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16/3/2016

 

En junio del año pasado, el Congreso de Oaxaca reformó su Constitución local en su Artículo 68 Fracción I, en la parte relativa a la residencia en la entidad para los no nacidos en ella y quisieran aspirar a la gubernatura, la cual fijó en tres años y ya no en cinco, como hasta entonces se requería.

 

Al ser impugnada dicha reforma, que desde el primer momento se dijo fue hecha para allanarle el camino de la candidatura a Alejandro Murat, hijo del exgobernador José Murat, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) el 5 de octubre de ese mismo año la invalidó de manera unánime debido a que la reforma era contraria a la Carta Magna federal –jerárquicamente superior a la estatal–, la cual dispone que dicha residencia sea de cinco años en toda la república.

 

En aquel momento ya era un secreto a voces que Alejandro Murat aspiraba a la gubernatura, por lo que sus opositores consideraron la decisión de la Corte un revés definitivo a las aspiraciones del hijo del exgobernador al que el diario The New York Times había exhibido como corrupto al denunciar algunos de sus bienes en EE. UU. Señalamientos que, por supuesto, no trascendieron a más, no se sabe si por la red de complicidades que tales peces gordos poseen o porque los de más arriba –entiéndase del ejecutivo federal hacia abajo– no pueden lanzar la primera piedra so pena de que esta se les devuelva de mayor tamaño. Acusaciones que al presidente nacional del PRI, el señor Beltrones, le tienen sin cuidado, ya que afirma que obedecen al momento electoral que se vive, que, como bien se sabe, es todo el tiempo. No solo eso, sino que, de acuerdo con su hipótesis, dijo que el señor Moreira, expresidente del PRI, podía aspirar al puesto de elección que deseara, no obstante su desprestigio de larga data y ser investigado por delitos varios en España. Así se las gastan en el PRI y en todos los demás partidos, solo hay que estar bien informados para saber que esos tipos son de cuidado.

 

Los amigos de partido y simpatizantes de Murat indicaron que, no obstante lo que dijera la SCJN, la candidatura de este iba porque iba. Se apoyaban en que la Corte señalaba en una parte de su resolución que “la vecindad no se pierde por ausencia” –por el desempeño de cargos públicos, podría decirse–, lo que abría la puerta a la candidatura del citado político, quien se desempeñaba como director del Infonavit, institución que sin más se otorga a sujetos cuyo único mérito es ser hijo de un político conocido. Aunque Murat, se lee, tiene estudios acreditados en México y en el extranjero. Tema espinoso este de los estudios porque la usurpación o compra de títulos es muy común en la clase política desde los tiempos del vástago de Miguel Alemán Valdés.

 

De aquel octubre a este marzo ha pasado ya mucha agua bajo el puente. En los 153 ayuntamientos en donde habrá elecciones para renovar concejales el 5 de junio, se ha volcado una avalancha de precandidatos/as, incluyendo a los que van por su cuenta, los independientes, muchos de estos con antecedentes de militancia partidista no siempre honesta. Algo similar ha ocurrido para las diputaciones locales y para gobernador, aunque en ambos casos la lucha ha sido soterrada al interior de los partidos, con lo que ganan casi siempre los ricos e influyentes, válgase decir aquellos que tienen buenos padrinos, con lo cual sus talentos quedan en segundo plano.

 

Es evidente que la inmensa mayoría  de los que pretenden gobernar solo buscan asegurar un salario por los dos años siguientes y, en una de esas, continuar una carrera política en los próximos comicios. Todos ellos tienen un denominador común: prometen mejorar la situación actual, que califican de insostenible, injusta y producto de malos gobiernos anteriores, así muchos de los hoy aspirantes hasta hace poco formaron parte del grupo gobernante. Cuando esto es así, el ciudadano sabe que detrás del discurso está acechando la marrullería, que muchos de los metidos a políticos interpretan como lo que hay que hacer, ya que son sabedores de que detrás de ellos está el respaldo de un padrino que casi siempre es aquel que ejerce el poder –llámese o no cacique–, quien a su vez necesita que alguien le cuide la espalda o limpie la basura que deja.

 

El domingo 13 terminaron las precampañas de los concejales, las últimas del proceso electoral. Viene ahora el registro de los candidatos, que comprende del 29 de marzo al 7 de abril el de los concejales, según el IEEPCO. El periodo de campañas será del 3 de abril al 1 de junio para gobernador del estado; del 23 de abril al 1 de junio, para diputados locales, y del 3 de mayo al 1 de junio, para concejales municipales.

 

Si nos asomamos a la historia de Oaxaca, nos daríamos cuenta de que, de acuerdo con esa historia, debiera ser uno de los estados con mayor índice de desarrollo humano. Ello no solo por su cultura milenaria, rica y variada gastronomía, artes extraordinarias, diversidad étnica y lingüística y un sinnúmero de personajes ilustres que engrandecieron y engrandecen a nuestra patria chica y grande, sino principalmente por su población autóctona. Sin contar con la riqueza de su geografía. En Oaxaca viven 18 grupos étnicos de los 65 existentes en el país. Ningún estado como Oaxaca en cuanto a su riqueza de idiomas. Según el INEGI, 1,165186 personas mayores de cinco años hablan un idioma indígena, esto es, el 34 % de la población. Sobresalen los zapotecas, seguidos de los mixtecos, mazatecos y mixes. El 81 % de los oaxaqueños dijo en 2010 profesar la religión católica, mientras que la media nacional es 83 %.

 

En los restantes 417 ayuntamientos, en donde las autoridades se elegirán por usos y costumbres, las cosas tampoco pintan mejor, la polarización social los ha alcanzado y amenaza el statu quo, que, bien mirado, son cacicazgos largamente aclimatados. Una serie de factores, entre los que cabe destacar las desigualdades en educación, falta de oportunidades, la depredación de los recursos ecológicos  y la pobreza consecutiva a todo ello, refuerzan el círculo vicioso. Así, pueblos y regiones se hallan bajo la égida de pocas familias.

 

Desconozco el tamaño del interés por la democracia del oaxaqueño, pero temo que no es mucho si me guío por las cifras de abstencionismo que se registran en cada elección federal. Igualmente es desalentador –y confirmatorio de lo que digo– ver que muchos oaxaqueños son fácilmente manipulados por los políticos de todos los colores. Pareciera que para el oaxaqueño común y corriente pertenecer a un partido político fuera algo así como adquirir importancia que en otros ámbitos no tiene, es decir, aquello mismo que ocurre con la pertenencia a las religiones, las cuales, por cierto, han encontrado campo fértil en el estado. La explotación de tales condiciones por parte de los políticos debiera avergonzarlos porque Oaxaca requiere de todos para construirlo cada vez mejor, no para aprovecharse y medrar creyéndose, por ese hecho, mejores.

 

Nadie con sano juicio cree que en estas próximas elecciones las cosas vayan a cambiar en Oaxaca. Unos más, otros menos, somos testigos de las mismas estratagemas de los partidos y sus políticos. Por eso se considera improbable que proceda, ante el TEPJF, la impugnación de la candidatura de Murat. No se olvide que hoy por hoy en México las cúpulas de los partidos políticos son quienes acuerdan los términos de cada elección. Y, como todos tienen cola que les pisen, la mejor conducta es quedarse callado. Para colmo, las instancias encargadas de impartir justicia electoral no son independientes, ya que sus funcionarios les deben el puesto a dichos partidos y líderes. Solo así se explica que al Partido del Trabajo (PT) –que se ostentaba como de izquierda– se le haya revivido en las elecciones extraordinarias de Colima, en donde se alió al PRI. De alguna manera tenía que pagar el gran favor.

 

Ahora el PT en Oaxaca ha hecho una marrullería más: al cuarto para las doce abandonó su alianza con el PRD y el PAN –casi concertada– para contender por la gubernatura con un candidato común. Por supuesto que el PT justificó su salida de dicha alianza para postular a un experredista resentido, se afirma, por no haber sido elegido candidato, pues ocupó su supuesto lugar un expriista. Maniobra similar que en la Ciudad de México quiso llevar a cabo Marcelo Ebrard, pero no le resultaron sus intenciones de “chapulín”. Chapulineo que en Oaxaca vemos a muchos practicar, quizá porque de aquí es tan rico insecto.

 

¿Impugnarán Morena y PRD-PAN esta acción del PT que a claras luces contraviene la ley electoral? No lo creo. Porque, antes de que este asunto y el otro de Murat lleguen al TEPJF, seguramente las cúpulas de los partidos involucrados van a negociar la manera para que ninguno salga raspado. Y, si finalmente se atrevieran a escenificar la obra teatral, el TEPJF no hará nada que afecte los intereses de los querellantes, y todos contentos. Eso mismo hemos visto ocurrir en el pasado, y no hay razones para pensar que esta vez será distinto. Quizá a eso llamen piso parejo: igualdad en trampas. Trampas que el gobernador oaxaqueño actual no pudo evitar hacer al inclinar la balanza a favor de quien no lo tocó ni con el pétalo de una rosa, y sí castigó a quien lo exhibió como corrupto. En México, en política, los amigos deben ser cómplices y zalameros y alcahuetes. De otra manera no se avanza. Si no me creen, consulten cómo hizo Luis Echeverría con Gustavo Díaz Ordaz.

 

Lo cierto es que la elección por la gubernatura en Oaxaca interesa mucho al gobierno federal, quizá más que a los oaxaqueños, ya que muchos siguen pensando en irse a USA. Así que todos los interesados –Sedatu, Sedesol, el secretario de Educación y Gobernación, entre otros– meterán las manos en ella, podrán jurarlo. Y, si bien es cierto la política es negociación, la que en México habitualmente se hace no es de cara a los electores, sino  a espaldas de ellos, lo que afecta sus intereses. De la CNTE en otra ocasión hablamos, ya que a esta hora nadie sabe a ciencia cierta qué papel jugarán en las elecciones, por lo que se oyen voces en el sentido de que piensan, como hicieron en las de junio pasado, boicotearlas para favorecer al PRI, ya que, dicen las malas lenguas y malquerientes de la CNTE, desean de regreso al poder a su antiguo jefe José Murat. Esa es la razón de su beligerancia actual, dicen. Al tiempo.

Complicidades electorales

Juan Henestroza Zárate

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