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El día 1 de diciembre de ese año, estuve a un suspiro de perder la vida junto con la compañía de teatro. Fue el día del demonio suelto, el día que la muerte asumió el poder que le otorgaron los borrachos de democracia.

 

Dos años hace hoy que escribo estas líneas. Dos años hace que, mediante pactos, reformas, decretos, balas, extorciones, amenazas, desapariciones, “se ha movido a México”. Se ha movido desde la derecha hasta la izquierda. No hay uno que no sea parte de todo el movimiento. ¿Qué nos admira de la desaparición de 43 estudiantes? Que nos son 43, sino 78, solo en Guerrero. Porque Ayotzinapa cubrió a los otros de Michoacán y, seguramente a los de otros estados y otras formas educativas. No nos admiran estas desapariciones porque ya estaban anunciadas.

 

¿Sabes que la minera instalada en Carrizalillo, arribita de Iguala, es una de las causas de las muchas desapariciones en Guerrero? Junto con las mineras, que, supuestamente, traen desarrollo, también llega el crimen organizado. Los poseedores de tierras que arrendaron entregan el 40 por ciento del arrendamiento al crimen organizado (la otra mitad la tienen que guardar para dentro de 10 o 15 años para medio vivir con los cánceres que van a  atener).

 

Ayotzinapa (Iguala) como Cocula, como La Realidad, Cherán, el pueblo wixárika de Santa Catarina Cuexcomatitlán, entre los yaquis de Sonora, San Francisco Xochicuautla, Lerma, Estado de México, Amilzingo, Morelos, Juchitán, San Mateo del Mar y San Dionisio del Mar, San Miguel Chimalapas y Santo Domingo Zanatepec, y en la península de Yucatán y en el resto del país indígena no nos sorprende a los que conocemos sus procesos. Pero sí nos duele, nos duele como nos duele el hambre y la vida indigna. Aquí donde duele el hambre y la indignidad hay indignación ética. La indignación ética no tiene objetivismos. Ante el hambre, la muerte y la desaparición no se puede ser objetivos ni imparciales.

 

Los más antiguos cuentan en sus cuentos que: se dijo que era normal que uno sale de su casa para ir a trabajar. Se dijo que es normal que los del pueblo deben trabajar para dejar ganancias a los ricos. Se dijo que lo más normal es que uno acaba su vida en favor de los otros, mientras que esos otros piensan que, por ser nuestra obligación, deben tratarnos a punta de pie. Fue entonces que los ángeles se rebelaron y se dijeron: “Si quieres que seamos diablos, pues, ni modos, pero ¿es justo que los unos dejen su familia, su patria, su pueblo, sus sueños para dejar su vida enriqueciendo a unos cuantos?

 

Así surgió el gran día de la rebelión, pero no fue cuando Satanás nació, no. Fue cuando las revoluciones empezaron a existir.

 

También fue cuando dejaste la casa, fue cuando nuestra vida, juntos, ya no pudo más. Saliste a buscar otros caminos, una vida mejor para la hija. Pero también fue cuando compraste un estilo de vida diferente y te acostumbraste a vivir como se vive en la ciudá.

 

La vida nos puso un momento juntos, nomás un ratitito. Apenas tuvimos uso de razón, saliste a trabajar al monstruo de la ciudá, esa bestia que se come a los más jóvenes, los desaparece en la nada y los vomita avejentados, sin ilusiones, sin fuerzas, nomás a morir regresan al pueblo, y eso a quienes les queda un poquito de utopía.

 

En el pueblo nadie fue deseado, pero fuimos aceptados en el primer instante de hacer ver nuestra presencia. “Lo que Dios quiera”, dijeron nuestras madres y, dos o tres días después, nuestros padres.

 

A veces, buscando la presencia de un varoncito o, en otros casos, de una mujercita, en casa nos hicimos un montón de hijos cuyos nombres mamá repasaba en lista, por orden de edad, para encontrar el que buscaba. Tú fuiste la más buscada y esperada, la más consentida, ¿quizá la que más sufrió? Te recuerdo enferma de tosferina, y me duele aún el alma verte así. Quemada por el agua donde se coció el maíz, y aún sufre mi corazón. Pero, al final, viva, independiente, indomable, rebelde.

 

Creo que así hiciste tu vida, sin dejarte someter y salvando siempre la dignidad tuya y siendo ejemplo para tu hija y tus hijos. Pero ¿qué hay de ti? Has sido para los demás, pero tus sueños propios, tus ideales, tus ilusiones, tu crecimiento personal ¿dónde quedó? ¿Son esos que has hecho? ¿Falta aún algo por hacer? ¿Cómo conviven en ti tus propios sueños y los de tus hijos, esposo, comunidad?

 

Acá la vida se va construyendo. A algunos guidxas se nos ocurrió que no podemos seguir dando de comer al rico y le hemos cortado nuestra fuerza. Si quieren comer, que trabajen. Ni nuestras manos ni nuestras mentes trabajan más para ellos. Su dinero no nos falta. Regresamos al terruño a construir otra vida posible. Somos los condenados de esta tierra. Condenados porque no nos sale tantititas ganas de trabajar para el rico. Se nos crecen las ganas de ser nuestros propios patrones y de ser nuestros propios empleados y de ser los que abren camino para otros nuevos que vendrán a cuidar esta tierra. Se nos ocurre que pequeños proyectos de ecotecnias pueden sustituir la entrada del gran capital; que pequeños trabajos colectivos que nos lleven a crear la industria local pueden ser el camino de la autonomía.

 

En la historia de los pueblos, sobre todo las historias recogidas por la iglesia, nos cuentan una especial: la Virgen del Carmen. Fue nombrada así a la mamá de Jesús (el histórico), por un grupo de personas que, viendo su pueblo desmoronarse, lo refundaron saliéndose de él e inventando nuevas formas de vivir la comunidad; entonces, ellos querían tener a alguien que fuera capaz de cambiar el mundo, que fuera amable y fuerte, que fuera capaz de ofrecer nuevas alternativas de vida. Eso fue lo que encontraron en María, la María del Carmen, aquella que deseaba que “los poderosos fueran derribados y, a su vez, los pobres fueran enaltecidos”, y la pusieron como su patrona.

 

A esta distancia y el amor y el respeto que te tengo, quiero, deseo, espero que lo más grande que hay en ti sea la rebeldía puesta por Dios, que esta rebeldía santa siga creciendo; que la rebeldía que construye te lleve a inventar nuevas formas de educar y crecer en la familia, nuevas formas de encontrar salida ante la desesperación y desaparición.

 

Tú eres mujer fuerte, de carácter, eres mujer istmeña que vende, mujer de negocios, mujer ante cuya presencia los demás bajan la cabeza. Eres mujer que da vida, eres mujer que dice verdades, eres mujer istmeña que lleva alegría, como los más antiguos de nuestros abuelos lo hicieron.

 

Estoy orgulloso de ti, y seguramente lo están donde ahora vives. Cuánto quisiéramos que también estuvieras por este rumbo acompañando la vejez y aprendiendo a ser mujer vieja de sabiduría ancestral. Cómo quisiéramos que la vida te diera todo lo que anhelas, pero cómo quisiéramos que siguieras luchando por eso que más quieres.

 

Nada es imposible. Dios te trajo como cumplimiento a una promesa y te dotó de todo lo necesario para que esa promesa se cumpliera.

 

Que la vida te siga dando la oportunidad de traer la misma alegría que trajiste a la casa el día que viniste a nuestra vida.

 

Recuerda que: “Donde los de arriba destruyen los de abajo reconstruimos”.

 

Gracias por darme el cariño que me has dado en muchos momentos de mi vida. Te quiero.

Carta a un amor (segunda parte)

Manuel Antonio Ruiz

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