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6/3/2016

 

En los ratos que tenía libre, me dedicaba a ayudar a un amigo que se llama Martín en su taller de orfebrería, aquí en nuestro querido Guidxiyaza. Aquella famosa época (en los 80) quedará marcada en la mente de los paisanos por la abundancia que nos tocó vivir. Digo tocó porque aunque sea la colita de aquello nos alcanzaba, dijera mi abuelita.

 

Era el tiempo del melón blanco, conocido en estos rumbos como gota de miel. Casualmente en ese periodo se hizo famoso el padecimiento de la mellitus, conocido como azúcar. Coincidentemente en la televisión pasaban un programa de caricaturas que se llamaba “La abeja maya”. Era también el momento más esplendoroso de los mares y playas. Los pescadores capturaban toneladas de camarón. Las mallas del color moradito que vendía el señor Hugo Ocampo se hicieron famosas en todas las playas ixhuatecas. Todo mundo cargaba su cartera hasta el tope de dinero. Se hizo famosa esa frase entre las taberneras que provenían del vecino estado de Chiapas: “Vamos a Ixhuatán a quitarles un poco de dinero a esos canijos”, refiriéndose a la abundancia que había.

 

Muchos meloneros y pescadores eran los reyes de muchos lugares, incluyendo las cantinas. Aquí puedo comparar el derecho que les concedían los señores a las queridas con las de sus esposas. También les tocaba un poco de dinero. En fin, se vivía súper de lujo en mi pueblo en ese entonces. Por supuesto que mucha gente presumía y hacía gala de sus joyas de oro, donde el taller del amigo Martin era uno de los preferidos por la calidad de trabajo que se ofrecía.

 

En el taller ya había aprendido a realizar las tareas primordiales, como recocer, fundir, estirar, tomar medida de anillos, etcétera. Pero lo más difícil, y que diferenciaba de un joyero del otro, era la aleación perfecta para los trabajos (oro-plata-cobre). En ocasiones repetidas escuchaba a mi patrón preguntar a sus clientes:

 

–¿Para dónde se va esta chambita, amiga? ¿Para aquí o para Coatza?

 

Me llamó tanto la atención que le pregunté:

 

–Bueno, patrón, ¿y por qué le preguntas eso a tus clientes?

 

Él me respondió con una sonrisa:

 

–Mira, chalán: si es para aquí en Ixhuatán, le voy a poner poco oro y más cobre para que rinda; y, si es para Coatzacoalcos, pues ahí sí va a llevar más oro por la salitre.

 

Ahora comprendo por qué se marca de verde el cuello de algunas personas cuando usan cadenas hechas con bastante cobre.

 

Una tarde llegó una señora a realizar un trabajo. Se trataba de una cadena de oro estilo italiano. La quería de 25 gramos. Ella pagó por adelantado, y el patrón había quedado formalmente de entregarle el trabajo dentro de tres días, cosa que jamás cumplió porque también andaba enloquecido con la abundancia de aquellos años –hasta andaba enqueridado–. Pasó el plazo de entrega, y la señora se presentó al taller. El que comió el insulto fui yo porque el patrón tenía tres días de andar en la parranda, así que tuve que hacer el valor y comenzar a realizar el trabajo por mi cuenta. Terminé el collar y, para colmo, en ese momento apareció el patrón y recibió otra chamba y cobró. Igual siguió en la parranda.

 

Propuesta: es triste y lamentable que nuestras paisanas estén perdiendo el oro que las engalanaba. Mayormente son empeñadas con agiotistas que cobran un porcentaje muy alto de interés, además de las casas de empeño que embaucan a las personas y con mentiras se llevan el oro del pueblo, con lo que saquean el único patrimonio que les queda a las personas de escasos recursos. Esto lo hacen (el empeño de sus joyas) preferentemente por salir de un apuro o porque tienen a un hijo estudiando. Aquí propongo que se forme una caja de ahorro y préstamo solidario para apoyar a nuestros paisanos de escasos recursos. ¿Qué nos cuesta, amigos, realizar entre todos un baile de la Candelaria, y lo que se reúna de ganancias se destine a la creación de dicha institución financiera? Difícil propuesta para los ambiciosos.

Cuando la ixhuateca usaba aretes y collares de oro

Clemente Vargas Vásquez

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