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Wolfgang Sachs coordina y publica el Diccionario de Desarrollo, una Guía del Conocimiento del Poder, que llega a México hasta 2001.

 

Desgaja con un círculo de amigos las palabras e ideas con las cuales se ha mantenido el sometimiento de los pueblos. Es el mecanismo por el cual se ha introducido el síndrome de Estocolmo.

 

Aprendimos a querer a los que vinieron con la ayuda internacional y produjeron las grandes deudas externas. Fue el momento en el que nos colocaron la etiquetas de pobres y de que necesitamos la ayuda de otros para alcanzar el progreso y después el desarrollo mediante sus protocolos para la expansión para salir de la pobreza. Decretaron el reino de la escasez, que solo ha crecido cada año.

 

Cuando una palabra pierde vigencia en la aplicación del poder se utiliza otra como ciencia, desarrollo, Estado, igualdad, necesidades, nivel de vida, progreso, recursos, participación, entre otras más. Últimamente se han usado los términos blindaje o seguridad. Ambos ligados. Blindaje, para decir que el Estado tiene previsto todo, y seguridad, para meter miedo y controlar a la población.

 

Revisando listas, en cada época hay gente que no se la cree y empieza por dudar y luego levantar la voz en torno a esos vocablos y sus acciones directas; ellos y ellas son quienes aparecen sancionados; que sea, violentados; que sea, golpeados; que sea, asesinados o desaparecidos.

 

El Sol y la Luna llegaron a presentarse a la asamblea que alcaraván, Aries, los primeros abuelos, tortuga e invitados sostenían. La asamblea iba creciendo por los datos y reflexiones que se tenían, así que intervinieron para dar su palabra.

 

La violencia también se convierte en un vocablo prohibido, dijo Luna, y en nombre de la no violencia se exige a las grandes minorías, que juntas pueden convertirse en mayorías, a vivir la violencia con el nombre de resistencia.

 

La no violencia, dijo su maestro (Gandhi), es un tipo de violencia pero con un grado menor. Sentarse en una calle y dejarse golpear y arrastrar por el policía, el militar, el represor es no violencia activa, es decir, un grado mínimo de violencia, la cual solo es posible para quien es fuerte; los débiles, dijo el maestro, responden con la misma violencia; solo los fuertes, los de carácter, son capaces de resistir.

 

Se resiste la violencia, dijo el dios rayo, cuando, en contra de todo el aparato de comunicación, se construye una clínica que va a dar el servicio, que le es posible dar en la selva, con los medios que dispone y sin aceptar la benevolencia del Estado represor.

 

Los que se sienten con poder, exclamaron los espíritus de Oaxaca 2006, sienten violencia cuando su incapacidad se demuestra con una acción realizada por los sin rostro, sin nombre, los paria, los esclavos, la plebe, mientras para los de abajo significa resistencia. Se resiste a la violencia cuando se construye una escuela comunitaria en el campo o la ciudad sin la intervención del Estado benefactor y esa escuela responde a las necesidades de los marginados, los explotados y los empobrecidos y, aún más, sale más barato que la escuela pública.

 

Ya no era posible saber quién hablaba porque uno a otro tomaba la palabra:

 

–Se resiste a la violencia cuando el Estado te empobrece y te niega el derecho al trabajo y al descanso. La no violencia viene cuando el empobrecido es capaz de sentirse ser humano, hombre-mujer, y es tan violento que se aventura a ver al otro empobrecido como otro y le tiende la mano no para ser dos pobres, sino para hacerse un fuerte y se inventan un trabajo que les permita vivir.

 

–Mientras las sociedades insistan en responder al Estado con su misma violencia estaremos desgastándonos. Perdemos tiempo cuando devolvemos al policía el gas pimienta que nos arroja, nos desgastamos cuando regresamos un cohete ante el tanque de guerra que nos ponen enfrente– dijo otra voz.

 

­­–Es violencia no permitir que el Banco Mundial se apropie del corredor biológico mesoamericano. Es violencia que los zapotecas del Istmo no dejen en paz a las transnacionales eólicas y mineras con las que se comprometió las tierras de cultivo y quitarles de las manos contratos firmados de manera amañada– indicó alguien más.

 

–Todo esto es violencia, pero es lo mínimo que se puede hacer.

 

No es que yo, comentó alcaraván como queriendo cerrar, no es que yo sea un violento al pescar por las noches y comer un animalito que está a mi alcance cuando tengo hambre. Porque, si no lo hago, me muero. Violencia es hacer un granero donde deposite lo que no necesito para vivir o donde deposite lo que hará que viva mejor que los demás y a costa de la pobreza de los demás. En ese sentido, no es violencia lanzar un cohete de pólvora a una tanqueta de guerra, no es violencia apedrear o golpear a un secretario de Seguridad Pública que tiene un ejército de adiestrados golpeadores. No es violencia derrocar un gobierno represor: es lo mínimo que podemos hacer para vivir.

 

Emocionada, Aries, afirmó:

 

–La vida en cuanto vida puede entenderse como violencia o como proceso. De la manera en que se tome, será la vida quien reconstruya la vida.

 

Y cuentan los más viejos que ellos, esa gente, los que no se nombran, fueron contratados para fuerza de seguridad de los funcionarios mineros y eólicos.

 

Nota final: si no nos violentamos a nosotros mismos, los otros ejercerán violencia en nosotros. ¿Cómo lo hacemos? A ver si hay chance de escribirlo la otra semana.

De violencia a violencia

Manuel Antonio Ruiz

Tomada de www.antoniomaestre.wordpress.com

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