivas a los órganos sexuales masculinos y femeninos. Iban eufóricas en nutrido grupo acompañando a la mujer que llevaba en la cabeza un jicalpextle conteniendo la prenda íntima con el marchamo de la virginidad.
Personajes sui géneris como los húngaros están presentes en este libro. Viajeros errantes que marcaron época en Ixhuatán con sus cantos y bailes; con sus proyecciones cinematográficas, y con su habilidad para interpretar el futuro de los habitantes del pueblo a cambio de unas monedas o unas gallinas que les permitieran continuar con su eterno recorrido. Gitanos que traían novedades tecnológicas a Ixhuatán tal como las llevaran al pueblo de Macondo como nos narró Gabriel García Márquez.
Legendarias brujas son rescatadas del más allá en este libro. Su capacidad de hacer daño, crear protección, jugar bromas y encontrar objetos perdidos son descritas como propiedades en las cuales la gente de ayer no ponía en tela de juicio.
Una Ninfa del río que enamoraba a los hombres hasta llevarlos a la locura es retratada por Rogelio Henestrosa como agente activo en la memoria zapoteca.
Pero quizá en este cardumen de relatos, el personaje más destacado por sus habilidades y que más huella ha dejado hasta nuestros días es el Taga’na’, un hombre libidinoso que por las noches asaltaba los hogares hasta llegar a un costado de las mujeres con poca ropa con fines turbios.
A propósito, el maestro Rogelio escribe una historia y de la cual cito un fragmento:
En la noche siguiente, Lauro volvió a la carga, y esta vez corrió con mejor suerte; la mujer dormía plácidamente y cubría su cuerpo desnudo con una exigua y delgada sábana de algodón. Comenzó su faena utilizando el extremo opuesto de la vara y con sumo cuidado la fue destapando. En seguida, pleno de lujuria, cual ágil y tornasolado colibrí agitó las alas de su ingenio y con avidez se lanzó sobre el imponente, soberbio y magnífico gineceo, donde un ciclo regular de nueva luna estaba de visita ese día en la exquisita flor de su maravillosa y fértil anatomía. A ratos retiraba la vara y la acercaba a su nariz; así y extasiado practicó repetidas veces esta operación hasta saciar su instinto de taga’na’. Después se fue a su casa y durmió como un lirón el resto de la noche. Al amanecer se levantó para iniciar sus actividades de rutina; lo primero que hizo fue tomar su cántaro e ir por agua al pozo donde muchas familias se proveían del vital líquido. Al llegar colocó el recipiente en el suelo y esperó su turno. Sin embargo, algo curioso ocurrió en ese momento: varias mujeres que allí se encontraban —y que ya le conocían sus mañas— notaron unas manchas rojas y raras en su rostro.
Una de ellas intrigada le preguntó: —¿Qué diablo tiene tu boca, Lauro?... ¿Te peleaste? ¿Te pegaron?... —¡No! ¡Nada!... ¿Por qué? —respondió tocándose los bigotes, la punta de la nariz y parte de sus carrillos cubiertos de las costras secas de una sustancia sanguinolenta.
—¡Cochino! ¡Pues, mírate en un espejo! —le dijo otra de ellas, que luego formaron el corrillo para cuchichear y estallaron en estrepitosa carcajada.
Lauro, al ver que se convirtió en el hazmerreír de todas, ya no esperó más y se fue todo apenado, como un perro con la cola metida entre las patas.
Además de estos y otros relatos, el libro contiene una diversidad de expresiones que utilizamos o fueron utilizadas en Ixhuatán. Zapotequismos como Nabaana, biuxito, guidxa, o localismos como zapotemico, cinconegritos o chupamiel se encuentran a lo largo de toda la obra. Destaca el uso del castellano que se habla en Ixhuatán y el cual contribuye a fortalecer el carácter multiétnico que configura al Estado mexicano.
Elementos de la mitología zapoteca están por todas partes en este trabajo. Tarea que los Henestrosa de Ixhuatán se han propuesto rescatar desde hace décadas, y que lo han hecho satisfactoriamente.
He leído los tres libros del maestro Rogelio, y coincido, de nuevo, con la afirmación que sostiene Andrés Henestrosa en el prólogo del libro “Mesa y Sobremesa”: la pluma del maestro se ha ido puliendo, y es posible observar una consolidación de su manera de escribir.
En su introducción, el maestro Rogelio señala que esta última obra es un punto de llegada a la orilla opuesta de su proyecto. Espero que con eso no se refiera al final de su producción bibliográfica, sino que, por el contrario, sea el inicio de una mayor elaboración de libros que continúen contribuyendo a rescatar ese pasado que hoy nos sigue interpelando y que se niega a morir, y que mientras sigan existiendo ixhuatecos comprometidos con su gente y sus raíces, se mantendrá presente en nuestra cultura y conciencia colectiva, como el zapoteco, el cual, como afirmaba Gabriel López Chiñas, morirá el día que muera el sol.
Muchas felicidades, maestro Rogelio. Mi admiración y respeto por usted, como los de muchos de los que lo conocemos, son hoy más grandes. Que vengan muchos libros más, que siempre habrá un ixhuateco con la convicción de no dejar en el olvido sus raíces.