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El lunes 28, en la ONU, el presidente Enrique Peña Nieto volvió a referirse al populismo. Es la segunda vez en este mes que lo hace. La anterior fue el día en que se dirigió a la nación con motivo de su Tercer Informe de Gobierno. Y, aunque esta última vez hizo mención de los populismos de derecha e izquierda, algunos creyeron ver un nuevo mensaje para Andrés Manuel López Obrador (AMLO).

 

¿En verdad preocupa a la élite gobernante el ascenso de AMLO en las encuestas? Si nos guiamos por lo que los políticos han comenzado a hacer, sí. Hace unos días se supo que desde el mes de julio ocho personajes se habían estado reuniendo en casa del panista Diego Fernández de Cevallos para preparar un candidato independiente con el cual impedir que AMLO gane la presidencia en 2018.

 

La cosa no paró allí porque  hace unos días más de 100 personalidades entre intelectuales, líderes de opinión, empresarios y artistas diversos publicaron un desplegado en donde piden piso parejo para las candidaturas independientes, ello, se dijo, porque en ocho estados se ha legislado una ley etiquetada como “anti-Bronco”, en referencia a Jaime Rodríguez, “El Bronco”, gobernador electo de Nuevo León, que como bien se sabe fue candidato independiente.

 

A primera vista parecen dos acontecimientos distintos. Pudiera ser, aunque si se revisa la lista de los firmantes del desplegado veremos a los que acudían a casa del panista, así como a otros personajes que pertenecen al statu quo: hijos de políticos priistas del pasado, exfuncionarios de instituciones públicas o dueños de empresas privadas, logradas estas casi siempre después de su paso por la política. A algunos de los políticos e intelectuales no solo se les asocia con Televisa, sino que se les etiqueta como salinistas, foxistas, calderonistas, etcétera. Todo, menos lopezobradoristas.

 

Tres de los personajes que firmaron el desplegado llamaron mi atención. Ellos son Cuauhtémoc Cárdenas, Miguel Alemán Velasco y Juan Ramón de la Fuente, los tres ampliamente conocidos y a quienes cabe suponer muy  interesados en la política. Veamos.

 

Cárdenas, expriista que puso en jaque al sistema en 1988, sin desconocer sus valiosas aportaciones a la democracia, creo ya ha dado todo lo que podría dar a la nación. No solo está viejo, sino que en el mundo actual desentona como político. Solo que él no lo sabe o bien piensa que aquellos mismos que le impidieron llegar a la presidencia –atacándolo con encono y odio– hoy ya son sus amigos. Y, como ya no pertenece al PRD –que él fundó–, pues se ilusionará pensando que será escogido como candidato independiente. Él es, sin duda, bien visto por la casta gobernante porque, lo quieran o no, pertenece a ella. Por otra parte, con el paso de los años y con cada fracaso, el sistema lo fue amansando a tal grado de quitarle toda virulencia e incorporándolo nuevamente al feudo. Por eso lo vemos que solo de tarde en tarde sale a decir una que otra opinión, la que nadie toma en cuenta, por supuesto.

 

La inclusión de Miguel Alemán –quien se ha manejado siempre con bajo perfil, incluso cuando fue gobernador de Veracruz– pudiera indicar que la cúpula empresarial a la que él pertenece en verdad está preocupada por la popularidad de AMLO. No solo porque Alemán es uno de los priistas más recalcitrantes –su padre inauguró la industrialización del país y puso en marcha el modus operandi de los políticos: beneficiarse con la asignación de obras a los amigos previo pago de comisiones, lo que más tarde perfeccionarían Carlos Hank González y Carlos Salinas–, sino porque históricamente él y Cárdenas son polos apuestos. Aunque tiene a su favor ser el preferido de los potentados, en su contra juega su avanzada edad –más de 80 años, igual que Cárdenas– y su poca capacidad política, típica de los júniores como él.

 

De la Fuente, aunque coqueteó un tiempo con el PRD y AMLO, finalmente se ha inclinado más hacia el PRI, quizá porque es agradecido, ya que gracias a este partido fue rector de la UNAM por primera vez, donde duró ocho años (1999-2007), una labor extraordinaria, por cierto, tanto que su nombre se llegó a barajar para ser candidato a la presidencia en 2006, pero le faltó valor para definirse. Pudiera ser esta su gran oportunidad. Tiene 64 años, goza de prestigio y posee personalidad y buena imagen que vender a la gente poco enterada de los asuntos públicos. Quizá lo único que le falta es un buen padrino, ya que pertenece a la élite de la academia. Y en México, señores, los instruidos no son bien vistos en la política, en donde solo los ocupan como asesores o redactores de discursos. Algunos afirman que por eso nos ha ido como nos ha ido. Quién sabe. Solo Platón creía en ese tipo de república.

 

Llama mi atención que cuando se legisló lo de las candidaturas independientes muchos de los ahora convocantes se mostraron indiferentes. De allí que cobre certeza lo que la oposición manejó desde un principio: el poder busca atajar a AMLO.

 

También se dijo que se necesita un candidato independiente porque el PRI, de plano, ponga a quien ponga, no ganará por su enorme desprestigio. Otros afirman que dicha candidatura buscaría restarle votos a AMLO y dar la victoria al candidato de cualquier partido, incluso al del PRD, que no se le ve por dónde, ya que Miguel Ángel Mancera, quien pintaba para serlo, sencillamente no lo será, por más que usó la estrategia de renovar su gabinete y porque el PRD, con todo y su afán de renovación, no es la sombra de lo que alguna vez llegó a ser.

 

Mientras todo esto ocurre entre coñac y güisqui en la mansión de Fernández de Cevallos –aquel mismo que aplastó a Ernesto Zedillo en el debate y dejó ir el triunfo de manera sospechosa; quien litigaba contra el gobierno siendo legislador, por lo que bien podría considerársele como el padre de los conflictos de interés–, en otro lugar, AMLO, un expriista que un día se convirtió a lo que llaman populismo cuando lo practica el opositor del neoliberalismo –seguramente atosigado por las culpas–, recorre el país a ras de tierra, como él dice que le gusta hacer y como las encuestadoras afirman se aseguran los votos. ¿Con qué dinero lo hace?, se preguntan muchos como si en verdad no supieran que hasta un vagabundo puede viajar de gratis por el mundo, cuantimás un político de la talla de AMLO, arropado por la gente a donde quiera que va.

 

Por otra parte, hay que tomar en cuenta que el actual gobierno no goza de mucha credibilidad ni popularidad gracias a los flagrantes casos de corrupción en él descubiertos y, seguramente, a las omisiones que ha tenido en varios asuntos trascendentes. Según  “Latinobarómetro”, 2015, nada más el 35 % de los mexicanos aprueba la gestión de Enrique Peña Nieto, mientras que solo el 19 % está satisfecho con la democracia. ¿Esto significa que la derrota del PRI por la presidencia en 2018 está prácticamente garantizada? De ninguna manera. Porque, si bien es cierto dicho partido hoy día se cuece en la corrupción –para variar–, también es verdad que los demás partidos están iguales o peores que él. Si bien es cierto la gente detesta a los partidos –incluidos los de oposición, Morena también, por supuesto–, al menos ya los conoce, así sus ideologías estén hoy día tan diluidas que parecen uno solo. En cambio, la gente no conoce a ciencia cierta quiénes son esos sujetos que se empiezan a vender como posibles candidatos “independientes”. Por desgracia muchos de ellos son chapulines, gente que ha saltado por varios partidos, en donde los rechazaron por corruptos o poco confiables. En ese sentido caen en la categoría de políticos reciclados que buscan verle la cara a la gente, acostumbrada esta, es verdad, a seguir al primero que les prometa cosas. Ni “El Bronco” escapa a esa definición, y las sospechas de ser un priista embozado no lo dejan de perseguir. Al tiempo.

 

No obstante de que la economía y la inflación en México no son del todo malas –“A otros países les ha ido peor”, dijo el presidente hace un tiempo, y es cierto aunque molestó la comparación–, la gente percibe que estamos en una gran crisis, máxime cuando se entera de que el peso la está pasando muy mal frente al dólar. Es un malestar generado, quizá, por las altas expectativas que este gobierno despertó de entrada al sentar a la mesa a todas las fuerzas políticas y conseguir lo que parecía imposible: acuerdos para aprobar las reformas estructurales. Reformas que no han podido despegar, es verdad, pero que tirios y troyanos aseguran le darán a México un desarrollo espectacular, a costa, claro, de vender nuestra riqueza al mejor postor, nacional y extranjero. De última hora, ante la realidad, el gobierno ha dicho que la madre de todas las reformas no es la energética –como la vendieron originalmente–, sino la educativa, quizá porque allí puso el presidente a su delfín Aurelio Nuño, quien ya busca parecerse a un artista de cine.

 

La culpa de que los mexicanos estemos como estamos –indignados, enardecidos, encabronados o como quieran llamarlo– es que la gente más necesitada parece ya no estar dispuesta a tolerar de los políticos más rapiña y mentiras. Todos los días la ciudadanía se entera de cómo los legisladores, magistrados, funcionarios de todos los niveles se asignan sueldos, sobresueldos, aguinaldos, prestaciones, servicios médicos y demás canonjías exageradas no ya digamos para las clases bajas, sino también para la media, que, a fin de cuentas, es la que está protestando en las calles y en redes sociales, las cuales van teniendo cada vez mayor impacto en la sociedad.

 

Cómo no enojarse si el salario mínimo generalizado será de 70 pesos a partir del 1 de octubre, mientras que los legisladores improductivos –los más– ganan sus sueldos sin devengarlos y muchas veces sin siquiera presentarse en la Cámara. Como no estar en desacuerdo con el gobierno si vemos cómo la secretaria de Relaciones Exteriores viaja a Egipto como un jeque en el costoso avión presidencial con pocas personas de nivel alto. Cómo no despotricar contra el sistema si las plumas pagadas del gobierno critican a los padres empobrecidos de los normalistas de Ayotzinapa, que viajan como pueden dentro y fuera del país exigiendo justicia y sin que logren nada.

 

La mayor parte de la gente descontenta no se lanzará a las calles a protestar: su descontento lo manifestará en las urnas en los comicios. La gente que se está organizando, como el frente anunciado el 26 en el Zócalo, que pretende el cambio radical del país, es bienvenido; empero, al examinar a quienes lo lideran, no solo hallamos a gentes muy desprestigiadas, sino que pareciera que hay gente infiltrada del gobierno. Asimismo, su lenguaje al estilo de Gerardo Fernández Noroña –que por cierto anunció una agrupación donde aparecen personajes como Muñoz Ledo, quien se quedó en el pasado– hacen suponer que buscarán la confrontación violenta para desprestigiarlo, línea muy socorrida por el gobierno. Solo cabe esperar a ver cómo se desenvuelven. Ojalá entiendan que lo que requerimos es sensatez en el discurso, no gritos.

 

El caldo de cultivo ya está: pugna feroz por el poder que da acceso directo a la riqueza nacional. La situación que se vive en el país no es culpa del populismo opositor, sino del clientelismo gubernamental que mantiene cautiva y sumisa a la gente gracias a la política asistencial que implementa. Hace falta que la gente se organice y exija al gobierno hacer lo que es su deber. Ya no es tolerable tanta desigualdad social y corrupción en el gobierno y en los políticos. Nos merecemos un mejor país. En 2018 –si antes no pasa otra cosa– veremos si triunfa el clientelismo o el populismo. A mí me encantaría que ganara la democracia.

Tomada de www.voxeurop.eu

Clientelismo vs. populismo

Juan Henestroza Zárate

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