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Cuando el ser humano comenzó a consumir carne, dicen los científicos, incrementó su inteligencia y se volvió sedentario. Comenzó a criar a los animales que cazaba dentro del entorno de sus aldeas. Así nace la costumbre de consumir carne. En Ixhuatán existen varias carnicerías que ofrecen carne de res “exageradamente gorda” o “de primerísima calidad”, así lo anuncian a 120 decibeles los parlantes del municipio, cada uno afines a una carnicería. Una noche que fui a bailar a una disco, lo cual era muy común en Ixhuatán, en la época de grupos como Hombres G, Soda Stereo y otros –donde los jóvenes acostumbrábamos usar pantalón de mezclilla despintado y playeras largas–, me tocó pasar como a eso de las 11:00 de la noche por un domicilio donde se encontraban los tablajeros destazando a una vaca que se ofrecería al abasto publico el día siguiente.

 

–¡Hey, Cleme, ¿qué haces ahí?! ¡Vente a ayudarnos y te vamos a dar un poco de carne!– recibí una invitación por parte de los cuchilleros. Al principio no quería ir, solo observaba. Recuerdo el dicho de la abuela: “Tanto tiene la culpa el que jala la pata como el que mata la vaca”. Después de un rato, me animé. El animal yacía con la lengua por fuera; la habilidad del tablajero era sincronizada con su filoso cuchillo.

 

–¡Agárrale la pata! ¡No se te vaya a caer!

 

Y, como si fuera algo común, aquellas dos personas comenzaron a mencionar varios nombres.

 

–¡Aquí está la botella!

 

–Esta es la posta!

 

–¡Aquí está el vaso!

 

–¡Aquí, el lomo para el bistec!

 

Con una serie de nombres fueron cada uno reconociendo las partes del cuerpo de aquel animal. Mientras abría la boca, contemplé mi ropa con varias gotas de sangre. Terminaron, y a mí se me olvido pedir la carne que me ofrecieron. Llegaron las 12:00 de la noche; para ese tiempo, los señores habían culminado su trabajo. Enfilé mi camino rumbo a mi casa y, con aquello que había visto, me sentía cómplice de algo que jamás imaginé: ser testigo de la descuartizada de una vaca. Pues ni modo, así es la vida. Mientras encogía los hombros, sin darme cuenta, había rebasado el tiempo que mi madrecita me había dado permiso para llegar –a más tardar a las 11:00 de la noche–. De castigo, me mandó sishear maíz al rastrojo de tío Tino.

 

Propuesta: desde hace ya varios gobiernos municipales he escuchado el planteamiento de instalar un rastro municipal en Ixhuatán, pero solo han sido ideas que no se han podido materializar. Este espacio es sumamente importante, ya que quienes sacrifican a los animales en diferentes carnicerías lo hacen sin un control sanitario, y en varias ocasiones escucho a personas decir que se están muriendo los ganados de enfermedad. De ahí sugiero que a un animal, antes de ser sacrificado, debe practicársele un análisis de sangre u otro tipo para saber la condición en la que se encuentra, ya que es para consumo humano.

Destazando la vaca

Clemente Vargas Vásquez

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