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Tenía aproximadamente 16 años. Mi madre estaba a cargo de la quinta La Gloria, que anteriormente fue propiedad del maestro Clemente Matus Ruiz. Todos en Ixhuatán sabemos la ubicación del predio: se encuentra del otro lado del río Ostuta, rumbo a San Francisco del Mar Pueblo Nuevo. Dicha propiedad pasó a ser de la doctora Graciela Matus Morales, hija del maestro Clemente. Mi madre fue administradora del mismo por varios años, con lo que nació una relación de amistad entre ella y la doctora Graciela, por lo cual conviví con los hijos de esta y pude conocer personalmente a don David Cortés Monsalvo.

 

El tiempo que estuve cerca de don David lo vi de pie, con una mirada seria que imponía respeto, con un corazón noble y humilde, tez blanca y cejas pobladas, así lo conocí. Posteriormente lo volví a ver, ya en su silla de ruedas porque había sufrido alguna complicación de salud que lo llevó a pasar sus últimos días en esa situación.

 

Desde muy pequeño escuchaba a personas del pueblo decir que en Ixhuatán había un señor que era chingón representando a seres humanos, animales y otras cosas con solo usar un trozo de madera. De igual forma, escuché decir a una señora: “Seguro a mí me dibujó, ¿ja?”, haciendo referencia a una escultura que se encontraba tallada sobre uno de los restos de un árbol de huanacaxtle ubicado en la propiedad conocida como La Luna y que se trataba de una persona lavando ropa en el río con los senos descubiertos.

 

Un día que acompañaba a la doctora Graciela, mientras hacía la limpieza de su consultorio, vi llegar a personas interesadas por la escultura de Don Quijote que don David había esculpido anteriormente y la cual se encontraba en la casa de La Luna. Decían que se lo iban a llevar a una ciudad y engalanar así el centro de un parque. Don David fue español; por cuestiones del destino, pasó su vida aquí en Ixhuatán; fue un hombre con un talento nato para esculpir y transformar el tallo de los árboles en verdaderas obras de arte.

 

“Pero mira cómo lo dibujó, jahá. Igualito a mí”, escuchaba a una señora de la Cuarta Sección muy emocionada porque decía que ella lavaba ropa ajena todos los días y estaba segura de que se trataba de su fotografía retratada en el tallo de la madera (misma que el escultor famoso había tallado), que  se encontraba a unos metros de  la riviera del río Ostuta.

 

La mayoría de las personas que fuimos a bañarnos al río Ostuta, concretamente en el paso La luna, podemos constatar que contemplamos varias figuras de las que les he mencionado; unas se deterioraron con el paso del tiempo –que no perdona nada en su recorrido–, otras, como la de Don Quijote, se han de encontrar en algún lugar del mundo, adornando y ocupando un lugar muy especial en alguna parte.

 

Reflexión: don David Cortés Monsalvo esculpió a don Benito Juárez y lo donó al ayuntamiento municipal. Durante mucho tiempo engalanó al parque central, que lleva su nombre, solo que, por la ignorancia de algunos, esa bella obra de arte yace actualmente detrás de la comandancia municipal, pues se desconoce el alto valor cultural que ella representa para este bello Guidxiyaza. Por lo anterior, hago a través de este medio una invitación a quien corresponda para buscar una alternativa a fin de que don Benito Juárez sea colocado en su lugar de origen. Desafortunadamente, un alcalde del pueblo permitió que se construyera en ese lugar la torre de Televisión Azteca.

El día que conocí a don David Cortés Monsalvo, escultor de primera

Clemente Vargas Vásquez

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