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El desarrollo de los medios de comunicación hace que el mundo esté mejor interconectado. Hoy en día, un ruso puede conectarse a internet y conocer el resultado de un partido de futbol entre los equipos Comunicaciones y Municipal del futbol guatemalteco, o, bien, cualquier persona puede encontrar en el Facebook a algún compañero de la primaria que tenía años de no ver. En ese sentido, la información es variada y vasta, a diferencia de otras épocas donde podían pasar días o incluso semanas para enterarse de un suceso en particular.

 

Gracias al avance mencionado, los ixhuatecos de hoy podemos enterarnos de muchas cosas que acontecen en nuestro pueblo. Unos lo hacen por medio del internet; otros, por la radio, y algunos, por las redes sociales. Este hecho nos permite seguir conservando nuestras amistades con las personas que viven en Ixhuatán y nos da oportunidad de estar al tanto de las celebraciones y eventos importantes. Incluso las autoridades han aprovechado estos avances para difundir sus planes de trabajo entre la ciudadanía, tanto así que hoy podemos seguir por Facebook los avances e informes del C. José Luis García Henestroza, actual edil ixhuateco.

 

Antes era complicado hacer lo que hoy disfrutamos, que es el estar en contacto permanente con nuestros paisanos, debido a la falta de opciones de escuelas de educación media superior, lo que obligaba a los jóvenes que querían estudiar a buscar oportunidades en otras ciudades, como la Ciudad de México, Oaxaca, Coatzacoalcos o Tuxtla Gutiérrez.

 

Con la fundación de la escuela preparatoria José Martí y, años más tarde, del Colegio de Bachilleres plantel 23 se abrió un caudal de oportunidades para que los jóvenes ixhuatecos se pudieran quedar unos años más en el pueblo, antes de emprender su aventura en el exterior. Este fenómeno implicó que hubiera una mayor convivencia con sus familiares y amigos y que se generara más arraigo al pueblo, a diferencia de aquellos que en otros tiempos no pudieron hacerlo debido a que tuvieron que salir del terruño a muy temprana edad. Esa retención de sus habitantes permitió que Ixhuatán experimentara un cambio social y demográfico, que se tradujo en un aumento de la matrícula de alumnos del Cobao y la prepatoria, lo cual puede ser apreciado en la gran cantidad de estudiantes que desfilan los días 15 de septiembre y 20 de noviembre por las calles de nuestro pueblo.

 

Los tres años de estancia en el bachillerato se convirtieron en una verdadera convivencia, donde se vivieron buenos y malos momentos y donde los jóvenes experimentaron su adolescencia a plenitud: algunos tuvieron sus primeros romances; otros, sus primeras asistencias a las discos, y hay quienes, desafortunadamente, tuvieron sus primeras experiencias en vicios, como el alcohol y las drogas. Allí se reforzó el arraigo ixhuateco y el deseo de querer regresar a Ixhuatán cada periodo vacacional. Con esto no quiero decir que antes no lo hubiera, por supuesto que hubo arraigo, pero no con la misma intensidad con la que se vive ahora. El arraigo ixhuateco actual es más sincero y profundo, y, seguramente, se pudiera consolidaría más si hubiera una institución de educación superior en el pueblo.

 

Así, en el mes de diciembre de 2001, algunos de mis compañeros de generación que, durante el verano de ese año, salieron del pueblo a buscar oportunidades de estudio en el exterior se pudieron reunir en Ixhuatán, donde cada uno de ellos contó sus experiencias, la mayoría de ellas fueron acerca del terrible choque cultural que implicó dejar el pueblo, otras anécdotas fueron de compañeros que confesaron que no se habían acostumbrado a los cambios y que extrañaban la rutina del pueblo. En esa ocasión, todos teníamos algo en común: antes del periodo vacacional, añorábamos que fuera diciembre para poder ver a la familia y los amigos.

 

Dentro de ese grupo de compañeros, alguien propuso que hiciéramos una reunión el 28 de diciembre de ese año e invitáramos a todos nuestros compañeros de generación para recordar nuestras convivencias y reforzar nuestra unidad como ixhuatecos. Afortunadamente, en ese invierno obtuvimos el permiso de don Alfredo López para realizar nuestra reunión en un terreno baldío adjunto a su casa. Allí celebramos nuestra primera reunión de generación, y no faltó al que se le ocurriera la idea de que se le llamara vela, y así fue. El 28 de diciembre de ese año, las compañeras llevaron la botana, y los hombres, su cartón de cerveza. Esa noche ha sido memorable para todos mis amigos de generación y ha marcado una pauta en nuestras vacaciones decembrinas porque sabemos que nos volveremos a ver.

 

Hoy, la primera vela estudiantil contemporánea -aun sabiendo que hubo una vela de los estudiantes hace muchos años en Ixhuatán- no necesita de ningún organizador en particular, es decir, se realiza de forma automática porque sus miembros saben acordar las fechas por consenso y han aprendido a lidiar con las ausencias, ya que algunos no han podido asistir por compromisos y otros porque dejaron este mundo terrenal.

 

Hoy, gracias a ese arraigo, muchos jóvenes han seguido la tradición de reunirse cada mes de diciembre, generalmente los últimos días del año, para brindar por otro año más de anécdotas, historias de éxitos o decepciones. Hoy, hay muchas velas estudiantiles, porque los demás también llamaron a sus reuniones velas, y ojalá que vengan muchas más de las siguientes generaciones para recordar los años maravillosos de nuestra adolescencia ixhuateca y para abrir un espacio de oportunidad para poder discutir los avances y retrocesos de nuestro pueblo.

 

El pasado mes de diciembre de 2013 tuve la oportunidad de reunirme otra vez con mis compañeros de generación. Han pasado 13 años desde la primera vela y hoy somos un grupo de ixhuatecos diferentes, por supuesto que más maduros, por no decir que cada día más viejos, pero también más conscientes de lo que pasa alrededor de nuestro pueblo y de nuestro país. Algunos de mis compañeros ya llevan a sus hijos y esposas a nuestra reunión anual para presumirles la solidaridad que existe entre los ixhuatecos.

 

El arraigo ixhuateco está más consolidado en nuestros días y, afortunadamente, se han producido muchas generaciones de profesionistas con una perspectiva más amplia de las necesidades de nuestra comunidad y a las que los gobernantes tendrán que rendirles cuentas. El ixhuateco contemporáneo se va de Ixhuatán, pero regresa cada vez más, lo que quiere decir que está presente de alguna u otra forma en el crecimiento de nuestra comunidad.

 

Esperemos que el arraigo ixhuateco se siga alimentando para que los jóvenes -no solamente los que se van a estudiar- puedan aportar más a su pueblo. Habrá quienes lo harán con su trabajo; otros, con inversiones económicas, y algunos, con sus ideas. De lo que estamos seguros es de que los jóvenes ixhuatecos representamos el presente de nuestro pueblo y del que buscaremos ser protagonistas para impulsar el progreso y el desarrollo de nuestra comunidad.

El arraigo ixhuateco y sus velas estudiantiles

Florentino Cabrera García

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