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Cuando tus seres queridos se encuentran a la distancia por muchos kilómetros y has pasado mucho tiempo sin ellos uno se acostumbra a suspirar y llevarles siempre en el recuerdo, con el consuelo de que sabes que están ahí y que en cualquier momento puedes verles y abrazarles. Que diferente al sentimiento de tener a un hijo, a un padre, un hermano desaparecido, sin saber nada, absolutamente nada de su paradero, peor aún, cuando hay evidencias que las pruebas y propias indagatorias arrojan que su desaparición fue forzada.

 

Hace dos días se cumplieron once meses del trágico suceso de los normalistas de Ayotzinapa, fecha en la cual mes con mes se realizan manifestaciones en varias latitudes del país, pero la más significativa quizá la que encabezan algunos de los familiares de ellos en la Ciudad de México, las cuales han servido para mantener viva la esperanza de encontrar a estos muchachos estudiantes de la Escuela Normal “Raúl Isidro Burgos” que su único pecado era ser activistas de la lucha por mantener con vida el normalismo a través de la movilización encarando a los gobiernos federales y estatales para no permitirles el cierre de dicha normal a través del abandono y el arrebato del presupuesto gubernamental para dicho ámbito.

 

A punto de cumplirse un año, este caso ha marcado la vida pública de nuestro país y ha manchado una vez más al Estado Mexicano como los únicos responsables (como Tlatelolco, el halconazo, Aguas Blancas, Acteal; como los casos más conocidos, que de nombrar los casos trágicos acabaríamos en varias cuartillas) ha cimbrado las más fuertes bases de la “Democracia” desenmascarando las más oscuras conexiones entre el Estado y el crimen organizado, por lo que se ha encontrado en las últimas investigaciones que los videos que se pudieron capturar esa noche del caso y restos (de ropa y artículos que los normalistas tenían esa noche) la PGR o quienes llevan la investigación de ese lado desaparecieron dichas evidencias que habían encontrado, otra acción que deja de manifiesto la culpabilidad de quienes dicen hacer justicia para proteger a los ciudadanos.

 

Es inimaginable el duelo que han tenido que llevar las familias directamente afectadas, el haber cambiado en una noche sangrienta la esperanza de tener un hijo profesionista por después salir en caravanas por muchas partes del país exigiendo justicia y compartiendo la tragedia de aquellos que aún esperan encontrar con vida a sus hijos soñadores de una educación proletaria y campesina, visionarios de una educación para el pueblo, pero también de aquellas familias que esa misma noche perdieron a sus muchachos futbolistas de tercera división del equipo avispones de Chilpancingo, que fueron ejecutados viajaban de regreso después de un encuentro de futbol y civiles que fueron abatidos al ser confundidos con los normalistas, lo que nos muestra que la operación había sido montada y pensada, una operación macabra como en las peores dictaduras latinoamericanas a sangre y fuego, aquí llegan cuestionamientos como: ¿Tanto es el miedo al pensamiento revolucionario? ¿Qué intención tiene un Estado y que rumbo lleva una nación que su gobierno asesina estudiantes? ¿Dónde estaban las fuerzas federales que ahora mandan a limpiar escuelas a Oaxaca?

 

El caso de los 43 normalistas será por mucho tiempo el dolor de una herida más en el tejido social mexicano, pero también despertó la conciencia en muchos mexicanos de la realidad que vive y ha vivido por muchos años nuestro México, volvió los ojos del extranjero para criticar duramente la actual administración federal en el tema de seguridad, pues trágico suceso demostró que el Estado Mexicano no es capaz de proteger a sus gobernados y peor aún es quien violenta las garantías individuales y es culpable de un crimen de lesa humanidad, este gobierno entreguista actual está llevando a México a una crisis más en todos los ámbitos: económico, de seguridad, social y política; que ha provocado en los mexicanos la sensación encono hacia él acompañado del de incredulidad en el discurso oficialista, pero que muchos no se han atrevido a actuar de manera consecuente exigiendo de manera contundente el tener un gobierno que nos merezcamos, con personas capaces de administrar y sobre todo integras en su comportamiento en los cargos públicos, porque quizá no hemos comprendido que la organización popular supera cualquier represión y sometimiento mediático, tengo la esperanza que llegará el día en que podremos liberarnos, mucho tiempo puede pasar, pero poco a poco se están dando las condiciones para cambiar de gobernantes, de patéticos tecnócratas que esconden lo malo a través de dadivas a los pueblos y matan callando voces que les desenmascaran, cuando ese momento llegue, ustedes los normalistas de Ayotzinapa hoy desaparecidos y demás luchadores caídos tendrán un lugar en la historia del nuevo México.

El dolor por los que no han vuelto y la esperanza de un México diferente

Enrique Mauleón Medina

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