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10/7/2016

 

Para mi fortuna, mi hogar no pertenece al grupo de los 15 millones que este mes de julio verán incrementarse sus tarifas eléctricas entre 2 % a 7 %. A menos que quien pasó a medir mi consumo diga lo contrario y así, por su voluntad, me arranque del grupo de los 35 millones de usuarios que consumen menos de $500.00 bimestrales.

 

El gobierno federal, priista, cuida ahora con celo aquel rubro -el económico- que en el pasado descuidó tanto, a grado tal que casi cada fin de sexenio empobrecía al país con devaluaciones. Las crisis económicas recurrentes no solo golpearon a los más pobres, sino también a la clase media. La clase trabajadora perdió su poder adquisitivo, pagando ella la irresponsabilidad de funcionaros ineptos y corruptos, encabezados por el presidente en turno.

 

Por ese mal pasado los funcionarios de Hacienda están prestos a sostener la estabilidad macroeconómica. A la fecha han programado dos recortes al Presupuesto (el más reciente el 24 de junio), con lo que afectan, por supuesto, a sectores vulnerables y dejan indemne los privilegios de funcionarios y políticos. Y luego quieren que nadie se irrite ni proteste.  

 

Aunque ahora algunos priistas afirmen que el país vive volcado en la violencia, gracias a las políticas de seguridad erráticas de los presidentes panistas –especialmente la de Felipe Calderón–, lo cierto es que estos fueron más y mejor aplicados a la hora de llevar a la práctica las recomendaciones de los organismos internacionales. Por supuesto que todo ello no hubiera sido posible si la población no hubiese aguantado las drásticas medidas económicas, calificadas como “dolorosas pero necesarias”. Medidas que tuvieron como precio empobrecer a más de la mitad de los mexicanos al marginarlos del desarrollo y convertirlos en carne de cañón de los partidos políticos, quienes los manipulan a su sabor con programas asistencialistas.

 

En el actual gobierno –que goza de muy bajo índice de aprobación, dicen las encuestas­– a ratos parece que el país se va a pique. El hervidero de problemas sin solucionarse, causados por los corruptos funcionarios y políticos impunes, no dan lugar al optimismo. Hasta los medios tradicionales –casi todos afines al gobierno– muestran  un México iracundo y descontentadizo. Malestar que dijo EPN no entender, si las variables económicas de México son mejores a la de otros países que no están tan convulsos como el nuestro. Al parecer nadie le explicó al presidente que la corrupción e impunidad de los gobernantes irrita, y  mucho, máxime si el primer deshonesto es el Ejecutivo.

 

Al 1 de julio, el Banxico reportó 224 mil millones de dólares de reservas internacionales. Después del Brexit en Reino Unido, aumentó la tasa de interés en 0.50 %, con lo que lo situó en 4.5 %. Se busca evitar la fuga de capitales y que la devaluación del peso –debido a la volatilidad internacional– no impacte en la inflación, que ya ha comenzado a resentirlo. Las lecciones del pasado, más vivas que nunca, asoman la cara. Todos hemos presenciado cómo un país, de un día al siguiente, se empobrece y desestabiliza. Todo por el cúmulo de errores de sucesivos gobernantes, apáticos a servir de manera eficaz a la gente, a la que prometen tanto en campaña y a quienes se les paga más que bien.

 

Gracias al manejo de la macroeconomía, a los tecnócratas priistas se les ve triunfalistas. Eso por un lado. Por otro lado, los más visibles se esmeran por hacer mejor su trabajo, ya que de ello dependerá que sigan con esperanzas al 2018, Osorio Chong, por ejemplo. La caída de Beltrones animó a varios priistas. Hasta a Rosario Robles se le ve más protagonista que de costumbre, no digamos Meade, quien, en una acción promocional, trasladó en aeronaves víveres a Oaxaca. Eruviel Ávila cuida todos los detalles de sus entrevistas, hasta la voz modifica. Quien parece tener los días contados es Aurelio Nuño, quizá por equivocar su estrategia creyendo que México requería mano dura y que él era el indicado en proporcionarla. No así Luis Videgaray, a quien al parecer ya le dieron el banderazo de salida y se le ha visto más en los medios. Y pensar que solo uno de ellos será el candidato. ¡Qué desperdicio de recursos nuestros!

 

Ocupados como están los funcionarios en promocionarse para el 2018, los asuntos de urgente resolución siguen a la espera de quién se atreve a resolverlos. El presidente ha expresado, por ejemplo, que en el asunto de la CNTE no habrá marcha atrás en la reforma educativa, léase: “¡Háganle como quieran!”. La prioridad de su gobierno al parecer es evitar la crisis económica, que algunos han pronosticado nos alcanzará. Es posible que, si la presión sube, elija el expediente fácil de los presidentes mexicanos: cesar al funcionario. O dejar que el asunto se pudra.

 

La oposición, por su parte, bien gracias. En un acto de desmemoria y oportunismo político, el gobernador perredista de Michoacán, Silvano Aureoles, se ofreció mediar entre la CNTE y el gobierno. Fue uno de los negociadores del Pacto por México. No es el único que ha salido a decir que a la CNTE le asiste alguna micra de razón. El señor –contra toda lógica– aspira a ser candidato del PRD en 2018, por lo que de seguro en el futuro se le verá más en pantalla. Lo mismo su correligionario Graco Ramírez, gobernador de Morelos. Esto, si para entonces el PRD no esté fuera de competencia  por sus deudas y por la estampida de militantes a Morena u otros partidos.

 

Vemos, pues, que en México, y no obstante que no hemos crecido a los niveles prometidos, nuestros  gobernantes se entretienen soñando en su futuro político más que en resolver los problemas. Lo mismo ocurre con los otros dos poderes. Los legisladores se citan en la Cámara tal día y no llegan los suficientes para tener quórum. Pero a ellos no se les descuenta ni se exhibe ni se les amenaza con degradarlos, ya que son quienes hacen las leyes. Y las hacen mal, tan mal, que hasta Peña Nieto, que no es ducho en democracia, se las devuelve, solo porque la Ley 3de3 afecta a los ricos, y estos, también, quieren los privilegios y la impunidad que gozan los funcionarios y políticos. Hasta cuándo viviremos en el México de “¿No pasa nada?”. Hasta que los indignados digan, en acciones, ¡basta! O cuando las crisis mundiales –económicas y de seguridad, entre otras–, nos den alcance. Lo que ocurra primero.

 

¡Qué país!, dijera Tomás Mojarro.

El país que tenemos

Juan Henestroza Zárate

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