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A ta Rodrigo y na Caritina,

inspiradores del movimiento que terminó llamándose ATEI

y principales gestores para la apertura

de la secundaria general Alfonso Luis Herrera

(así lo cuentan los más viejos,

que no sabían escribir, pero vivieron la historia).

 

Sucede que, cuando los imbéciles hacen la guerra, existen partidarios de la guerra, estos, si no saben las causas y los resultados de la guerra, se vuelven imbéciles instrumentos de una guerra imbécil.

 

Así contaron los más viejos, los de gran experiencia, dejaron estos cuentos, mitos-leyendas, para que los más jóvenes no cayéramos en la misma estupidez.

 

Contaron, pues, los abuelos de nuestros abuelos que, hace mucho tiempo, los egoístas, los avaros, los de corazón miserable o como les podamos llamar, se juntaron para planear cómo hacerse dueños de lo que los otros tenían.

 

Muchos días pasaron, como una su asamblea hicieron y se pusieron mesas de trabajo. Ahí estaban con café y Coca Cola, con vino y tabaco, con todo lo necesario pa’ no dormir, que sea, pa’ mantenerse al día con todas las propuestas. Ya después de muchos días, risas tenían:

 

  • Ja -se decían-, listo está nuestro plan.

  • Estos pobres tontos  nin saben que ya no son dueños de donde viven.

  • Pobres ignorantes sin escuela.

  • Saber dónde se van a ir a vivir.

  • Si hubieran ido la escuela, nin estarían sufriendo.

 

Y muchas cosas más se platicaban.

 

Sucedió, entonces, que empezaron a realizar su plan, se hicieron candidatos y se hicieron asesores de diputados y diputadas y presidentes y gobernadores, que sea, se tomaron el poder. Y empezaron a mandar detrás de los que mandan.

 

Entonces fue que se hicieron muchas reformas y se echó tierra sobre los logros que se habían ganado en las luchas, movimientos y revoluciones.

 

Dicen las abuelas que, ya cuando habían logrado todo, la gente, que no mero es pendeja, se dijo:

 

  • Bueno, ¿caso una ley justa te obliga a que dejes la tierra que cuidaron tus abuelos y abuelas por muchos años para que ahora te niegue de comer?

  • No justo es que ahora, cuando tu pueblo sabe hacer grandes empresas fuera, ahora tiene que pagar pa’ que otros vengan a hacer los que sabes.

  • Cierto, ¿cómo es que Pemex construyó en España una su fábrica de petróleo de alto nivel y ahora son los españoles que lo van a hacer en México?

  • Bueno -se dijo alguien-, es que, ahora, en España están empobrecidos, no les funcionó su forma de gobernar y esos andan de asesores de los presidentes en México.

  • Una su revuelta hay que hacer.

 

Pero, mientras tanto, allá, los de arriba, que sea, la gente del dinero y que desde su edificio hace cuentas y cuentos, se decía:

 

  • Si ellos, los ignorantes indígenas que van en último lugar en el examen que les pusimos, quieren hacer guerra, vamo a ver cómo hacen su guerra y les vamo a demostrar cómo mero se hace una su guerra bien hecha.

  • Vamo a decirles que, si no aceptan, son bandidos y delincuentes.

  • Bueno, vamo hacer leyes secundarias

 

Y fue así que el mejor estúpido márquetin de televisión se hizo presidente de todos los pendejos.

 

Entonces nombraron gentes entre los pueblos que de por sí luchan pa’ que el pueblo salga adelante y lo fueron visitar.

 

  • Ta bueno tu lucha -le dijo un amigo-. Yo te apoyo. Vamo luchar.

  • Ta bueno, compadre, pero, mira, esa mujer que anda allá en la lucha ta bueno lo que hace, pero, mira, corrupta es ella, se fue a Europa a una su gira, cuánto dinero trajo, ¿dónde está su dinero? Ella solita lo gasta.

  • Mira, amigo, ese otro escribió un su libro, ¿dónde pagó ese libro? Dinero recibió de las Europas. Pura gente corrupta son.

  • Nosotros vamo hacer nuestra revolución limpia, vamo decirlo esa verdad a la gente.

 

Desde ese día, dicen las abuelas, los más luchadores empezaron a hacer una guerra contra los mismos que trabajan por el pueblo, que sea, infiltrados. Se hicieron instrumentos del dinero para deshacer la lucha justa y apoyar la guerra imbécil.

 

Desde ese día, se cuenta que en el movimiento social, los de abajo y a la izquierda, nin se ponen de acuerdo y se acusan unos a otros de lo que les dijeron que hacían, y, entonces, dicen los abuelos que el pueblo empezó a perder.

 

Allá arriba, los de mero arriba se ríen.

 

  • Nin bala disparamos y vamos ganando.

  • Nin una amenaza se necesita pa’ que ellos no quieran organizarse.

  • Qué pendejos son que hacen guerra entre ellos.

 

Y, desde ese día, hay muchos imbéciles.

 

  • Aquellos que, adueñándose de lo que no cuidaron, quieren acabar con todo, pero no sabe su cabeza, no comprende, que de esa tierra que destruye es donde se produce lo que comen, por eso son grandes imbéciles.

  • Aquellos que no saben nin qué pasa pero acusan a los pobres organizados de ser imbéciles que no aceptan el desarrollo. No saben que, acabando la tierra, ya no hay dónde vivir.

  • Y hay aquellos que saben que un proyecto de desarrollo extractivo es malo pero pelean contra los que, igual que ellos, defienden la tierra.

 

Por eso es que la gente no se pone de acuerdo y, hasta el día de hoy, van matando, mintiendo mentira ajena, destruyendo procesos y acusando que los otros no tienen razón.

 

Así es que nacieron los imbéciles que se hacen la guerra y nacieron los imbéciles que hacen la guerra a favor de los egoístas.

 

También dicen los abuelos y abuelas que va surgir un nuevo tipo de gente que, dejando a un lado la imbecilidad, va a empezar a defender la vida, que sea, va a cuidar y reproducir lo que los más viejos y viejas cuidaron por muchos siglos, aquellos que resistieron a la invasión, aquellos que pensaron qué se va a hacer después de esta guerra imbécil contra los pueblos indígenas.

 

Por eso, opino que debemos abrir los ojos y ver qué queremos, qué necesitamos realmente y cómo podemos cuidar la naturaleza que nuestros más viejos ancestros cuidaron para seguir viviendo un poco más.

 

Además, las mineras, salineras y eólicas son proyectos inventados por imbéciles que no saben que nosotros cuidamos el mar y la tierra porque de ahí vivimos y que sus inventos traen la muerte.

De la guerra de los imbéciles a los imbéciles de la guerra

Manuel Antonio Ruiz

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