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Veo una luz que vacila 
y promete dejarnos a oscuras. 
Veo un perro ladrando a la Luna 
con otra figura que recuerda a mí. 
Veo más: veo que no me halló. 
Veo más: veo que se perdió.

Silvio Rodríguez

 

Se ha preparado tu morada. Puedes venir ahora.

 

¡Estamos aquí! ¡Estamos aquí!

 

La gente no duerme en toda la noche. Los más viejos recuerdan y vigilan entre ligueros sueños la caminata hacia el más allá.

 

Después de un rato de pacífica fiesta, nos vemos envueltos en el umbral de la noche, de la verdadera noche, y el tiempo comienza a correr más rápido o más lento, parece que todo comienza a desaparecer, pero no es así, el polvo que levantan nuestros pasos nos engaña a menudo.

 

No recuerdo cuál fue la primera ni en qué calle comenzamos.

 

Nuestras pláticas ya son escasas, preferimos buscar el punto medio de la noche para que esta sea eterna.

 

Quizá la música espantó a la noche.

 

Nómadas en busca de alcohol y baile.

 

No importa cuánto hayas crecido y qué tanta experiencia tengas, siempre la masa nos arrastra al sinsentido de la ocasión.

 

Pregonando la fiesta de la que cuida el pueblo en la costa de Aguachil.

 

Para los que no saben, el chingorolo es la bebida mística que nos hace hablar con los dioses y saludar a la virgen.

 

Risa lejana de tambores.

 

En el camino quedan los que más cerca de Dios estuvieron. Después de ser todos sacerdotes prehispánicos, gozamos de un festín mientras el astro rey se prepara para apoderarse del mundo otra vez, como todos los días.

 

Ya te has despertado, Reyna. Te has dado cuenta de que tus hijos te llaman. Nos costó una noche, pero lo conseguimos, ahora escucha nuestras plegarias. Que todo el año nazcan nuevas flores, que el tiempo de agua no se ahogue y la sequía sea fresca; que nuestro año sea poesía para la historia, que nuestros niños sean niños de nuevo y a nosotros (los que fuimos por ti en la noche de calenda) perdónanos.

 

¿Y si es a Lemanyá a quien despertamos?

Calenda

Franco Carrasco Aguilar

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