top of page

En 2016 habrá elecciones en Oaxaca para elegir gobernador/a, renovar el Congreso local y los concejales de 153 ayuntamientos. Asimismo serán elegidas las autoridades de 417 municipios por el sistema de usos y costumbres.

 

El proceso electoral oaxaqueño oficialmente arranca en octubre –otros dicen que en noviembre– de este año y las elecciones serán el primer domingo de junio de 2016. Antes, en septiembre 2, las autoridades del INE tendrán lista una nueva redistritación del estado, ya que 19 de sus 25 distritos están desequilibrados, esto es, o tienen subrepresentación o sobrerrepresentación política, en discordancia con lo que exige la reforma política federal vigente de 2014. Redistritación que ha generado polémica por los cambios introducidos y que afecta los intereses de los potenciales actores políticos, quienes o son ignorantes o se quieren pasar de marrulleros al pretender omitir que ello es atribución constitucional del INE y, en su caso, del TEPJF. Hay que hacer notar que el tema ya fue debatido y consensuado en la sociedad oaxaqueña, dando a publicidad el INE distintos escenarios para que los interesados emitan sus recomendaciones.

 

La redistritación es, además, congruente y necesaria para el bien de la democracia, que tanta falta hace no solo a Oaxaca, sino a todo México.  A ese respecto, un estudio reciente de The Economist Intelligent Unit sobre las democracias en América Latina enlistó a México en el lugar 57 –con 6.68 de calificación– dentro de las democracias del mundo. Lo colocó en el apartado “Democracias imperfectas”, aquellas que tienen calificación entre 6 y 7.9, esto es, países que “gozan de elecciones libres y justas y, pese a los problemas (tales como ataques a la libertad de prensa), las libertades civiles básicas se respetan. Hay, con todo, debilidades significativas, como problemas de gobernanza, una cultura política subdesarrollada y bajos niveles de participación democrática” (El País).

 

Cabe destacar que solo dos países alcanzan a ser “Democracias plenas”, puntuación superior a 7.9: Uruguay (8.17) y Costa Rica (8.03). También están por encima de México: Chile (7.80), Brasil (7.38), Panamá (7.08) y Argentina (6.84).

 

Para llegar a dichas conclusiones fueron tomadas en cuenta cinco variables, a saber: procesos electorales y el pluralismo, las libertades civiles, el funcionamiento del gobierno, la participación política y la cultura política. Variables que, si las extrapolamos a Oaxaca, nos haría pensar que saldríamos reprobados.

 

Ahora bien, tanto legisladores, concejales y las autoridades elegidas por usos y costumbres lo serán esta vez solo por dos años para empatar con la elección federal de 2018, no así la de gobernador/a, que seguirá siendo de seis años. A cambio, los concejales esta vez elegidos podrán ser reelectos, cosa que no podrá ocurrir con los que ahora mismo están en funciones.

 

Los actores políticos en estos meses previos han negociado para dejar todo listo y, de ser posible, tener ventaja ellos o quienes representan. Así, el Congreso local modificó la ley –la cual exigía que para poder aspirar a ser candidato a gobernador/a era necesario contar con residencia de cinco años-y dejó el requisito en tres años. Ello se vio como una acción a modo para por lo menos cuatro aspirantes, así solo se haya dicho que fue para favorecer al priista hijo de un exgobernador con fama de cacique y que el New York Times documentó ser dueño, él y su familia, de propiedades inmobiliarias en USA. También se dijo que los legisladores modificaron la ley electoral a cambio de otorgarle al gobernador actual el aval para endeudar al estado por 2400 millones de pesos más, con lo que, afirman sus malquerientes, lo endeudó más que su antecesor.

 

Por otra parte, a como están las cosas en Oaxaca, muchos piensan a esta hora que la tan esperanzadora alternancia en la gubernatura fue llamarada de petate o el parto de los montes. A casi cinco años de gobernar el estado un ejecutivo no priista, el panorama político-electoral pinta para que el PRI regrese al poder y así completar el siglo en él, ruta en la que se hallan empeñados nueve estados: Campeche, Coahuila, Colima, Durango, Estado de México, Hidalgo, Quintana Roo, Tamaulipas y Veracruz.

 

En efecto, unos más que otros, los oaxaqueños albergamos esperanzas de que con la llegada de un gobernador no priista la cosa pública en Oaxaca sería distinta, mejor. Corrupción, impunidad e ingobernabilidad de años eran, quizá, los reclamos más sentidos de los oaxaqueños. Sexenios iban y venían y Oaxaca siempre aparecía en los últimos lugares en desarrollo material y humano. No solo eso, sino que al final de cada sexenio nos enterábamos de la existencia de nuevas camadas de millonarios hechos al amparo del poder político. Así que mucha gente –50.1 % votó por el candidato ganador– creyó en las promesas de un cambio que, si bien es cierto se sabía no sería en todos los ámbitos ni mayúsculos en tan corto tiempo, al menos había la confianza de que comenzara a darse.

 

La ciudadanía esperó, confiada, que el gobernador empezara a actuar en el sentido correcto en que lo había prometido. Nada. Las autoridades llevaron a juicio solo a pequeños bellacos que a nadie satisfizo. Ni los cambios del gabinete mostraron voluntad política para combatir los males del estado en la medida de las expectativas. Por el contrario, ellos confirmaron lo que se ha dicho hacen los gobernantes oaxaqueños: “La administración de la pobreza”.

 

La ciudadanía, al darse cuenta de la realidad, expresó: “O el gobernador no puede actuar por inepto o no quiere hacerlo porque le tiembla la mano”. Prevaleció la última percepción, máxime cuando el gobierno se vio rebasado por la CNTE. Al parecer, en estos casi cinco años, toda la función del gobierno se concretó a negociar con el sindicato magisterial cuotas de gobernabilidad. Gracias a ello –y esto es muy importarte resaltarlo–, no se acusa de represor a este gobierno estatal, como sí ocurrió con el anterior.

 

Los oaxaqueños no tenemos fama de ser rijosos con los extraños, salvo para la defensa del territorio, pero es de llamar la atención que entre los 16 grupos etnolingüísticos del estado existan rivalidades inmemoriales que contradicen la idea romántica de hermandad que cada julio tanto pregonamos en la Guelaguetza. ¿Ello será porque cada etnia en su origen se consideró una nación en sí misma y vio siempre a su vecino como una amenaza a su territorio y existencia? Quién sabe. Visto así, somos un mosaico de culturas y de contradicciones, quizá en consonancia con nuestra orografía abigarrada que alguno comparó con un papel estrujado.

 

Como todo vacío de poder concita a ser ocupado, en Oaxaca en los últimos tiempos prevalecieron niveles de ingobernabilidad, hasta que la federación, el 20 de julio pasado, decidió actuar para restablecer el orden. Con ello la imagen del gobernador –quien ha demostrado vocación democrática, hay que reconocerlo– se desdibujó aun más, se volvió un tanto decorativa, estado en el que muchos lo creen ver. En Oaxaca, contrario a lo que ocurrió en el estado de Michoacán, no se requirió de un comisionado para restablecer el orden, sino de toda la fuerza del Estado. ¿La soberanía? Esa, insisten en decir los que de ello saben, no fue vulnerada un ápice.

 

A un año de que concluya su gestión, da la impresión de que al gobernador ya no le interesa hacer otra cosa más que salir bien librado, evitar que se le finquen graves responsabilidades de Estado. El hombre cuenta con adversarios poderosos, algunos, hechos por ser omiso en sus funciones. Los ayer desterrados voluntariamente han vuelto al estado para operar in situ la recuperación del poder. Quizá por eso recientemente el gobernador expresó que no encontró elementos para juzgar a su antecesor, sobre quien recaían graves acusaciones de enriquecimiento ilícito. Lo mismo que en su momento se dijo del gobernador que lo antecedió a él. El ejercicio del poder político en Oaxaca tiene símil con una caja china.

 

En ese contexto han tenido manos libres todos aquellos que han visto la oportunidad de llevar agua a su molino. Así, en las elecciones federales del 7 de junio pasado, el PRI se sirvió –dicen que con la ayuda del segmento más violento de la CNTE, a la que etiquetaron como infiltrados priistas– la rebanada más grande: 7 de 11 diputaciones en disputa. Ni el PRD ni el PAN pudieron evitarlo y al gobernador tampoco le interesó operar –atado como estaba por la federación– a favor de algunos de sus aliados que lo entronizaron. Aunado al boicot electoral organizado por la CNTE y al abstencionismo mayor del 58 %, la derrota fue contundente. Así, lo ocurrido en Oaxaca en 2012 –cuando el PRI solo ganó una diputación (Juchitán)– se volvió historia que difícilmente se repetirá. Diputado al que por cierto le publicitaron que fue el más improductivo en la legislatura pasada, cosa que no parece importarle, ya que aspira a ser gobernador, valido de su fortuna, con la cual ha tapizado de propaganda –visual y auditiva– a todo el estado.

 

El panorama político-electoral para 2016 augura que, de seguir las cosas como están, el PRI ganará ampliamente la gubernatura y la mayoría de los ayuntamientos en disputa, confirmando no solo que está de regreso, sino que posiblemente se quede indefinidamente.

 

Por otra parte, el desencanto de la gente puede ser interpretado por el porcentaje de abstencionismo registrado en las últimas elecciones de junio. Aun así, no hay que olvidar que es costumbre inveterada en Oaxaca que las elecciones intermedias no le interesan a la gente, excepto a los priistas que tienen el hábito de votar en todas. Esto no solo porque han trabajado para que ello sea así, sino porque cuenta con una clientela fiel –el voto duro– y siempre están convenciendo a gente nueva. A los opositores a ellos, acostumbrados a vivir en la precariedad como muchos, la cosa pública les ha desencantado, tanto que el coraje que sienten contra los políticos que una y otra vez los han engañado los hace alejarse de las urnas, maldiciéndolos. Y nunca, hasta hoy, una elección se gana con maldiciones o mentadas de madre. Muchos menos cambiando de chaqueta, resentidos.

 

Tanto el PRD como el PAN no la tendrán fácil en 2016. El PRD porque sufre una profunda crisis que, al parecer, ni la llegada del diputado oaxaqueño Francisco Martínez Neri a la coordinación de sus diputados en San Lázaro evitará siga en caída libre. El PAN volverá a ser la fuerza política gris que siempre ha sido en el estado cada vez que va solo a una elección. Solo Morena, quien en la elección de junio se posicionó como la tercera fuerza política en el estado, pudiera ofrecer oposición al PRI, que por supuesto no será suficiente para derrotarlo. A menos que de última hora surgiera  una coalición de partidos peligraría la victoria priista. O que haya un valiente carismático adinerado –tipo “El Bronco” en Nuevo León– dispuesto a lanzarse al ruedo con una candidatura independiente, lo que no se vislumbra por el momento, ya que ninguno de los priistas que salga derrotado en la contienda interna querrá hacer dicho papel. ¿O sí?

 

Hasta hoy se han destapado varios precandidatos priistas a la gubernatura y han comenzado a jugar el mismo juego que tan bien juegan los priistas: dar la apariencia de democráticos para que al final el gran dedo del presidente de la república decida. Hoy más que nunca, con Manlio Fabio Beltrones en la presidencia nacional del PRI, todos los procesos de elección de candidatos estarán sujetos a lo que pomposamente llaman “candidaturas de unidad”, esto es, prevalecerá el visto bueno del Gran Elector. No se olvide que justo ahora, a la mitad de su gobierno, el presidente de la república goza de su máximo poder. Prepara, además, su sucesión, lo cual quedó de manifiesto al posicionar a su delfín en la SEP, en los enroques que acaba de hacer, los cuales, por cierto, pocos apuestan que mejoren gran cosa la realidad.

 

Lo cierto es que ninguno de los políticos de los que se manejan sus nombres en la arena estatal tiene estatura para gobernar Oaxaca. En ese sentido podría aplicarse lo que al respecto dijo don Porfirio Díaz: “La caballada está flaca”. Caballada que con varios millones de pesos invertidos en publicidad en un dos por tres engordará, como en Ixhuatán ocurría con la res flaca a sacrificar, a la cual, con cinco pesos –costo de los anuncios en el tocadiscos– la hacía engordar don Vidal, según anécdota de los años 70.

 

Hablando de Ixhuatán, ya están velando sus armas varios paisanos –algunos muy jóvenes y otros adultos maduros– que no quieren morirse sin antes ser presidente municipal de su pueblo. Ciudadanos que sin tener oficio de políticos –a lo mejor los talentos sí– se creen capaces de enfrentar el gran reto de guiar a mejores niveles de vida a todo un pueblo. Otros pocos, estos sí políticos hechos al amparo de algún tutor/a –así tengan varios fracasos en su haber–, también se dejan ver para que alguien, algún grupo o asociación les eche el ojo y los candidatee. Son quienes, si es necesario, formarán asociaciones de membrete, si es que ellas no existen. El pudor nunca ha sido virtud de los ambiciosos, de allí que será posible ver llegar al pueblo a uno que otro mesiánico en su afán de vender espejitos a los ixhuatecos/as.

 

Todo lo anterior es a lo que estamos acostumbrados ver cada tres años, sin faltar, claro, aquel sujeto que en un principio dice no interesarle ser candidato cuando sus ojitos delatan lo contrario.

 

Por buena suerte de los que se creen destinados a servir a su pueblo, existirán por primera vez las candidaturas independientes. Así que ya no habrá pretextos para arriesgar dinero propio o ajeno en la aventura. De ese modo todo joven hambriento de gloria y deseos de dar a Ixhuatán lo mejor de sí mismo tendrá la oportunidad servida para lograrlo. Además, la candidatura independiente es la única opción que tienen, ya que en los partidos los candidatos surgen siguiendo otras reglas y los jóvenes son empleados casi siempre como activistas. ¡Cambiemos las reglas!, dice un eslogan que incita a la acción juvenil y que quizá anime a algún paisano.

 

Al final de todo este proceso electoral ocuparán los cargos aquellos que inviertan más dinero en la contienda, los que sean más hábiles, tengan carisma para hacerse de la voluntad de la gente y quienes tengan de su lado, quizá, un poco de buena suerte. Ojalá que en esta ocasión no se apueste a la desmemoria de los ciudadanos, que quienes participen lo hagan con el ánimo de hacer no solo una muy buena historia, sino una muy distinta a la trillada.

Tomada de www.femcai.org

Desencanto y desmemoria

Juan Henestroza Zárate

bottom of page