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Cada comunidad tiene su proceso histórico. Las familias adoptan situaciones, algunas de las cuales se vuelven leyes en las sociedades. Así, mi hermoso pueblo ha venido construyendo su cultura y tradición, dentro de las cuales, sin lugar a dudas, se encuentra el trabajo. Muy honrosamente me toca distinguir en esta redacción a los amigos de uñas de tierra, sí, los amigos ladrilleros.

 

Recuerdo muy bien cuando me enviaban, los fines de semana, a que le llevara el pozol al abuelo Eulofio. Lo acompañaba en ocasiones una panela que venía envuelta en bagazos secos del tallo del plátano; por si eso fuera poco, un pescado seco cocido al horno, obviamente servido en su jícara de morro.

 

-Ora, muchacho, ¿te quieres ganar una moneda?- escuchaba decir a los hermanos Pavián.

 

-¡Claro! A ver, dime de qué se trata- respondía yo.

 

-Mira, primero traes un machete filoso y luego te digo qué vas a hacer- indicaban

 

Confieso que era una oportunidad que buscaba para ahorrar unos centavos y poder ir el domingo al Matinée, al cine de los Hermanos Velásquez o al Cine Lux (por muchos conocidos).

 

-Abuelo, ¿no te enojas si voy a hacer el trabajo que dice el amigo Araón?- dije.

 

 -No, hombre. Anda, ve para que veas cómo se suda galán el cuerpo. Anda, saca ese sudor flojo que tienes- señaló.

 

Pues, sin más qué decir, tomo el machete, y el tío Aarón me explicó cómo raspar los ladrillos sin cocer, pero, eso sí, bien secos. Se sentía la arenilla fina que le quitábamos por abajo. Después de rasparlos, teníamos que amontonarlo en la boca del horno para que esperaran su turno de cocimiento.

 

Terminé la chamba y me quedó un poco de energía para seguir trabajando. Muy hombrecito, me dirijí al abuelo Eulofio para ver qué otra cosa hacía falta. Él me contesta: “Si quieres más chamba, agarra tu costal y vete al establo. Tráeme un poco de caca de caballo para que siga preparando más materia (refiriéndose a la masa de lodo y otros condimentos). Anda, apúrate antes de que te ganen los hijos de Mauro.

 

Sin pensarlo dos veces, tomé mi costal y llegué corriendo al establo, pero grande fue mi sorpresa porque ya estaban mis primos amontonado las bolas de estiércol de caballo. Estaban llenado sus bolsas. “¡Híjoles, ya me ganaron primos! ¿Y ahora?”, pensé.

 

Uno de ellos, el mayor, me dijo que en el potrero de enfrente también había caballos y que ahí había más estiércol, que me apurara. Sin pensarlo dos veces, corrí con el sueño de obtener una moneda de 20 centavos y así poder disfrutar la película que se iba a proyectar en el cine Hermanos Velásquez.

 

Llegué al potrero y busqué el estiércol. Había ya varios montones porque había varios caballos. Fui en busca del montón de estiércol más fresco y, sin pensarlo dos veces, lo metí al costal. Claro que sentí el pesor de aquella combinación que al abuelo le urgía para continuar con su trabajo, pero quedé sorprendido al ver cómo mis primos levantaban un costal lleno sin más complicaciones, y yo con medio costal estaba en problemas porque pesaba mucho.

 

Con gran esfuerzo llegué a la ladrillera y, sin avisar al abuelo, vertí el contenido de aquel costal sin evitar que aquella corriente de agua pestilente recorriera mi pecho.

 

-¡Hey, Cleme!, ¿qué pusiste ahí en la masa?- me preguntó.

 

-Puse el estiércol que me pediste, abuelo- contesté.

 

Cuando se acercó y vio la textura de aquella materia prima, reviró contra mí y me dijo: “¡Mira si sacas esa cosa porque vas a echar a perder mi trabajo de varios días! ¡Te dije estiércol seco! ¿¡Qué no oíste, pue, chamaco?”.

 

Y, pues, ahí me tienen sacando todo aquello. Por no escuchar bien al abuelo, había hecho mal mi trabajo, incluso hasta me olvidé de cobrar los 20 centavos que había ganado con el amigo Aarón.

 

Propuesta: el cine es un arte que tiene que volver a nuestra comunidad. Es un espacio que tiene que impulsarse para que la sociedad ixhuateca tenga la oportunidad de desarrollarse culturalmente. Si observamos, los espacios que ocupaban el cine de los Hermanos Velásquez y el Cine Lux están esperando a que alguien los visite para continuar dando alegría a niños y adultos. Queremos cine en Ixhuatán.

El día que me gané la entrada al Matinée

Clemente Vargas Vásquez

Tomada del sitio www.gestraylercine.com

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