Para mi querida Shuna,
la joven ixhuateca que más quiero…
larga vida a ti y a tus sueños.
¿Cómo puedo saber si en mi comunidad hay violencia hacia la mujer? ¿Cuántas mujeres de mi comunidad son o han sido violentadas? ¿Qué es la violencia hacia la mujer? ¿Qué puedo hacer para erradicarla? ¿Me interesa ser activista por los derechos de las mujeres? ¿Qué tan preocupante es el tema?
Estas son las preguntas que todas y todos los habitantes de un poblado, por pequeño o extenso que sea, debemos hacernos alguna vez en nuestra corta vida, y entre a más temprana edad, mucho mejor.
La problemática de la violencia contra la mujer es complicada y altamente preocupante porque es muy difícil medirla con exactitud, pues, para poder atenderla adecuadamente y sin descanso, es necesario conocer su magnitud, así como los tipos de violencia y las condiciones de todas y cada una de las víctimas.
Es difícil porque un porcentaje muy bajo de las víctimas denuncia ante las autoridades ministeriales; esto se debe a muchos factores, pero principalmente a que desconocemos que lo que estamos viviendo es violencia de género, además, está el miedo a represalias por parte del victimario (la mayoría de las veces es hombre), y otras circunstancias como la dependencia económica, el prejuicio social, la lejanía de las instancias jurídicas que apoyan en estos casos, entre miles más.
La violencia de género es la acción de agredir o violentar a una persona por su condición de género; por ejemplo, un caso que tal vez se les hará familiar: en mi familia, barrio, escuela o trabajo hay una persona “amanerada”, un “maricón”, “puto” u homosexual –este último es el término correcto- mis amigos y yo somos heterosexuales, entonces como él es el único “diferente”, lo jodemos, lo chingamos y le hacemos la vida imposible todos los días con burlas y bromas, es decir, lo violentamos por su género.
Y la violencia de género aplica a todos ellos, pero incluso las escuetas cifras mundiales, nacionales, estatales y regionales nos demuestran que la mayoría de las víctimas de este tipo de violencia son las mujeres en una dimensión descomunal que refleja apenas un panorama de bosquejo de la situación real.
Las estadísticas que han levantado organismos internacionales como Naciones Unidas estiman que al menos dos terceras partes de las mujeres de todo el planeta han sido violentadas al menos una vez en su vida.
México, por ejemplo, ocupa el lugar 16 a nivel mundial en feminicidios –que es el asesinato de mujeres por su condición de género-; Oaxaca tiene un nada honroso tercer lugar a nivel nacional en violencia contra las mujeres, es también el estado mexicano en el que más agresiones se registran a las activistas en derechos humanos, y estas son cifras oficiales, que de acuerdo a las ONG, podrían triplicarse si se investigara a fondo.
La violencia hacia la mujer se mide por la magnitud del daño causado, y aunque los efectos en todos los tipos de violencia son igual de dañinos y denigrantes que pueden acabar con la vida de una mujer, el delito más grave es el feminicidio.
Oaxaca ocupa el lugar 11 a nivel nacional en feminicidios de acuerdo al Instituto Nacional de las Mujeres, pero esta no es una cifra certera pues está basada en reportes de las procuradurías que no siempre reconocen que el crimen se trató de un feminicidio, aún así 361 feminicidios en los últimos cinco años es muy grave.
Asimismo, otro panorama oficial lo ofrece el área de género del Inegi, según el cual la región del Istmo de Tehuantepec está en el cuarto lugar en feminicidios a nivel estatal, de acuerdo a las cifras registradas en el 2010 y el 2014.
En primer lugar están los municipios del Valle con 93 feminicidios; le sigue la Mixteca con 86; en tercer lugar la Costa con 78 y en cuarto lugar el Istmo con 44 asesinatos de mujeres en ese mismo lapso.
Es por eso que defensoras de los derechos de las mujeres han puesto sobre la mesa la urgencia de declarar la alerta de género para Oaxaca, ante los crecientes y preocupantes índices de violencia de género y feminicida. Según asociaciones civiles que se dedican a monitorear estos casos, Salina Cruz, Juchitán y Tehuantepec, tienen la más alta incidencia de crímenes contra mujeres a nivel regional.
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Ser, como región del bellísimo estado que es Oaxaca, el cuarto lugar en feminicidios debe ocuparnos en este tema dado que el feminicidio es el último eslabón en la cadena de la violencia hacia la mujer, que por lo general empieza con situaciones mínimas como el acoso callejero –los tan detestables piropos-, los celos, los gritos, el chantaje sicológico, las prohibiciones hacia las mujeres, la manipulación, y así van encadenándose las acciones hasta llegar a los golpes, las amenazas de muerte, la violación, el tráfico de personas y la muerte.
La violencia de género se da en todas las esferas sociales, se adentra como un cáncer sin importar la etnia, el nivel de estudios, cuánto dinero o propiedades tengamos, la edad, en fin, la violencia de género está sostenida en un sistema patriarcal que se ha encargado de empoderar el pensamiento machista, misógino y sexista.
Nuestra tradiciones, símbolo de identidad y preservación cultural, esconden también mucha violencia de género; las costumbres locales, las relaciones familiares, el sistema educativo, la religión por supuesto. Hay que revisar si nuestra forma de vida contiene esta violencia de género y hacer un esfuerzo por transformarla, principalmente las mujeres.
La eliminación de la violencia de género debe asumirse como un compromiso diario en todos los ámbitos de nuestras vidas, es tan urgente contrarrestarla que existe una ley federal para lograrlo: La Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, que si bien contiene algunos vacíos jurídicos, es un buen inicio para que de una vez por todas se le dé la importancia debida a esta problemática mundial y que tanto lacera a nuestro país.
¿Cómo detecto que lo que vivo es violencia?
Hay un parámetro que no falla y que es el inicio para reconocernos violentadas o reconocer a una mujer violentada: Si me lastima en lo más mínimo, si me incomoda, si no me gusta, si me hace sentir mal, si mi primera reacción a la agresión es un no, es violencia y hay que frenarla de inmediato.
Hay muchos tipos de violencia hacia la mujer y en muchas modalidades, por ejemplo me pueden violentar dentro de mi hogar, en la escuela, en el centro médico, en la calle, en mi círculo de amigos y de muchas formas: sicológicamente, verbalmente, físicamente, emocionalmente, económicamente, etcétera.
Lo básico es detectar a la violencia de género y buscar apoyo. La vía institucional es una opción, sin embargo, a veces no hay centros de denuncia mucho menos procuradurías para la mujer en todas las comunidades, hay que trasladarse al municipio más cercano, esto complica la situación y terminamos desistiendo.
Si no hay centros de atención, la sociedad ha aprendido a organizarse y asociarse de manera civil, en la mayoría de los poblados hay cooperativas de mujeres que si bien están organizadas con fines económicos pueden ir adentrándose al aspecto social y de género.
También están las activistas sociales, culturales, en derechos humanos, pues también ellas son un apoyo en estos casos, regularmente conocen el movimiento jurídico, están en contacto con otras redes de mujeres que atienden esta problemática, en fin que posibilidades de solicitar ayuda hay.
Y si no, es momento, de iniciar estas redes de atención a la violencia de género en cada comunidad de la región y de todo el estado.
Si he detectado en mi cabecera municipal o en el poblado en el que me encuentro una sola situación de violencia de género, tenemos que despertar esa solidaridad entre paisanas y hermanas de tierra. Y no excluyo a los varones, pero si algo tengo es que soy muy realista, no espero que los hombres de un día para otro, se reconozcan –no todos- pero sí la gran mayoría, como el género que hay venido perpetuando la violencia machista.
Es urgentísimo que las mujeres comencemos a alzar la voz y a exigir trato como seres humanas, hay que hacérselos saber al resto de la población para que haya un cambio, porque la gran mayoría hemos pasado por esto o lo pasaremos mientras no se actúe para desaparecerlo.
Y pensemos en todas: nuestras paisanas indígenas que no tienen acceso ni a la educación básica; nuestras paisanas afrodescendientes que no son reconocidas como etnia y por lo tanto van perdiendo sus raíces y esencia; nuestras paisanas mestizas que si bien muchas llegan al ámbito profesional se alejan de sus tierras en busca de mejor nivel de vida pero pierden identidad; nuestras hermanas migrantes que terminan malviviendo en las zonas urbanas; nuestras hermanas centroamericanas que pasan por este cinturón multicultural y peligrosísimo que es el Istmo de Tehuantepec y terminan explotadas sexualmente, violadas o asesinadas, y nosotras, al sector que pertenezcamos, oaxaqueñas, en alguna parte de México o del mundo, haciendo nada por las demás ni por mí misma.
Ni una mujer violentada más, es la consigna con la que tendríamos que despertar todos los días.