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Amanecía a las 4:00 de la mañana, digo amanecía porque había llegado la hora de acomodar en la esquina de la calle los trastes con tizne, hamacas y algún petate chipa a modo de menage para el hotel con muchas estrellas (jején incluido) que nos cobijaría al amparo de un carnero con su sombra y los icacos con sus frutos en el mar. Habría que esperar el paso del camión de pasajeros de los Nakamura (competidor de La Boa, de los Ruiz), que haría su paso por nuestra calle, y decía mi bisabuela: “Por si guapo te va esperar Chirín”. Advertencia suficiente para espantar el sueño de un niño de 6 años que ilusionado iría al mar. Es mi primer recuerdo de viaje.

 

Una vez trepado con la precaria carga, montado en un International, que la sustitución de importaciones llamó en nuestro país DINA, arreábamos al caballo y los apretujones con rumbo a la playa. La cara de preocupación entre los pescadores era grande, había llovido y temían que quedáramos varados en el camino. Después del Pie del Cerro, fue un periplo de atascarse, bajarse, esperar que las asistencias pudieran resolver el atasco y llegar hasta el Paso Reforma. No se podía llegar al de Ixhuatán porque la arena húmeda era una trampa. Nos toca caminar hasta el campamento y llegar muertos de cansancio.

 

El regreso, un viacrucis del tamaño del que padeció el nazareno en tierras de Judea: caminar desde el paso de Ixhuatán hasta el de Reforma, los tres camiones que te regresaban hasta ahí llegaban; subir como pudieras y en la plataforma del camión de cervezas, bajo el sol inclemente llegar hasta el parque. Bajar tiznado, con polvo, quemado, harto y todavía caminar con carga hasta la casa, distante en aquellos tiempos, una enormidad de distancia hasta la Cuarta Sección y jurar no regresar a Aguachil y terminar apuntado para el siguiente año. De la noche en la playa, una aventura aderezada de jejenes, zancudos, calor, hormigas y esa luna, esa luna que solo hasta en las noches de amor la volverías a querer aun más.

 

Los años mejoraron la cita. Desde el jueves nos reuníamos en la “Casa Blanca”, la casa de ta Mariano Sánchez, que fue nuestra fortaleza, guarida, motel, sala de estar de psicólogo, cantina privada y, algunas veces pública, refugio de desamparados y auxilio de los desprotegidos. Esa casa se convertía en cuarto de planeación para la ida a la playa. Veinte días antes, la avanzada ya había seleccionado la sucursal de la “Casa Blanca” en Aguachil, y nos poníamos de acuerdo para los bebestibles, destilados y fermentados que cada uno iba a aportar y la cama que cada quien debería llevar -hablo de hamacas-.

 

La alcahueta de na Chica Pineda luego nos subsidiaba los comestibles y se volvía por dos días nuestra cocinera, conserje, vigilante, ama de llaves, una extensión de las mamás de cada quien (cadiquien, según uno de nosotros) y, por supuesto, proveedora de botanas para la caterva de chamacos borrachos que éramos. La lista de anécdotas de esos días y esas noches se cuentan aparte.

 

Se rentaba una camioneta para evitar el desaguisado de buscar transporte, y con todo el trasterío íbamos y regresábamos juntos, sin que uno de nosotros faltase en esa lista y ninguna bolsa, hamaca, perol, lámpara y virtud regresará en las condiciones en que comenzó el viaje. Así íbamos y así regresábamos. Algunas veces terminaba el Sábado de Gloria con algún efusivo que le seguía lo que los manglares y la playa no pudieron apagar y  en la noche terminaba encaramado en la cama de pencas de ta Mariano a seguir cabalgando en el viejo ritual del amor. El viejito pagaba los platos rotos porque habría que remendar pencas nuevas que los efusivos amantes rompían y varias santiguadas para quitarse el xhibiguicha que adquiría por ver amores ajenos, demasiado fuerte para su alto pudor. Y nadie se acordaba de pagar esos menesteres.

 

Los años nos aburguesaron, y cada quien buscó nuevos nidos. Vino una enramada primero para no buscar sombra de árbol, luego otra para la playa, y nos fuimos separando y, sin proponérnoslo, ya no nos visitábamos y otros ya ni a Aguachil volvieron. Na Chica murió y mi mamá asumió sin proponérselo el mando, ya menos divertido, ya sin ese sabor y más edulcolorado, sin la gracia y sin el chiste de aquellos tiempos. Ya no éramos tan jóvenes y los cachos de taganeros se habían quedado en los recuerdos, como en la mansedumbre del buey que don a Tomás Nieto soltaba en las tardes del sábado.

 

Ahora escucho decir que ir a Aguachil es hasta un retroceso, es como no progresar. Los miro y afirmo: ¿de qué  diablos hablan?

 

Ringlera: científicos del Laboratorio MRC de Biología Molecular de Cambridge, Reino Unido, habrían resuelto el misterio acerca del modo en que surgió la vida en nuestro planeta. Según describen en un artículo publicado por la revista Nature Chemistry, lograron cartografiar las reacciones producidas por los azúcares de tricarbono, aminoácidos, ribonucleótidos y glicerol, necesarios para el metabolismo y la construcción de proteínas y los lípidos que forman las membranas celulares, y creen que todo lo necesario para que la vida evolucione habría sido la presencia de sulfuro de hidrógeno, cianuro de hidrógeno y luz ultravioleta: solo con el uso de esos tres ingredientes básicos se habrían producido los 50 ácidos nucleicos precursores de las moléculas de ADN y ARN.

 

El artículo explica que los primeros meteoritos llevaron los ingredientes que reaccionarían con el nitrógeno en la atmósfera, lo que produjo una gran cantidad de cianuro de hidrógeno. Por disolución en agua, podrían entrar fácilmente en contacto con el sulfuro de hidrógeno mientras quedaban expuestos a la luz ultravioleta del sol. Esto es una respuesta simple a una gran cantidad de preguntas complejas que dividen a los científicos desde hace años.

 

Pante: nos falta una enormidad para despatriarcalizar nuestras mentes. La sexualidad no se mide en colores o gustos, el género no nos hace menos o más, el sexo lo regala la naturaleza, el género lo construimos todos. Así como hay heterosexuales misóginos, existen homosexuales fóbicos. Es cosa de cadiquien y cómo se construyó a partir de los simbolismos culturales, ideológicos y un sinnúmero de cosas que nos inventamos. Escribo sobre este tema en la siguiente semana. Si Mich me lo permite.

Del Aguachil que yo recuerdo

Joselito Luna Aquino

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