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Pasan los años y el maniqueísmo político no solo no desaparece, sino que se agudiza aun más en muchos ixhuatecos. Las prácticas y actitudes sociales de hace dos décadas siguen presentes en los ciudadanos del pueblo de hojas cual fanatismo religioso o pasión futbolera.

 

Quienes ahora son parte de la oposición bailaron sin cesar la danza de la lluvia y llenaron de veladoras a Tláloc para que este dejara caer una tormenta que durara, por lo menos, desde el 13 hasta el 18 de septiembre. Por el otro lado, los ahora oficialistas señalan de desequilibrados a sus adversarios y descargan toda su ira en cada oportunidad que tienen como venganza o reproche del pasado.

 

Los primeros aguardan sigilosos el momento para atacar o demeritar el trabajo actual, mientras que los otros utilizan sus dispositivos discursivos para hacer énfasis en que son los exorcistas que el pueblo necesitaba y vinieron a exterminar a los viejos gánsteres. Todo en esos términos, en blanco y negro, en buenos y malos, en héroes y villanos.

 

¿Por qué reducir una realidad tan compleja en estos extremos? ¿Por qué pensar una sociedad como un yin yang y relegar una diversidad tan grande de matices? Se supone que el Medievo se llevó esta visión tan limitada del mundo, que, como sujetos de la era de la información, tenemos distintas herramientas a nuestro alcance para transgredir las arcaicas formas de entendimiento a nivel filosófico, político y sociológico. ¿Cómo es que, entonces, seguimos actuando como gnósticos del siglo III?

 

No me sorprende que esta actitud prevalezca en las élites, en las pequeñas cúpulas de ambos bandos (lo cual entiendo, pero no justifico; sin embargo, he aprendido a comprender los fenómenos sociales como en efecto suceden y sin tantos preceptos éticos desde sus estructuras internas), pero lo que aún no deja de asombrarme es que dichas formas de acción se encuentren tan arraigadas en muchos ciudadanos de nuestro pueblo.

 

Resulta increíble a mi entendimiento presenciar este espectáculo en el que la “izquierda” y la “derecha” ciudadanas tratan de destruirse, de erradicarse, de objetivar al otro como la personificación del mismo demonio.

 

Lo peligroso de esta dualidad recae en que el concepto de interpasividad del filósofo marxista Slavoj Žižek se ve materializado plenamente con estas disputas, en estos términos, en nuestro pueblo: cambiar algo para que todo siga igual. Existen problemas mucho más graves que el aniquilamiento del otro y, sin embargo, esta obsesión nos atrapa y nos impide entablar un diálogo con el de enfrente.

 

El país se cae a pedazos y se nos está yendo de las manos de forma dramática, a nivel nacional estamos regresando a un centralismo y un autoritarismo de estado más fuertes que los de los 60 pero con nuevas formas de operación. La nueva administración nacional le lleva, según datos del Semanario Zeta, más de 14 mil muertos de ventaja por homicidio a la de Felipe Calderón en sus primeros 20 meses de gobierno a pesar de que este último tenía una guerra abierta contra el crimen organizado para legitimar su mandato.

 

Michoacán es un estado fallido en el que “La Tuta” se ríe de nuestro sistema de justicia y tiene vueltos locos a nuestros políticos y ha evidenciado la podredumbre en las entrañas mismas del poder político, que ni tiempo de festejar la captura de “El Chapo” tuvieron.

 

Pareciera que entre Gabino Cué y Miguel Ángel Mancera se traen una competencia por ver quién es el peor mandatario en la actualidad en México y quién le hará mejor el trabajo al PRI para recuperar esos mínimos espacios que le hacen falta.

 

Y, sin embargo, las portadas de los medios tanto nacionales como internacionales se burlan de nosotros con el “Saving Mexico”, al momento de que una revista británica declara que Luis Videgaray es el ministro de finanzas de 2014 sin que considere relevante que Hacienda baja las expectativas de crecimiento del PIB cada vez que puede.

 

Ante todo este panorama, no deja de resultarme increíble que nos dejemos llevar por nuestras pasiones en el pueblo y nos presentemos como caudillos de los grupos de poder. Veo urgente la transgresión de esta forma tan insípida de entender nuestro entorno, pues la realidad de Ixhuatán exige un diálogo menos sesgado entre todas sus partes, pero, si ni un sector ni el otro quiere ceder, seguiremos discutiendo bajo los mismos esquemas obsoletos que en nada contribuyen para mejorar nuestro pueblo.

 

Ah, se me olvidaba: si tienes alguna objeción que hacer, espero que no se trate de la eterna falacia ad hóminem sobre mi ascendencia, ya que, si así lo hicieras, en lugar de refutarme, estarías dándome toda la razón en lo que planteo. Dialoguemos sin prejuicios, es lo más sano.

¿Cuándo vamos a madurar?

Michael Molina

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