Mis labios rosaron los suyos. No fue de esos besos fingidos o que buscan amor, son esos besos amorosos, apasionados, que no necesitan más que tocarse. Comparando con alguna experiencia vivida, se me ocurre que hay besos que son como un suero: te reviven, te electrolizan. Este fue como tomar un coco frío en Aguachil en Sábado Santo.
Una electrificante corriente recorrió de mis labios a las orejas, se erizaron mis cabellos y un relámpago atravesó mi columna. Los pies me temblaban, y no era chikunguña (chinconcuya, decimos aquí), era el beso de la hermana muerte.
Una vez que la corriente llegó a mis pies, me lanzó cual descarga y me encontré en un poblado desconocido. Atravesamos el río. Vimos canales de riego en muy mal estado –ningún canal estaba roto o averiado, pero se notaba abandono–. Los campos no tenían nada cultivado. Caminamos muchas horas. Agotados y a punto de renunciar a un viaje sin objetivo, descubrimos una pequeña palapa sin nada que indicara que estuviera habitada, pero de reciente construcción. Algo o alguien indicó que ahí descansaríamos (después de lograr el objetivo, que no teníamos).
Una vez descargado lo que encima traíamos, supongo que algún petate, hamaca o cobija –espero que no fuera bolsa de dormir–, vimos que a la distancia, en medio del monte, había otra casa donde lloraba un niño o niña cuya piel estaba muy dañada.
Sin descanso emprendimos el viaje; ya el corazón, cuyas fibras se entrelazan, fue desgajado y expuesto a cielo abierto.
En el recorrido encontramos un pueblo fantasma. Al voltear hacia arriba, descubrimos un letrero de una terminal de autobuses, que en ese momento caía a nuestros pies. Poco a poco se fue mostrando gente. Uno de ellos era de esos que no son líderes pero les gusta salir en televisión y estaba dispuesto a la entrevista. En ese momento, me di cuenta de que, como siempre, no cargo la grabadora, así que no hice una entrevista, solo me dediqué a platicar sobre la vida en aquella comunidad. Mi pregunta fue directa: ¿están haciendo algún trabajo colectivo? “Es secreto”, contestó mi informante, “después es posible que hablemos de eso”; en tanto, volqué la vista sobre un tubo muy grueso, averiado, que de pronto lanzaba arena muy fina sobre un recipiente.
Los amores, si es que es el término que debemos utilizar, presentan sus complejidades, que les son propias. Eso de que si hay desilusión, bueno, jamás un amor desilusiona, simplemente no alcanzas tus expectativas propias, y el lapso de sufrimientos es un tiempo de lanzar reproches a la persona equivocada, generalmente es el yo quien no alcanza a ver la verdad del origen del desencanto.
Mucho tiempo después de recorrer la comunidad recapitulé mientras descansaba en una escalinata que me llevaría a descubrir su gran secreto; esta era una comunidad sobreviviente que río arriba habrá tenido la mejor experiencia de minería sustentable. Ningún derrame. Ningún descuido. Solo el polvo traído por los fuertes vientos había diezmado a los pueblos de alrededor. Una comunidad en medio de un desierto forzado.
“Nadie se movió”, dijo el informante, “traían mucho dinero para callar cualquier boca, y, cuando no les tapaba la boca el dinero, lo hacían las balas. Esa gente, como les decimos, fueron sus guardaespaldas. Dicen que ellos quedaron muertos en la misma mina que defendían. Cuando no les sirvieron para cuidarlos, lo lanzaron al cuidado de las albercas de lixiviados, cuyos gases le produjeron le peor forma de morir [i].
“Han pasado ya 80 años de aquella mortandad que hubo”, continuó el informante. “No hubo panteón que alcanzara para nuestros muertos. Ni fuerza tuvimos para enterrarlos, mucho menos para organizar alguna ofensiva contra la empresa. Nos dedicamos a huir, a sobrevivir.
“Nos hemos estado juntando”, añadió mientras sus ojos se llenaban de lágrimas, “poco a poco; en cada lugar hay alguno que sobrevivió. Estamos reconstruyendo al ser humano. Nacen niños malformados, nacen niños bien y al poco tiempo enferman y mueren. No aplicamos medicinas, lo dejamos todo a la madre naturaleza. Nos duelen sus muertes, pero para que una nueva humanidad crezca necesitamos que sea la vida quien la forme y no nuestros avanzados conocimientos”.
Me levanté de la escalinata y bajé. Una mujer gritaba que no avanzara y me lanzaba cuchillos. Pude ver ahí el futuro. La vida rehaciendo la vida. La luz. El colectivo regeneraba la cultura. De ello no puedo hablar. Fue un compromiso.
Era original de belleza nunca vista por mis ojos a pesar de los caminos y los años andados. Sus ojos de un brillo matinal, su cutis parecido al de una inocente niña. Sus manos delgadas sostenían parte de mi cuello y cara. Se separó. Apretó sus ojos como regresando de un viaje. Sonrió. Me ofreció café y fumamos largo rato, donde conversamos sobre García Márquez, Fidel, el Sup, la policía comunitaria.
Volteó la cara en el punto de los 43 y no tuvo más remedio que mirarme de frente, mostrarme sus grandes lágrimas y un sollozo angustiante para decirme: “No fui yo. He sido obligada a besar a los niños de Ostula, a los de Tlatlaya, a las bases zapatistas, a cientos de defensores de la naturaleza, a defensores comunitarios, a muchas mujeres indefensas cuyos casos no quieren ser reconocidos como feminicidios. Mi trabajo es este, pero no quiero ser secuestrada para besar a inocentes. Hoy rompo mi contrato, por eso vives. Yo soy la muerte”.
Nota:
Ahí están arriba, se hospedan en Zanatepec frente a la terminal. Son prepotentes. Están perforando sin nuestro consentimiento. ¿O estamos conscientes o consentidores?
Esta es la hora cero.
¡¡¡¡Bravo!!!! Ha llegado el desarrollo.
Una pregunta:
¿Debo seguir escribiendo?
[i] Las capacidades tóxicas del cianuro en organismos biológicos son muy poderosas. En las células animales bloquea la generación de energía, produciendo la muerte celular en pocos instantes. Las usinas de nuestras células, están en unos corpúsculos citoplasmáticos llamados mitocondrias, y generan energía en forma de ATP para que la célula realice su actividad normal: contraerse si es una fibra muscular del corazón o transmitir impulsos si es una neurona, etc. El cianuro bloquea la enzima citocromo oxidasa de las mitocondrias deteniendo la “respiración celular”; a pesar de contar con O2 y con sustratos energéticos, las células no pueden producir energía, su actividad se detiene y el organismo (protozoo, animal o humano) se muere.
El cianuro es el veneno “perfecto”, va directo al centro energético del organismo y lo bloquea instantáneamente; y las pocas personas que sobreviven al cianuro sufren déficit neurológicos irreversibles por la destrucción irreparable de neuronas.
El cianuro de sodio utilizado en las megaminas es sólido, son gránulos que forman briquetas relativamente estables; la ingestión de 100 mgrs. es mortal, recordemos que un sobre de azúcar para café en el bar tiene 6000 mgrs. Este cianuro es muy reactivo y puede pasar a estado gaseoso formando el temible ácido cianhídrico que constituía en gas Ciclón B (de Bayer) utilizado en las cámaras de gas en el genocidio nazi. (Información de http://www.ecoportal.net/Temas_Especiales/Mineria/Cianuro_el_veneno_perfecto)
El beso de la vida
Manuel Antonio Ruiz
Tomada de www.diadelsur.com