No hay ningún Dios. Soy ateo.
Stephen Hawking
Cada que se acerca la celebración de la Candelaria, escucho siempre las mismas discusiones y los mismos argumentos. Unas sin razón y otras en igualdad de condiciones.
Unos concluyen que debe haber unidad alrededor de la virgencita, otros que la mayordomía debe ser única porque la religión es única y verdadera. Ambos me asustan, espantan, y veo ese discurso rancio y caducado en priistas de viejo cuño (los que aún militan en ese partido por así convenir a sus intereses) y los nuevos, que les da pena decirlo que lo son y para eso inventan nombres como de revolucionarios democráticos (¿existen?) o para regenerar la nación otros. Los nuevos hoy se visten de izquierdas y se proclaman la salvación del pueblo bueno. Bonita su gracia.
Para los nacidos bajo el signo de estas tempestades religiosas y políticas como yo, toca el turno de llegar a documentar nuestros engaños y extravíos.
El 9 de noviembre (documenta Juan Henestroza) ocurre la expulsión de los sacerdotes jesuitas. Adolescente yo, vi pasar frente a mi casa a la turba enardecida rumbo al campo Pirata para linchar a unos "revoltosos" que también tenían como oficio la de ser "curas". Como hasta hoy, esas turbas no solo las veo con desconfianza (documéntese en lo que hicieron en el pueblo de Canoa en Puebla) o las que bajo el pretexto de "vivos se los llevaron y vivos los queremos" medran y se pelean del botín en cuanta caseta de cobro existe al sur de México, que según para los padres de los desaparecidos y que se documenta, de esos pesos, ni un centavo cae en los bolsillos de esas sufridas personas.
Pues la turba tomó por asalto iglesia y casa de estos curas bajo la insidia de promover la concupiscencia, la fornicación y, de paso, andar alborotando a cuanto pobre con eso de la liberación no solo del alma, también del cuerpo. Y eso, ni lo mandara Dios y el partido, que, como todo asunto de dictaduras, la unidad es una entelequia usada para justificar cuanta fregadera en nombre del bien común.
Los pecados a modo de prueba, ahora lo sé, pues unas muestras médicas y, se dijo, "publicaciones pornográficas" eran razones para que la turba exigiera sus salidas y que regresaran sus acomodaticias razones al pueblo. Dos razones muy suficientes para justificar la venganza y el berrinche de los del poder. Que son los del dinero a su vez.
Pues digo berrinche porque la desgracia de esos empleados de Dios fue permitir casar primero a una pobre de la Cuarta Sección antes que a una Toledo Matus; ese atrevimiento sacó de sus casillas al padre, quien, iracundo, espetó al cura, en su lógica, aquello de: "Esas son chingaderas". Porque las flores y los arreglos corrían por su cuenta y las cámaras betamax ya estaban listas para filmar tan bello encuentro y, por sus pantalones, que por ser de mejor factura, estaban por encima de aquellos pobretones que con el empleado de Dios se atrevieron a molestar la sacrosanta tranquilidad de sus cacicazgos. Y, pues, esto sumó a las ganas que ya les traían por atreverse a "blasfemar" contra ellos, cuando deberían dedicarse a los "asuntos de Dios", que al final son asuntos de los humanos.
Pues a estos jesuitas, a quienes respeto por ser muy cultos (de las religiones ni hablamos, esas son como purgante para mí), se les fue el alma en esa tarde-noche de desvaríos y terminó tomada y sitiada la iglesia y después los del poder se cobrarían ellos en el presidencia municipal, la vela y cuanta cosa pudiese darles división.
Los del poder se cobraron viejos rencores que venían desde el conflicto por la secundaria, la lucha por la presidencia municipal -que pasaba por sus cacicazgos- y, de paso, aplacar a aquellos alborotadores que venían "contaminados" de Juchitán y la COCEI (ni lo mande Dios y el partido) y asumirse en una supuesta ala democrática dentro del mismo grupo de poder.
Hoy conviven dos mayordomías (y las que se quiera), y a muchos disgusta. Pueden tener razón y no. A nadie le gusta que las divisiones sean por el poder y religiones. A los que pensamos que ahí no está la causa para plantear la reconciliación (no unidad) creemos que, si hay 2 o 20 mayordomías, no debiese ser motivo para la discusión, total las velas son festividades agrícolas (la nuestra celebra al chahuite y los vientos), apropiadas por los católicos después. El punto es encontrar y develar las causas de nuestro desastre (no la verdad histórica, esa no existe) y trabajar, cada quien y cada cual con su ideología, en reconciliarnos y encontrarnos para, ahora sí, buscar el bien común. Que mucho tenemos que corregir para que el futuro del pueblo sea sostenible.
Que si hay de ricos y de pobres, esa insidia también la heredaron aquellos que, con el poder en mano, se espetaron esa falacia y hoy siguen muertos de la risa, sabiéndose que pueden brincar de partidos, religiones y hasta de consignas, desmemoriados ellos, valiéndose de nuestra cortedad de miras.
Señalar la causa de aquella tarde-noche de noviembre es un buen paso para desmantelar discursos, relaciones rotas y exilios que a ixhuatecos costó y cuesta hoy. La vela es más que una fiesta norteña del 31 de enero. La vela somos todos, si queremos mantener viva las tradiciones agrícolas que confluyen en esa fiesta. La regada es una de ellas, lo demás es un feo espectáculo que recuerda a una función cualquiera en una estación de radio grupera.
¿Y las enramadas, apá?
Pante:
Estoy de vacaciones y de fiesta en mi pueblo. Así que mi colaboración semanal la retomo hasta el 12 de febrero. Si tengo licencia, y el colesterol me lo permite.