Como ciudadanos constitucionalmente gozamos de derechos que han sido ganados la mayoría, si no es que todos, a través de luchas por causas justas y el reconocimiento de cada una de las garantías individuales a través de acuerdos internacionales y recomendaciones por parte de organismos internacionales.
Actualmente, en nuestro país podemos enumerar uno de los atropellos más graves a la Constitución Política de 1917 porque le han hecho modificaciones, mandatos y directrices de organismos como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, los cuales se encargan de administrar el capital de los grandes grupos de poder económico y político de los países con mayor rentabilidad y con los medios suficientes para aplastar a países “en desarrollo”, como ellos mismos los han llamado, y poder tener el control en todos los ámbitos de dichas naciones.
Hoy en día, el país vive una de sus peores crisis, aunque nos prometieron mucho con todas las reformas estructurales (porque solo modifican las estructuras sin cambiar el fondo, destino, rumbo de lo mal que se encuentra el sistema político-económico, sino solamente maquillan con buenas intenciones sin trastocar el verdadero mal dentro de las instituciones gubernamentales y empresariales): que ahora sí México saldrá avante ante los retos que se tienen y que muchos de ellos siguen siendo igual que hace 100 años, en la postguerra revolucionaria, con graves descontentos por la mala repartición de la riqueza natural y material.
En nuestras comunidades, en las diferentes regiones de nuestro estado de Oaxaca, podemos palpar en lugares no tan alejados de las grandes urbes localidades en el olvido, que el progreso tan prometido, tan trillado en cada campaña política, ha sido desechado, pues ese sistema que produce personas llamadas “marginadas” y excluidas ha convenido mantener a esas poblaciones así, en la miseria, en la ignorancia, en la fatiga de trabajar duro día con día sin tener derecho a más.
En el plano municipal podemos encontrar muchas decadencias en varios aspectos sociales y públicos en servicios que le competen a los tres órdenes de gobierno (municipal, estatal y federal), pero, cuando se va a pedir cuentas como ciudadano a que sean cumplidas las promesas de campaña del presidente municipal, se nos es planteado que el gobierno del Estado no ha enviado los recursos para ese ramo. Ahora bien, si el reclamo llega a esas esferas de gobierno, se nos excusa a que el gobierno federal no ha invertido los recursos que debían cubrir esas necesidades y exigencias.
En nuestros municipios podemos encontrar que el progreso del pueblo hace mucho que dejó de ir hacia delante. Trienios pasan y pasan con diferentes personalidades como administrador de una presidencia municipal; cada tres años pueden cambiar el color del partido que los lleva a dicho recinto, pero los proyectos grandes que pudieran impactar se quedan en el camino, en solo sueños guajiros de quienes imaginaron en algún momento mejorar la calidad de vida de su población.
La corrupción y la impunidad son hermanas gemelas, se protegen, se solapan y hasta se aplauden cuando hay hechos descarados de despilfarro en cuentas bancarias que los sueldos de ciertos servidores públicos no tendrían el mismo volumen si solo fueran de eso sus salarios; también los ranchos, las propiedades en la misma población o fuera de ella, porque, al final de cuentas, aunque el pueblo esté consciente, saben que dirá: “Robó, pero sí trabajó”, u otros reclamarán que no hizo nada y solo para su bolsa agarró.
Estas acusaciones son del ámbito popular, por lo que vemos, oímos y se conversa con los paisanos, por los escándalos que se encuentran muchas veces en el centro de atención y que afectan a ciertos personajes. La realidad es que tenemos una sociedad tolerante ante actos tan cínicos y burlescos, porque es nuestro dinero del que se despachan con la cuchara grande y hasta con el cucharón.
Los servicios de salud que reciben en las comunidades a través de los centros de salud y clínicas apenas tienen los servicios básicos; los servicios educativos en infraestructura suelen ser malos y en las agencias municipales hasta deplorables; las obras públicas, por consiguiente, muchas veces mal diseñadas, mal hechas y con material de construcción de mala calidad, por lo que muchas calles de nuestras comunidades aún no conocen el pavimento; de agua potable mejor ni hablamos porque por lo visto es lo mismo que el agua entubada, faltan servicios de drenaje y plantas tratadoras de aguas negras, espacios de esparcimiento social y programas de carácter cultural que promuevan el rescate de los valores e identidad de nuestros pueblos.
Las únicas culpables del abandono en todo lo antes mencionado son la corrupción y la impunidad. Como siamesas, siempre brindan el apoyo total a quien corrompe y se corrompe a sí mismo. Como ciudadanos debemos estar vigilantes siempre de los que dicen velar por nuestros intereses en cualquier ámbito y así protegernos a nosotros mismos para que nuestros pueblos tengan lo que se merecen, grandes condiciones para una mejor calidad de vida, para que siempre haya tranquilidad en donde quiera que nos paremos y la libertad de expresión sea la que encause los caminos y ríos de grandeza a fin de que todos seamos parte de cambios trascendentales, no casarnos con partidos políticos o, si lo hacemos, divorciarnos de ellos si no cumplen nuestras expectativas, sin tener miedo a que nuestra reivindicación sea juzgada como traición por compañeros simpatizantes de tal o cual partido político. Es por eso que tenemos el gran deber y compromiso por cada uno de nuestros pueblos: para que las voces de todos sean escuchadas y las necesidades del pueblo sean cumplidas, no para favorecer solo a grupos de poder, sino a toda nuestra comunidad, pues no vaya a ser tarde cuando ya no tengamos nada por lo que luchar.
Los lastres de la corrupción y su hermana la impunidad
José Enrique Mauleón Medina
Tomada de www.eleconomista.com.mx