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Mi abuela Tina Amador, partera, rezadora y curandera del pueblo, me enseñó, cuando niño, que había alimentos que uno no debía comer, so pena de enfermar o incluso morir.

 

Yo tenía casi ocho años cuando mi vecina Rosita –menor que yo- murió en el vecindario. Contraviniendo todas las recomendaciones de mi abuela, me asomé por la pequeña y esbelta ventana de su casa y pude verla tendida en el catre, sosteniendo en ambas manos trenzadas sobre el pecho unas flores de tulipán rojo. Fue mi primer cadáver visto, lo cual no me permitió dormir por varias noches, máxime cuando, al preguntarle a mi abuela la causa de su deceso, segura, me dijo que había sido por comer limas de tarde, cosa que, por supuesto, creí a pie juntillas.

 

A las limas prohibidas no tardé en anexar el coco, el que también no debía consumirse de tarde. El plátano y el melón entraron a la lista, estos no debían ser consumidos de noche. La sandía  también cargó con el mismo sambenito por ser fría y dañar a quienes padecían de fiebre. Renglón distante estaba el “agallón” o amigdalitis, producido por no comer a la hora debida, “aguantar hambre”, decían. Esta se corregía no dando de comer al enfermo, sino introduciéndole el dedo en la boca para masajearle las glándulas inflamadas.

 

Mi abuela tenía puesta en otra lista alimentos que dañaban si se consumían cuando se cursaba con alguna enfermedad. Eran los  alimentos fríos o enconosos para el daño que se padecía. Así, estaba prohibido –por enconosos- consumir pescado y camarones si se padecía de una herida quirúrgica o accidental, infectada o no. La carne de puerco, sin duda, fue la más estigmatizada e incluso maldecida en esa lista. Fue tanta la mala fama del puerco que las hueseras/sobanderas/curanderas no debían imponer las manos a nadie si habían manipulado dicha carne. Ni quienes inyectaban debían hacerlo. La leche también estuvo prohibida por enconosa, esto es, complicaba las heridas retardando su cicatrización o infectándolas. Entre los alimentos fríos prohibidos fueron clasificadas casi siempre las frutas.

 

En otra categoría no ajena a la dieta estuvo la fama de enconoso que tuvo el hacer sexo –alimento del cuerpo y el espíritu, digo yo- cuando se padecía de fractura ósea. De igual manera, las curanderas/sobanderas/hueseras debían abstenerse de ejercer su oficio si, en la víspera,  habían practicado el coito. Ello, para que su curación y poder fueran efectivos. Obligación que, por cierto, nunca tuvieron los varones que desempeñaban esos mismos oficios.

 

En cuanto la gente comenzó a consultar con médicos, estos prohibían comer picante, grasa y alimentos muy condimentados. Una vez que fueron diagnosticadas las alergias -alimentarias y respiratorias básicamente-, la gente recibió más prohibiciones alimentarias y aquellas provenientes del ambiente. La diabetes mellitus ha cambiado –o al menos debería hacerlo- la vida de muchos pobladores. Si no lo ha hecho, ha sido porque llevar dieta no es fácil. Lo mismo ocurre con la gente con sobrepeso. Aunque se pongan a caminar y a hacer mucho ejercicio, no les resulta fácil cuidar lo que comen. Solo quienes sufren cardiopatías graves y riesgo de accidentes cerebrovasculares se ven obligados a llevar dieta baja en sodio, ejercicio y medicación estricta.

 

El mundo se ha llenado de gente que ha impactado sobre los ecosistemas, lo que ha traído como consecuencias problemas en la salud. Aun así, la gente vive ahora más años que nunca antes en la historia de la humanidad. En México, la longevidad promedio es de 76 años, un poco más para las mujeres. En la mitad del siglo XX era apenas de 58 años. Hoy vivimos más y en un ambiente de más riesgos.

 

A decir de expertos, sobre los humanos se ciernen muchas amenazas a su salud. Han identificado varios: lípidos, carbohidratos, alimentos procesados/industrializados, radiación UV, etc. La sal, entre los que se incluyen casi todos los productos industrializados, así como  el azúcar, encabezados por los refrescos tipo Coca-Cola, se han convertido en los nuevos villanos. En ese sentido, las dietas de las abuelas siguen siendo saludables: caldo de gallina de patio, sopa de fideos, tortilla seca tipo totopos, atole de maíz, pan tostado escarchado o no de azúcar, agua y el famoso queso seco, todo en pequeñas cantidades, solo para desintoxicarse y, así, poder sobrevivir al mal. ¡Ah!, los purgantes y enemas, aseguran ellas, en todo tiempo hacen más bien que daño debido a que su vieja teoría afirma que todos los males del humano entran por la boca y salen por el culo.

 

Ahora comprendo a mi abuela Tina Amador por lo que toca a sus prohibiciones alimentarias, tanto en estado de salud como en enfermedad. Porque debo decir que ella me enseñó un arsenal de remedios con sus dietas respectivas que recetaba. Me enseñó qué alimentos debían consumir las embarazadas antojadizas, previo riguroso diagnóstico. Me habló también del achaque, el subterfugio con que se vale una enfermedad para entrar a un cristiano/a. Con ella aprendí que existen alimentos indigestos a cierta edad, mientras que otros son intolerables cuando se es alérgico a ellos. Pero Rosita no falleció por desobedecer y comer lima de tarde, sino porque le atacó una neumonía fulminante, según lo constaté muchísimos años más tarde al ver su acta de defunción. Aun así, cada vez que como lima recuerdo a ambas: a Rosita y a mi abuela, quien quiso aprovecharse de la ocasión para enseñarme a ser  un niño dócil y obediente… manera antigua de enseñar.

 

Vivir sano no depende de un solo factor, sino de muchos. Tampoco se requiere el miedo para lograrlo. Lo que toda persona debe tener es información sobre lo que consume, tener en cuenta su genética y saber qué actividades debe desarrollar para ajustarse lo mejor posible al ambiente que le rodea. Si hoy existen problemas de sobrepeso, alcoholismo, adicciones, enfermedades crónico-degenerativas, se debe a que las personas se equivocan a la hora de elegir el estilo de vida que mejor les ajusta. Porque vivir, creo yo, es tener hábitos saludables y aspirar a tener todo aquello que no nos enferme de ningún modo. Y, cuando la enfermedad no pueda evitarse, hacer el ajuste necesario porque no otra cosa es la salud. La responsabilidad de lo que consumimos será siempre nuestra y de nadie más.

Dietas

Juan Henestroza Zárate

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