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El fenómeno de lo político y la democracia ixhuatecos a menudo resultan ser el reflejo de lo que sucede a nivel nacional. La apatía y el desentendimiento de las obligaciones y responsabilidades que, como ciudadanos, cada individuo debería tomar son factores que obstaculizan el camino hacia una sociedad más justa, inclusiva y en la que efectivamente se manifieste el poder del pueblo. A decir del filósofo esloveno Slavoj Žižek –quien retoma el planteamiento del también filósofo Jacques Rancière­–, lo propiamente político se da cuando los pertenecientes al demos no solo exigen que su voz se oiga frente a los gobernantes, frente a los que ejercen el control social, sino cuando los primeros se postulan como los representantes, los portavoces, de la sociedad en su conjunto.

 

Si bien la democracia es una mera categoría de análisis que permite pensar las distintas sociedades, el ejercicio democrático sí puede ser concebido y puesto en práctica por los sujetos y las redes que estos crean. Lo anterior, debido a las carencias que se presentan dentro de la vida pública de Ixhuatán. Tal y como sucede a nivel federal, los procesos electorales son eventos complejos que provocan una interacción y modificación dentro del orden social. Cada tres –en el caso de las elecciones municipales– o cada seis años –en el de las estatales o nacionales­­– las diversas preferencias partidistas se ponen de manifiesto de manera explícita. Este fenómeno es para nada sencillo, pues las decisiones que ahí se tomen tendrán repercusiones directas en la vida de cada uno de los ciudadanos. En el pueblo de hojas las tensiones son muy evidentes: campañas a favor y en contra de cada candidato y los sectores que lo apoyan, enfrentamientos directos e indirectos entre los simpatizantes y militantes de cada fracción, enemistades que crecen o se generan dada la discrepancia de ideas en el debate, acusaciones clasistas, reclamos de poder, aspiración a romper el statu quo, adjetivaciones, mentadas de madre, alianzas y una multiplicidad de estrategias propias de esos momentos coyunturales.

 

El planteamiento central de este escrito consiste en analizar el (los) momento (s) posterior (es) al proceso que termina en las urnas: ¿qué sucede en la vida propiamente política del Ixhuatán postelectoral? Tomando como directriz la postura de Žižek presentada en la introducción de esta columna, en este pueblo emergen grandes carencias y contradicciones en lo referente a esta esfera, pues pareciera que la percepción sobre el alcance del poder social se termina en el sufragio trienal o sexenal y se procede a dejarle toda la responsabilidad a quien fue elegido en los comicios. Si bien es cierto que nos regimos bajo una democracia representativa, esto no conlleva, en lo absoluto, al abandono del interés y el involucramiento de los ciudadanos en lo que refiere al orden gubernamental. Proceder de esta manera produce riesgos y vicios en todos los niveles de gobierno: desde la arbitrariedad presidencialista hasta la irresponsabilidad individual.

 

En una parte importante, el ixhuateco abandona el ejercicio político en su sentido estricto, se aleja de la acción pública que produce el óptimo desarrollo común, se limita a acatar disposiciones y a aceptar implementaciones. Si un presidente municipal no cumple con sus promesas de campaña, el poblador se limita a lamentarse por la decisión sin hacer algo al respecto. En pocas ocasiones se ve a un pueblo vigilante de lo que quienes ejercen su representación deciden.

 

El ejercicio democrático, por definición y aplicación, no “aparece” cada tres o seis años. El ixhuateco necesita involucrarse en la vida política todos los días, caminar junto con las autoridades en busca de las mejores vías en pro de la sociedad misma, vigilar a sus representantes, corregirlos, hacerles sugerencias, señalar los errores, presentar propuestas, tomar la responsabilidad de lo que sucede en su pueblo para emprender el camino hacia el bienestar colectivo. El autoritarismo se contrarresta con acción pública, la partidocracia se transgrede con exigencia ciudadana, el abuso de poder se enfrenta con un contrapeso social que observe y cuestione constantemente a sus dirigentes para exigir verdadera gobernabilidad en un espacio.

 

Esta plataforma responde a ese compromiso social que cada individuo tendría que adoptar, replantea el panóptico situado en las hegemonías que vigilan a las masas para reubicarlo y que ahora sean las masas las que vigilen los centros de poder. Porque lo que menos le interesa al grueso de los ixhuatecos es verse representado por la izquierda, el centro o la derecha, sino que quien dirija las riendas de la población cumpla con sus funciones de procurar un mejor porvenir para los ciudadanos.

De la incultura política ixhuateca y la necesidad de un panóptico social

Michael Molina

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