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Cuando me invitaron a formar parte de esta experiencia, donde el núcleo de las ideas de quienes compartimos espacio virtual es Ixhuatán, pasaron por mí una buena cantidad de ideas, me asaltaron las dudas y me entró la nostalgia, y es que, a veces, la mayor parte del tiempo, me siento más chiapaneco que el pozol.

 

Tengo casi 39 años, 25 de ellos los he vivido en Tuxtla Gutiérrez, uno en Puebla y 13, sólo 13, los primeros de mi vida en el pueblo que guarda mis recuerdos, mis alegrías, mis amigos, los primeros sueños, donde nacieron los retos, donde está mi familia.

 

Por eso quiero hacer una retrospectiva de lo que para mí significa mi tierra y un breve análisis del presente de lo que es la casa que vio nacer a mis padres, donde están enterrados mis abuelos, el lugar que por algún tiempo pensé debía ser mi destino permanente, donde mi mente sugería tendría que echar las raíces. El tiempo, sin embargo, no ha sido cómplice de mi infantil-juvenil deseo.

 

A la distancia, con las visitas ocasionales en los últimos 26 años, donde he pasado de las vacaciones de estudiantes a la de profesionista y residente permanente en Chiapas, volver a Ixhuatán cada vez es más difícil, menos días y mayor ausencia física.

 

El paisaje en ese tiempo ha cambiado tanto, pero quizá no lo deseable ni en el sentido más correcto desde mi apreciación personal, los viejos vicios permanecen ahí, ahora con nuevos integrantes, quienes han adquirido otros riesgos a muy temprana edad.

 

Soy de ese tiempo donde los teporochos eran personas identificadas, tenían su punto, amanecían en la almendrita, eran seres hasta ocurrentes como Santos y Toyo, no hacían mal a nadie, solo a sus cuerpos, los jóvenes bebían mayormente a hurtadillas, algunos en bolsas de plástico, donde chupaban el popote. Ahora las noches de juerga se exhiben hasta en Facebook, donde los menores muestran que el pudor es de época pasada.

 

Hace más de dos décadas, Ixhuatán no era tan grande y yo no era un extraño. Por sus calles carretas, caballos, muchas bicicletas, escasas motos y unos cuantos carros, tener un automóvil era un privilegio de unos pocos; la gente, la mayoría caminaba, no importaban distancias, las calles parecían inmensas, anchas.

Hoy, motos, mototaxis, carros, siguen las bicis, ya casi no se ven las carretas y los caballos salvo que exista alguna celebración, más motos, más mototaxis. El centro de Ixhuatán, si así podríamos definir la zona de la presidencia municipal, pareciera por momentos el sitio de una gran urbe, si cerramos la toma y la fotografía se reduce a la aglomeración que no permite una doble circulación, casualmente ese punto es casi frente a la casa de mis padres.

 

Hemos avanzado, quizá sí, pero no en el sentido correcto ni de la forma adecuada, a las motos, por ejemplo, los accidentes; por la falta de pericia, la muerte de jóvenes que sin mayor educación vial ni equipo de protección toman las hoy reducidas calles en pistas de velocidad.

 

Han pasado 26 años, gobiernos de todos los colores, todos con el cambio en la mano, y, pues, salvo algunas calles pavimentadas, ese progreso en el lugar no es tangible, el crecimiento económico y el sustento de nuestro Ixhuatán radican en los recursos que son mayormente capaces de captar quienes residen en otra zona del país y principalmente en los Estados Unidos, somos exportadores de mano de obra.

 

El tiempo nos ha alcanzado, como en otras tantas veces, con las lluvias, las mismas calles de siempre se siguen inundando, se ha mejorado quizá en la recolección de basura, eso no existía, quizá no generábamos tanta que no era necesario, pero ahora el punto es a dónde se deposita, a quiénes afectará en el futuro si no se crea un proyecto viable o lo que es decir un relleno sanitario.

 

Ixhuatán ha crecido tanto, más pavimento, más colonias, más cantinas, más profesionistas, más gente en los bailes de la Vela de la Candelaria, más escuelas del nivel básico, más alcoholismo,  más comunicación, más grilla, más obesidad y más casos de enfermedades que antes eran raras, y es que el crecimiento ha sido así, sin control, sin programas, sin planeación, el empirismo que no termina de leer el letrero de SER PROFESIONAL EN LO QUE HACES.

 

Y, aun con ello, Ixhuatán está de pie, esperando un mejor futuro, finalmente es un lugar bendecido por la naturaleza, río y mar cerca, así como una tierra fértil, por ello, quienes tienen incidencia en su desarrollo deben tomar conciencia de ello y no dar paliativos a quien requiere de atención especializada.

 

Podría seguir enumerando muchas cosas, analizar, debatir, y tú seguramente estarás o no de acuerdo y me podrás decir ¿qué propones?, lo que te contestaré en las siguientes entregas de este espacio porque en nuestras diferencias encontraremos las coincidencias, nos leemos el próximo lunes.

Catorcena

Bersaín Hernández Castillejos

Tomada del sitio www.flickriver.com

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