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Cuentan los más viejos de los abuelos y abuelas, aquellos que fueron los primeros padres y madres que se vinieron a nacer en el mundo, que sucedió en la historia y está volviendo a suceder ante las miradas incrédulas de quienes ahora lo atestiguan.

 

Contaron las abuelas que más antes, cuando la abuela vieja y arrugada ofreció su cuerpo para empezar a formar la tierra, ya que estaba recostada y que ya la mayoría de las especies vinieron a vivir en ella. La abuela vieja, que se hizo madre tierra, entreabrió uno de sus dedos, así fue que se formó el mar muerto y del dedo pequeño nació la isla que ahora sus habitantes nombran Cachimbo. Con este dedo pequeño, la madre tierra detiene las fuerzas de Nizado, que sea, la sagrada mar, para que nadie se sienta que no está protegido o protegida, a según sea el caso.

 

Solo un poquito de gente se fue a vivir ahí, nomás unos cuantos que se juntaron entre los antiguos huaves y binnizá, cuando aún el egocentrismo no invadía los corazones y llevaban buena amistad. Ahí se vivieron por muchos tiempos y se crearon una su cultura propia, que sea, una su forma de solucionar las necesidades, una su forma de enfrentar las adversidades y una forma de vivir juntos. Cuentan que nomás como cien personas son.

 

Para vivir, que sea, para comer, la gente fue aprovechando lo que la madre tierra le proporcionaba, una su iguana, su liebre, un su jabalí, un su venadito y las hierbas del campo; asimismo, y como comida principal, se fijaban a la orilla de Nizado, sea, del lado del mar muerto o del lado de la inmensidad, y lo traía un su pescado, su camarón, su jaiba y todo aquello que madre tierra le pudiera dar. Y, para que no falta la fruta, mucho cachimbo hay, que sea, cachimbo es una pequeña fruta que se pone amarilla cuando está madura, que es muy dulce. Cuando un su dinerito necesitaban, lo juntaban un poco más de especies para salir a otros pueblos a intercambiar por ropa u otra clase de comida o artículo que ahí no se podía conseguir.

 

Como forma de vida, que sea, como comunalidad integraron a su organización la formación de comités, ya sea de la lancha para viajar o de la clínica, de la iglesia, de la tienda y de aquellas cosas que todos necesitan y que juntándose se pueden resolver mejor. Así nombraron una su autoridad que se formaba con los más viejos y viejas, que sea se nombraba el consejo de ancianos. Entre todas y todos hacían su fiesta, se resolvían las necesidades comunes y se protegían de los invasores, de las lluvias fuertes, de los temporales o eso que llaman huracanes o mal tiempo. Fue así que se organizaron y enviaron a unas abuelas muy abuelas a tomar un curso de energía solar a la Universidad de Pies Descalzos por allá en un lugar que se llama la India, pero que no es la capital de los pueblos indios, no. Es otra India que parece que está un poco equivocada. A estas abuelas indias de Cachimbo les dieron el cargo de ser las abuelas solares.

 

Sucedió en la historia que muchas veces los naguales del norte han querido invadirlos, un paraíso es el lugar. Vienen de fuera y lo roban sus instrumentos de pesca, vienen de lejos y lo buscan meter miedo o ya lo quieren quitar el embarcadero y cerrarles el paso. Entonces ya que hay problema la comunidad se junta y toma acuerdo de cómo protegerse, cómo cuidarse.

 

Un día, perdido en la memoria, entraron al pueblo los malos naguales del norte y los dijeron: “Pobrecitos están ustedes. Mira, lejos viven de la civilización, feas son sus casas, fea es su forma de vida, lejos de Dios viven. Nosotros, que somos civilizados y que conocemos la verdad, los vamos ayudar. Desde ahora tú y tu familia serán salvos y vestidos de religión, en nombre de la verdad y del amor”, los naguales hicieron casa en el pueblo.

 

Ya que se asentaron, llamaron a otros naguales y vinieron ellos a decirles: “Qué bueno que ustedes han aceptado la verdad, pero aún viven alejados de la civilización, lejos del desarrollo, a ustedes les falta un buen gobierno, un gobierno para todos. Nosotros los vamos a ayudar porque tenemos el poder”, y fue que entraron a vivir los partidos políticos.

 

Despuesito nomás entraron la envidia, el egoísmo, el individualismo, los pleitos y toda clase de males que destruyen la vida comunitaria. Con pretexto de estudiar para ser alguien en la vida, los más jóvenes empezaron a dejar la comunidad. Muchos maestros y maestras hay y otros profesionistas que nacieron en Cachimbo, pero ellos no viven ahí porque dicen sus cabezas que ahí no hay forma de vida. Los maestros de la escuela apenas del Conafe son; el maestro de telesecundaria apenas de Chiapas es. ¿Dónde están nuestras hijas e hijos que estudiaron?, se pregunta a veces la gente, y el silencio es su respuesta, las lágrimas brotan y se apagan para no meterse en problemas.

 

Así, ya que la comunalidad se fue debilitando con la entrada de los malos naguales, entonces ya no se recuerdan cómo se enfrentan las adversidades, ahora todo se compra y se vende, las casas se cambiaron por casa bonitas, pero estas casas bonitas, de cemento, no aguantan la sal, horno se vuelven con el calor, cualquier viento las deja sin techos, apenas 10 años tienen de construidas las paredes y ya se están descascarando. Entonces hay que gastar más para volver a tener casa por otros diez años.

 

Cuentan que la comunidad, debilitada, sufrió una lluvia bien bárbara, gran viento se desató, gran lluvia imparable azotó, grade miedo y preocupación tuvo la gente. Fue que, entonces, el nagual del norte sacó su cara, que sea, se descaró descaradamente. Fue que vino acompañado de helicóptero y cámaras de televisión y los dijo a la gente: “Pobrecitos son ustedes, miren nomás, ¿qué hacen viviendo aquí en la desgracia? Los vamos a ayudar, vamo a darles todo lo que necesitan para vivir mejor. Lo vamo comprar un terrenito fuera de este lugar peligroso y los vamo a poner una su casita en un lugar seguro. Allá los vamo llevar a la civilización". Muy contenta se puso la gente.

 

Cuentan los abuelos y abuelas más viejas que un poquito de gente, ansinita, como que sobran dedos de una mano, se juntaron estos pocos y empezaron a tomar consejo, lo enviaron a uno de los muchachos más pequeños a ir de escucha a otros pueblos y que luego lo traiga la información para que, entonces, toman un acuerdo de salir a la civilización porque apenas que los dijeron que van dejar su mar y su tierrita ya el corazón se palpita y se quiere derramar lágrimas.

 

Entonces, un buen día, el muchacho pequeño regresó con el pecho grande de orgullo y sonrisa grande en los labios y lo dijo a escondidas a este pequeño grupo: “Ya lo vi el nagual del norte, lo escuché que este plan es viejo, los naguales son los mismísimos invasores que las abuelas y abuelos nos cuentan en los cuentos por las noches, cuando ya vamo dormir. Dicen que acá quieren poner unos ventiladores enormes para hacer luz, pero esta luz no es para nosotros, es luz que van a vender a las minas que se van a  instalar en Tapana y en Zanatepec y esas minas van a meter arsénico y cianuro en los ríos, que sea, gran enfermedad y muerte quieren hacer. La comida se va terminar. Pero, además, escuché que los pueblos indios, que no somos de la India, sino los indios de México y del Abya Yala, tenemos derechos, que sea, hay un acuerdo internacional que se llama convenio 169 de la OIT que dice que nosotros y nosotras tenemos derecho a ser consultados y no obligados. Si nos sacan de nuestra tierra, eso es un mal que se llama desplazamiento forzado y que los podemos denunciar en tribunales internacionales.

 

Gran admiración tuvieron las abuelas y abuelos poquitos que se habían juntado con el corazón partido por dejar la madre tierra que los cobijo durante mucho tiempo.

 

Ahora ¿qué hay que hacer?, se preguntaron. Entre sueños y bostezos, entre palmadas para espantar zancudos y una su tacita de café fueron pensando muchas ideas. Dicen que se pensaron que es necesario rearticular el tejido social, que sea, volver a hacer fiesta para todos y todas, volver a sonreírse, volver a saludarse, volver a desearse bien de todo corazón y no por mera fórmula religiosa. Se dijeron que es necesario fortalecer la comunalidad, los comités, el consejo de ancianos.

 

Se pensaron que es tiempo de no seguir mamando chiche del gobierno, sino que con los propios bienes se debe crear las condiciones que favorezcan la vida de todos y todas, es posible crear las propias iniciativas comunitarias que dejen pequeños ingresos para conseguir lo que no hay en la comunidad y para dar mantenimiento a lo que se tiene. Dar mantenimiento a Nizado, al bosque, a la playa.

 

Desde ese día, cuentan los más viejos y viejas que los naguales andan enfurecidos, buscando culpables, y los ancianos y ancianas, junto con los jóvenes, también están queriendo parir una nueva vida, un nuevo momento, un nuevo sol de justicia, una nueva lluvia de esperanza, un mundo donde quepan muchos mundos.

 

Como añadido pegote opino que es tiempo de que en Ixhuatán nos demos cuenta de que ni las mineras ni las eólicas ni las salineras mejorarán nuestras vidas. Es la acción conjunta la que nos dará la vida. Y que, por lo tanto, es tiempo de irnos informando sobre el desarrollo y sobre las posibles soluciones en este momento histórico. Dejar entrar a las transnacionales es traicionar nuestra historia. Y si los gobiernos vendepatrias y las transnacionales invasoras no entienden por la vía legal, ¿qué opción nos queda? Y opino que hay que tener miedo, pero no llegar a la cobardía. Es necesario entregar el corazón por nuestra comida que se acaba.

Cachimbo: comida en peligro

Manuel Antonio Ruiz

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