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22/3/2016

 

¿Qué poemas nuevos
fuiste a buscar?
Una voz antigua
de viento y de sal
te requiebra el alma
y la está llevando,
y te vas hacia allá,
como en sueños dormida,
Alfonsina vestida de mar.

Letra: Félix Luna  
Música: Ariel Ramírez

Cantada por Mercedes Sosa

 

Así lo contaron los hombres y mujeres que lo vivieron. Así lo han contado desde muy antiguo los abuelos y las abuelas de nuestras abuelas, los más viejos; los que, volando su corazón, viven en los grandes árboles que circundan el río, que circundan el pueblo, que se hacen cuidadores de nuestro territorio.

 

Cuentan los de más antes, los binnigula´za´, que mero el Domingo de Ramos, o el Martes Santo, los hombres y mujeres del Guidxiyaza van al panteón; tempranito lo garran su escoba, lo garran su coa, su machete y van limpiarlo el panteón, a regar mucha abundante agua.

 

Ya para la tardecita o noche, garran su flor y su veladora y su comida y su bebida y van a hacer fiesta con las memorias del pueblo. Van a devolver la visita que recibieron el 2 de noviembre. También es la fecha en que los vientos empiezan a disminuir hasta desaparecer. También se va a pedir permiso para renacer con Xhunaxhidó en Nizadó.

 

Cuentan ellos y ellas, los más viejos y viejas, que, como a eso de la madrugada, rondaba por ahí un vientecito que andaba apangando las veladoras en el antiguo panteón; iba y venía el vientecito, rozaba los rostros, removía los cabellos, apagaba las velas, levantaba una que otra falda.

 

Llegó el momento en que Teodoro se dio cuenta y se pensó en sus adentros que si se trataba de un alma que se había quedado perdida o que si era un mal espíritu que andaba queriendo hacer daño. Se hizo la señal de la cruz en su cuerpo y se orinó una piedra que llevaba en la mano. Respondía a la antigua creencia con el orín el mal no puede hacerte nada.

 

Ya que iba una su hojita rodando, subiendo, bajando, Teodoro iba detrás, escondiéndose entre las tumbas; ya iba por el medio, por entre las construcciones más antiguas, cuando aquel aire entró a la casa de bóveda de ladrillo, abandonada, y se hizo como si una veladora se rompiera y se hicieran gran llamarada.

 

Entró un escalofrío que se fue desde la espalda hasta el cuello; los cabellos se le erizaron y sintió que alguien le tocaba la espalda. Casi se volvía a orinar, pero esta vez no de valor, sino de miedo. Entonces fue que se le acerca un niño que le dice: “No tengas miedo. Seguro que me vas a conocer. Solo quiero preguntarte unas cosas que me tienen en duda”.

 

Fue recobrando el aliento e intentando no mostrar miedo mientras su corazón palpitaba a 90 pulsaciones por minuto.

 

“¿Qué es lo que te preocupa?”, preguntó Teodoro.

 

“Cada año –inició su discurso el niño– veo tu gente que viene al panteón. Cada año cumple con un ritual. ¿Por qué vienen? ¿Qué buscan? Yo creo que ustedes están tan orgullosos de ustedes mismos, que piensan que nadie les puede enseñar nada. Porque, viniendo al lugar donde están sembradas todas las memorias, no preguntan. La gran mayoría viene a beber, a hacer una fiesta vacía; vienen a perderse y ni caso nos hacen a las memorias plantadas.

 

“Oigo este año –continuó el niño– que hay mucha gente peleando el puesto de ser presidente, de ser el administrador del pueblo y sacar sus mejores esfuerzos para que vean que es mejor que los otros. Ora mismo hay quienes aquí mismo han estado haciendo ofrecimientos; nin respetan nuestra memoria. En lugar de ponerse a pensar ante sus padres y madres y abuelos, cómo habrían sido ellos y ellas si gobernaran, mejor se ponen a comprar votos”.

 

“¿Quién viene comprar voto en el panteón?”, preguntó Teodoro.

 

“Esa gente que viene diciendo que son los mejores líderes en Ixhuatán. Viene a decir que con un su regalito ya con eso es muestra de que van a hacer las cosas bien. Yo me pregunto: ¿cuántos años de gobierno se lleva? ¿Qué nuevas fuentes de trabajo y alimentación se están abriendo para las futuras generaciones? ¿Cómo le van a hacer para que los jóvenes ixhuatecos tengan dónde vivir y no vivan el mismo problema de Venezuela, donde la gran mayoría de gente no tiene acceso a vivienda? ¿Qué trabajos deberían crearse que sean menos dañinos al medioambiente?”.

 

Como regañando, como enojado, aquel niño continuó reclamando:

 

“Si un poquito pensaran en la memoria de sus padres y abuelos, seguramente no habrían tratado de desplazar a los habitantes de Cachimbo. Si preguntaran a los antepasados, quizá ellos y ellas les habrían recomendado sembrar manglares para resistir un nuevo huracán, de paso aumenta la producción de comida”.

 

Hasta ese momento, Teodoro pudo articular más allá de un balbuceo, más allá de una palabra coherente para preguntar:

 

“He escuchado que hay trabajo de mango que hay de exportación”.

 

“Sí, Teodoro –le dijo el niño–. Mira, me ves niño, pero uno que ya ha muerto ha tenido posibilidad de ver más cosas de las que los vivos pueden ver, y entonces ya vi que en Ixhuatán no crece el campo, crece la plantación en monocultivo: primero de melón, luego de sandía y ahora de mango. Eso está usando químicos que matan el camarón y matan el pescado. Esas plantaciones son un peligro. Un peligro para la vida, un peligro para la comida”.

 

“Pero…”, intentó hablar Teodoro, a lo que el niño le arrebató la palabra.

 

“El producto de mango es vendido a otros lugares, y su deseo es venderlo al extranjero. Eso hace que entonces el mango no sea necesario para ustedes; es necesario para el extranjero, que maneja el precio a su antojo. Mientras la gente de aquí dedica su tiempo a hacer comida para otros, aquí mismo no se hace comida para la gente del pueblo; la contrario, está matando esa comida. Pura minza-maseca harina industrializada comen. Maíz transgénico están comiendo. Pura sopa de harina de trigo transgénica. Puro frijol que no saben dónde se siembra. Ese es peligro de la comida”.

 

“Entonces –dijo Teodoro– si nosotros necesitamos trabajo bien pagado, necesitamos dinero, necesitamos divertirno, necesitamos muchas cosas, ¿cosa lo vamo hacer si no tenemo eso? Pa eso es que queremo ese trabajo que dan ahí. Pa un dinerito vamo tener”.

 

El niño agachó la mirada, entristeció su rostro y con la mirada fija en el suelo le dijo:

 

“Así mismo lo veo tu gente. Piensan que dejando que la tierra ahora produzca luz létrica van tener dinero. Piensan que dejando que las empresas de minas de oro entren ya van crecer van ser ricos. Ja, no chambón. Ese es muerte”.

 

“Mira, Teodoro, Los dineros que puedes tener, lo que vas ganar ¿caso en tu mano va quedar? Una mano lo reciba y la otra ya tiene que estar pagando, que la luz, que el cable, que la nueva moto, que el nuevo carro, que vamo cambiar el piso de la casa, que mejor vamo de vacación. Más dinero tienes, más dinero quieres. ¿Hasta cuándo crees que la tierra va a aguantar ese ritmo de vida? ¿Hasta cuándo los pobres del Guidxiyaza van a seguir aguantando la pobreza y sosteniendo a los otros viven la abundancia?”.

 

Teodoro se levantó sintiéndose subido por una nube. De un salto llegó al techo de aquella bóveda antigua y empezó a gritar su mejor discurso:

 

“Paisano, paisana que esta noche vienen al panteón. Aquí tenemo sembrada la memoria colectiva, aquí están los hombres y mujeres de Guidxiyaza que construyeron el pueblo, que lo siguen cuidando. Pregunten a su muerto que tiene enfrente: ¿cómo debe ser el Ixhuatán para nuestros hijos? ¿Qué debemo hacer pa que la comida no se acabe? ¿Qué debemo hacer pa que tengamos una buena vida en armonía con la naturaleza? ¿Qué debemo hacer para seguir siendo nosotros y nosotras, los que hemos sido desde siempre, en este mundo actual?”.

 

El cuchicheo empezó a sonar

 

“¿Hijo de quién es, ya?”.

“Borracho ha de andar”.

“Cualquiera sin juicio, sha”.

“¡Bájate de ahí! Te vas a caer”.

 

“Y piensan ustedes –continuó– que estoy mariguano, y sí, he fumado, pero, entonces les pregunto, ¿no deberían nuestros candidatos fumar su poquito de yerba a ver si así le salen preguntas de su cabeza? O es que ya fumaron mucho y por eso andan prometiendo lo que no saben hacer? ¿Caso supo el que se va qué hacer frente al crimen desorganizado?. Por último, ¿no debería ser legal la mariguana? Ojalá todos fumáramos en lugar de tomar tanta cerveza”.

 

Teodoro bajó de un salto, entró a la bóveda y se quedó largo rato platicando solo, dilucidando, preguntando, respondiendo. En su viaje, dirían muchos.

 

Que hoy Martes Santo que vamos al panteón se encuentren con un vientecito que los lleve más allá de las nubes, más allá de las estrellas y puedan ver lo que nos espera.

 

Que el baño de mar les reanime y reavive la energía vital y les haga nacer un amor profundo por Guidxiyaza que sea capaz de transformarlo para bien, para aumentar la vida, para resistir ante la invasión de las transnacionales.

 

Que la vida se regenere y nosotros renovemos nuestro aliento de vida y nuestra cultura.

 

En Nizadó es donde se regenera el binniza´a, donde nos hacemos nubes que regresan a llover al Guidxiyaza.

¿Debe legalizarse la mariguana?

Manuel Antonio Ruiz

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