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19/4/2016

 

“En otros tiempos se admitía que un mundo que genera pobreza es un mundo injusto,

o sea que la pobreza es hija de la injusticia,

hoy por hoy es cada vez más raro escucharlo porque resulta que la injusticia ha dejado de existir,

(ahora se dice que) la pobreza es el justo castigo que la ineficiencia merece”.

E. Galeano

 

 

Este es el tercer intento por escribir. Ha sido una semana de muchos sucesos que merecen ser comentados. Justo cuando estaba en la revisión del texto que estaría enviando a nuestra coordinación, se estaba dando la votación en la Cámara Baja de Brasil.

 

En el voto que completaba las dos terceras partes con que dicha Cámara podía turnar al Senado la petición de juicio político para la presidenta de Brasil, un diputado decía que tenía el honor de que la historia le hubiese puesto en el momento para decir sí a Brasil, un sí al juicio político contra la presidenta de su país.

 

Quizá este sea un texto que nos separe de algunas pocas amistades que hemos creado a lo largo del tiempo. Considero es un texto que bien debe decirse porque tiene como mira contextualizar acontecimientos importantes.

 

Dilma Rousseff es economista y política brasileña. Afrontó las primeras batallas por la democracia, por la justicia social y por el desarrollo económico de su país. Salió a las calles para protestar contra el golpe militar que depuso el presidente electo João Goulart y participó en la lucha organizada contra la dictadura. Es presidenta de Brasil desde 2011. Llega a la presidencia por el Partido del Trabajo, el de Luiz Inácio Lula da Silva, un líder sindical que tras tres intentos en las elecciones llega a ocupar la presidencia de su país.

 

El partido en el poder tenía como consejeros a los asesores de grandes movimientos que habían contagiado a Latinoamérica. El movimiento de Los Sin Tierra y el de las comunidades eclesiales de base.

 

Una vez ganada la elección, Lula vuelve a trasladar su domicilio a las favelas. Ahí donde nació, ahí donde creció y donde aprendió a vivir.

 

Desde esos lugares se hizo el plan nacional. En México se llama Plan Nacional de Desarrollo. Se trazaron las líneas, y el plan fue marcado por las necesidades de los pobres, las necesidades de la integración de los países pobres y la necesidad de hacer contrapeso a los países ricos.

 

Nacen así el Mercosur y un sinfín de propuestas que pretendían generar otras alternativas al desarrollo. No necesariamente fueron propuestas que se enfrenaran al capitalismo estadounidense, pero que en gran medida lastimaron los intereses de las grandes corporaciones gringas.

 

En esta disputa, y ahora triunfo de la mayoría, hay una sola cosa que importa en la discusión: el problema principal es el mercado. Quienes votan a favor de que se le haga juicio político a Dilma son la ultraderecha, los mismos aliados a los ricos, los mismos sirvientes de las transnacionales que se vieron golpeadas por las estrategias gubernamentales de izquierda.

 

Ya en la historia de la joven Dilma hay un encuentro parecido: fue torturada y, ahora, mujer en un gobierno, es descalificada para dejar precedente de que las mujeres no saben gobernar. Es ensañarse contra una mujer de izquierda.

 

Los noticieros hacen la comparación con Fernando Collor de Mello; hablan del caso de Guatemala. En esos casos son la derecha corrupta, que es descubierta; ciertamente, Dilma maquilló algunos datos, pero ese no es el meollo del asunto. Enjuiciar a la presidenta de Brasil es enjuiciar a los avances de los pueblos, es demostrar que los pobres o las alternativas no van a tener cabida en este sistema donde las transnacionales quieren mantener el poder.

 

¿A qué viene este texto sobre Brasil? Intento hablar de Ixhuatán.

 

Un partido político ya tiene una estructura y una ideología plasmada e implementada; quien sea lo represente está inserto en esa ideología y estructura. Por lo menos en los partidos de larga trayectoria no se designa a un candidato si no tiene militancia por tiempos definidos. Es decir, necesariamente comulgan con buena parte de esa ideología.

 

Muratsito, que este fin de semana estuvo en Ixhuatán, es la misma estructura del PRI; de ninguna manera hará durante su mandato (espero que no llegue al gobierno) una acción que vaya en contra del partido o de las empresas con las que su partido pacta contratos millonarios (hasta ahora ningún partidos enfrentaría a las transnacionales).

 

Quienes tenemos memoria y además tratamos de informarnos sabemos que hay un acuerdo entre las transnacionales y las cúpulas del poder. Sabemos que decir que una diputada es de la Comisión de Energías Renovables es decir que es la encargada de convencer a la gente para abrir paso a las transnacionales eólicas.

 

Entonces, militar y/o postularse dentro de cualquier partido político lleva consigo el sello de ser promotor de las empresas eólicas, mineras, salineras, mangueras y todo aquello que suena a extractivismo.

 

El regreso del PRI al gobierno federal –lo advertimos a su tiempo– es la desgracia, es la muerte. Que gane el doctor Chava en Ixhuatán es lo mismo a que gane Muratsito; es lo mismo a que ganara Peña, lo mismo a que ganara Macri en Argentina.

 

La ultraderecha está retomando espacios que el pueblo había ganado. A eso se deben las muchas reformas para quitar poder al pueblo.

 

De la misma manera en Ixhuatán. Que gane cualquier partido es darle paso a la derecha para que, en nombre del desarrollo y el progreso de Ixhuatán, entregue la Isla de León al poder transnacional, es decir, la venta del territorio al extranjero. Eso es traición a la patria. Dejar que cualquier vendepatrias tome el poder es traicionar a Ixhuatán.

Dilma Rousseff

Manuel Antonio Ruiz

Tomada de www.tiempo.hn

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