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El 18 de septiembre del año 1998, en la biblioteca Martina Henestrosa tuvo lugar la presentación del periódico El Independiente, imaginado por mí y hecho por unos cuantos colaboradores, aventureros como yo. El entonces presidente municipal de Ixhuatán, profesor Javier Matus Pineda, la maestra  Adela Fuentes López, directora de la escuela preparatoria José Martí, así como el profesor Enoch Altamirano Pineda, fueron mis invitados de honor esa tarde-noche.

 

La motivación que tuve para crear un periódico impreso fue una cierta pesadumbre por ver que los políticos locales, desde antaño, se habían acostumbrado a ejercer el poder de manera vertical con escasa, convenenciera o nula información de sus gestiones. Los rumores, los dimes y diretes permeaban la vida política, social, económica y religiosa del pueblo;  asimismo, les importaba un bledo la historia, no cruzaba por sus mentes -suponía- que lo que hicieran o dejaran de hacer iba a ser abonado a su prestigio o desprestigio personal o de su grupo político. El cortoplacismo con que en México se manejan los funcionarios públicos, pues. Yo estaba a disgusto con ese estado de cosas y suponía que con un órgano de información podría lograrse airear ese ambiente que, a mi entendimiento, no solo miraba rutinario y aburrido, sino peligroso, ya que perpetuaba la opacidad en la función pública. 

 

También quise modificar un tanto los gustos de la gente al recordar que, desde niño, vi a muchos pobladores leer poco y de ese poco casi todo era nota roja y cómics con contenido sexual. Así, revistas como Alerta y Alarma! tuvieron a un público fiel en el pueblo, quien la adquiría se lo pasaba a otro para comentar los crímenes nacionales con lujos de detalles. Una vez llegué a ejercer mi profesión, en los años 80, aunque con más furor en los 90, entraba un coche equipado con altavoz que lanzaba al aire la única noticia que le interesaba vender porque sabía que tenía a lectores cautivos. Y esa noticia siempre fue un crimen, un delito o ambas cosas a la vez. La provocación al morbo lo exacerbaba cuando decía: “Vean aquí las fotografías a colores…”. 

 

Soy de los convencidos que creen que la información es poder y que este, distribuido en la sociedad, tiene la capacidad de democratizarla. A eso y a culturizar a todo aquel que leyera El Independiente aposté. El saldo a esta hora es fenomenal, gané mucho más de lo esperado. Quien quiera confirmarlo solo tiene que leer todo lo publicado en él.

 

Antes del periódico yo había trabajado en esos mismos lineamientos en la escuela preparatoria José Martí. Allí di cátedra por espacio de 15 años, hasta el 26 de enero del año 2000. El móvil jamás fue la paga, sino estimular a la juventud a cambiar sus viejos hábitos por unos nuevos, esto es, disciplina y dedicación en saberes que, más tarde, estudiaran o no una carrera, les llegaran a servir para encontrar en sus vidas la felicidad necesaria como para decirse, a lo Neruda, haber vivido. No tengo la menor duda de haber conseguido mucho más de lo imaginado. Y ello fue porque puse pasión, amor y dedicación al trabajo, a grado tal que a la institución la hice mía con todo lo que eso significa: alegrías con los éxitos de sus estudiantes egresados –muchos son hoy día profesionistas- y dolor cuando ocurría lo contrario.

 

Nada nuevo puede hacerse si antes no se tiene la suficiente información de la historia, del pasado remoto o inmediato. Yo sabía que, en los años 60, en Ixhuatán, en la secundaria nocturna Unión y Progreso, se editó un periódico –un solo número del que ignoro el tamaño y a iniciativa de quién se hizo-, el cual  podría considerarse el primero habido en la comunidad. Hasta el momento no he podido dar con él, espero conseguirlo algún día. Años más tarde, en junio de 1987, el profesor Cecilio López Trujillo, fundador de la preparatoria, publicó el número 1 de ¡¡MENSAJE!!,  el cual volvió a ver la luz un año después, junio de 1988, con el segundo y último número, tamaño de un octavo. Fue precisamente en este número 2 donde publiqué mi primer artículo periodístico, titulado “Ixhuatán, pueblo de conquistadores”. Poseo ambos, claro.

 

Asimismo, yo estaba enterado -porque  poseo toda la edición facsímile de su primera edición de 1987- de la existencia de Neza, un periódico cultural fundado y editado por Andrés Henestrosa entre junio de 1935 y enero de 1937, que fue cuando apareció su último número mensual, el 20. Ítem más: poseo los cuatro únicos números que el mismo Henestrosa hizo de otro periódico, Didcha, entre julio de 1950 y febrero de 1952, esto quiere decir que aparecía solo de aquí allá, como un cometa, suerte que tiene toda empresa editorial que se hace en solitario y más con entusiasmos que con recursos pecuniarios. Aquí debo decir que el pintor Francisco Toledo, quien, junto con el hoy académico Víctor de la Cruz, fundaran la revista Guchachi’ Reza –que apareció por primera vez en el periódico El Satélite de Juchitán del periodista y licenciado Taurino López, segundo esposo de doña Julia Henestrosa, dicho sea de paso, y  quien algo me inspiró porque lo conocí-, ha afirmado que Neza fue el modelo de su revista. Así, yo afirmo que El Independiente tuvo a Neza de modelo, con las diferencias necesarias para no ser una burda copia.

 

Mi periódico no iba a llamarse como finalmente se llamó, sino El Bramadero (podrán imaginarse por qué), que, como bien se sabe, es el poste que se siembra en medio de los corrales donde se ordeña el ganado y se atan los animales castigados, casi siempre cerreros. A mi editor, el licenciado y escritor Claudio Sánchez Islas, le pareció grosero y, por lo mismo, inadecuado, sugiriéndome varios títulos. Finalmente me incliné por El Independiente porque, en cuanto se lo escuché decir, sentí era el que mejor definía mi labor quijotesca de años; para nada pensé en el desalmado Carlos Ahumada, el ex de Rosario Robles, quien tuvo un periódico con idéntico título. 

 

Mi empeño periodístico me dejó profunda satisfacción y la seguridad de que, con él, aboné un capítulo honroso a mi pequeña historia, esta siempre hambrienta de fama ganada a pulso, sirviendo a las causas en las que creo. Asimismo, no todo fue ganar, ya que  nunca se terminó de vender la edición de 500 ejemplares –aunque los dos primeros números fueron de mil-, por lo que me dejó pérdidas económicas que repercutieron en mi hogar: casa a medio terminar, malestar familiar y pequeñas carencias materiales que, al juntarse todas ellas, hicieron un todo que hizo imposible seguir publicando El Independiente, el tabloide de seis páginas más amado por mí. Increíblemente –jamás lo planeé- tuvo la misma suerte de Neza: 20 números. Ya tenía en mi poder el número 21, el de mayo del año 2000, cuando, una noche, decidí no seguir adelante. El dolor que sentí fue enorme, a grado tal que lloré porque me vi solo, inmensamente solo, rodeado de mucha gente que podría ayudarme si quisiera o se lo pidiera, pero que opté por no molestarla porque los conocía a unos y a otros porque no comulgaban con mi empresa.

En estos 16 años transcurridos desde aquel 18 de septiembre de 1998, el saldo es más que favorable. En el Cobao, poco después de El Independiente, intentaron escribir un periódico, que, hasta donde sé, solo publicaron un número. Lo supe porque su creador, un estudiante, fue a verme para que lo orientara. Más tarde tuve en mis manos el ejemplar y vi mi estilo en el texto editorial, tan bien asimilado que un amigo mío me preguntó si yo lo había escrito. 

 

Mi prestigio, si alguno tengo, en parte se lo debo a El Independiente. Las críticas –que ya había vivido con mi primer libro- fue variopinta: a favor y en contra, como es usual, ambas, eso sí, necesarias: las primeras, para continuar con más ímpetus, y las segundas, para corregirse y aprender a caminar pisando cada vez en terrenos más sólidos. 

Como anécdota debo decir que, en un primer momento, el periódico lo vendía un panadero, Valentín, llamado también Áureo. Finalmente, lo tuvo que hacer la hija del doctor Gastón, mi esposa, Rosa Elena, de casa en casa. Trabajo muy cansado (produce chorros de sudores y mucho desaliento), como bien saben aquellos/as que venden queso, mantequilla, camarón, yuca, camote, pites, frutas, verduras, quesadillas, memelas, tamales, empanadas o cualquier otro producto alimenticio, bien del cuerpo o del alma, porque el vendedor llega a casas donde ni bien ha anunciado su venta le sale a topar un brutal ¡NO!, con mayúsculas, engargolado de oes. ¿Quién en su sano juicio no ha tratado así a un ambulante? Con todos ellos quedé en deuda. O, como dirían las abuelas: “Que Dios se los pague”. 

Tres pesos costaba El Independiente, y  la publicidad, en él 50 pesos; eran, en promedio, poco más de 15 los anunciantes y hubo más de tres que nunca pagaron un solo peso y otros que me abandonaron porque ya no podían o no querían pagarlo. Hubo también gente que me dijo: “Lloré con el poema de Guillermo Matus”, “Me encantan las entrevistas que haces”, “La historia de doña Julia, ¡qué mujer!”, “Mira, pues, ¡escribió el doctor Gastón!”, “Qué hombre más positivo es el profesor Enoch”, “Me gustan los chistes y el juego-grama que publicaste, por eso  estoy coleccionando tu periódico, xhunco”. Por supuesto que habrá alguno que otro que haya dicho que El Independiente era bueno para limpiarse el culo, como ya antes habían dicho que los discos de vinil de nuestros artistas locales era bueno para tapar hoyos de cayucos, así como sus casetes servían muy bien para cuidar los sembradíos de los zanates.

 

Hay que saber aguantar lo que la cultura de cada persona le dicte decir, ellos también desean pasar a la historia y esa es su manera de hacerlo,  yo lo entiendo perfectamente. Las figuras públicas mueven a envidia, por eso todo el tiempo son criticadas, ni se diga si a cada paso se equivocan y son reacios a reconocerlo. El  precio para alcanzar prestigio legítimo requiere perseverancia en el oficio, honradez en el ejercicio cotidiano y humildad para ir aprendiendo durante la marcha. Nadie nace sabiendo y cada uno solo sabe un poco de algo. Me congratulo de haber tenido colaboradores fieles en El Independiente, aquellos que no necesité rogar. Desde aquí vayan mis saludos y agradecimientos, ya que todos ellos lo hicieron de manera desinteresada, gratuita y humildemente, confiados que en todo tiempo se les respetó lo que quisieron decir. Fuimos pioneros, ¡qué cosa!

 

**Publiqué hace unos minutos la portada del primer número de El Independiente, por si quieras usarlo. Saludos.

El Independiente

Juan Henestroza Zárate

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