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Para Tomasa y Julio

Para septiembre 11

 

Plantearte una vida completa en Ixhuatán es poco probable si en tus metas tienes el ejercicio de una carrera profesional que no sea la de maestro de primaria o, quizá, de secundaria; sin embargo, incluso el porcentaje de quienes se forjan en esa vocación, que logran regresar al terruño, es mínimo.

 

Las escuelas primarias y secundarias de Ixhuatán no son suficientes para el gran número de jóvenes que año con año egresan de las normales en distintas partes del país. Sería bueno quizá hacer un censo de cuántos maestros ixhuatecos hay en todo México.

 

Al menos ellos, los maestros, tienen el privilegio de viajar seguido y en sus periodos vacacionales, lo que no ocurre con otras profesiones, salvo –claro- sus excepciones, como el médico y compañero de páginas virtuales Juan H., entre otros más, quizá atraídos por la vida del campo.

 

Cuando sales de Ixhuatán (actualmente, la mayoría lo hace después de la preparatoria; antes, hace unos 25 años, ocurría todavía a menor edad), empieza lo que yo considero la aventura de la vida, donde, al tiempo que aprendes en la universidad, te golpea la cotidianidad.

 

Te das cuenta cuando despiertas de que ya no estás con ese calor de hogar, aún cuando vivas con un familiar, casa de abonado o rentando con unos paisanos, simplemente ya no es lo mismo, y aún no lo sabes, pero es el principio de una serie de cosas donde mamá o papá ya no estará para hablarte, regañarte: serás tú y tus decisiones.

 

Cuando te vas de casa para estudiar la universidad es el primer paso para la mayoría para no volver más, y es cuando descubrirás quiénes son tus amigos; valorarás aún más al ixhuateco que te habla franco, querrás que hubiera un mototaxi que te cobre 5 pesos y conozcas al que lo maneja, pero no, habrá un colectivo donde el conductor te será un extraño.

 

En tu despertar, malaya un abrazo en ese momento de tu madre o de tu hermano, ese que quizá no prodigas hoy, y ya quisieras en tu mesa el atole caliente o el café con el pan de ese sabroso que venden por el mercado; a cambio, quizá, unos huevos con salchicha o jamón, si bien te va. Hay quienes como estudiantes tienen que pasar mayores carencias.

 

Y, cuando vayas a la escuela, cualquiera que sea, verás otras caras, no serán las de siempre, la de tus compañeros que venían contigo desde la primaria, hablarán diferente. ¿Pero sabes que? Tú, sin duda, serás mejor que ellos porque en Ixhuatán hay una madre y un padre que no paran de trabajar por ti.

 

La primera semana, cuando llegue el viernes, querrás salir volando a casa, hazlo, todos o la mayoría lo hicimos. Tienes que alimentarte de tu tierra, eso pasará, como todo, y con el paso de los meses seguramente tu forma de pensar cambiará y te vendrán pensamientos como: “¿Me quedo esta semana? ¿Tendrá el viejo para el pasaje? Si ninguno de mis amigos está, ¿para qué voy? Mejor salgo con la novia que ya tengo aquí”, y así te acomodarás al lugar donde estás.

 

Y seguirás así tu carrera profesional. Algunos sobresaldrán, hasta serán líderes estudiantiles, como Joselito Luna Aquino, ese compañero y amigo de mil batallas no escritas que algún día nos llevó a Ixhuatán una suburban de Chapingo, la cual, por cierto, se quedó con las llantas ponchadas en la carretera de Aguachil.

 

Cuando te vayas de casa y no seas maestro, seguramente no regresarás a vivir, pero, sin duda, serás mejor, vas a madurar, no importa con quiénes convivas después, tus amigos ixhuatecos siempre serán los mejores, mamá siempre estará en casa esperando un abrazo y tus hermanos que ya no viven tampoco ahí buscarán ese lugar para encontrarse.

 

Te irás de casa, es ley de vida, pero te irás para ser mejor. Un ixhuateco en cualquier lugar nunca está solo porque sabe ser buen amigo, porque sabe desprenderse, porque la vida es única e irrepetible.

Catorcena

Bersaín Hernández Castillejos

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