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20/4/2016

 

Hace unos días la asociación Mexicanos en el exilio, con sede en El Paso, Texas, dio a conocer, en el diario El Universal, algunos de los resultados de una investigación  que llevó a cabo al revisar la lista de 2.2 millones de nuevos militantes del PRI. Ese escrutinio reveló que en dicha lista existen difuntos, desaparecidos y presos. Asimismo, hicieron notar una extraña coincidencia: los nuevos militantes fueron registrados el 1 de enero de 2014.

 

La asociación menciona por sus nombres a cuatro personas desaparecidas y a una persona asesinada en 2012 –pero que se afilió al PRI el 1 de enero de 2014–. También descubrieron entre los afiliados a miembros del crimen organizado, de los cuales les llamó la atención uno de ellos, quien se afilió el 1 de enero de 2014, no obstante estar preso en USA desde 2009, ya que fue extraditado a dicha nación después de que lo aprehendieron en México en el año 2007.

 

Por otra parte se descubrió que existen por lo menos 13 candidatos de oposición que aparecen como militantes del PRI que en este año compiten en las elecciones en varios estados. Más de uno, seguramente, no tuvo tiempo de darse de baja en el PRI antes de migrar a otro partido en donde fue tomado en cuenta. Ese es el problema de las deserciones: no siempre se dejan arregladas las cosas.

 

Las reacciones en los partidos políticos no se hicieron esperar, y acusaron al PRI de viejas prácticas para inflar su padrón, el cual hoy día es de 10,016,300 militantes, según su página web, que puede ser consultada por el público. Aquí cabe decir que quienes ahí aparecen lo es en razón de que, al pertenecer a un ente como un partido político, los datos dejan de ser privados para convertirse en públicos. El PRI respondió que existe transparencia en su padrón y que nadie fue forzado a pertenecer al partido. En efecto, en su página, quien así lo desee puede darse de baja. En la misma condición están todos los militantes de los otros partidos: es una exigencia del INE depurar y actualizar dichos registros.

 

Una vez me enteré del padrón del PRI, me asaltó una duda: ¿no estaré en él? Ello no solo porque dijeron que registraban a los electores sin su consentimiento, sino principalmente porque recordé que, a fines de 1983 o principio de 1984, un señor se presentó en mi domicilio y sin más me entregó dos credenciales del PRI. Una a mi nombre y otra a nombre de quien era mi esposa. No me gustó la acción porque jamás he militado en partido político alguno, así que destruí la credencial. Nunca investigué a quién se le ocurrió tal cosa y por qué. Deduje que era una costumbre de la época: la cooptación. Porque en los pocos años que llevaba viviendo en el pueblo ya todos estaban enterados de que no comulgaba con el PRI. Me olvidé del asunto y nunca se me ocurrió  investigar si dicho registro se hizo más allá del ámbito local. Hasta ahora.

 

Durante muchos años viví rodeado de priistas en Ixhuatán, empezando con la familia. Con algunos de ellos dialogué, y, aunque las pasiones afloraron  en alguna que otra ocasión, jamás hubo falta de respeto. Hubo alguien que después de una elección donde el PRI resultó triunfador apabullante de plano me dijo que me alineara del lado de ellos. Le dije que no dejaría de ser oposición porque creía necesaria la alternancia en la democracia. Él sigue siendo priista, lo que me congratula, ya que es coherente y congruente consigo mismo, sin importarme que seamos adversarios –no enemigos– ideológicos.

 

Fui testigo, el 20 de noviembre de 1980, de la derrota municipal del PRI en Ixhuatán. No fue derrotado por  la oposición –representada en ese momento por el Partido Popular Socialista y la recién nacida Asociación de Trabajadores y Estudiantes Ixhuatecos–, sino por sí mismo, por la profunda división que experimentó en su interior. Fractura que fue consecuencia  del inadecuado manejo  del poder por el grupo que lo había venido usufructuando una vez murió  don Modesto Matus Ruiz, en 1971, quien a su vez había tomado la estafeta en 1943, después del asesinato de don Zenón Pérez Carrasco.

 

En los últimos 36 años he visto de cerca los cambios políticos y sociales acaecidos en Ixhuatán, un pueblo gobiernista, lo llamo. No solo porque aquí abundan los priistas, sino porque los ixhuatecos acatamos las disposiciones gubernamentales. Quizá ello se explique por aquello que se dice en otras partes: que el mexicano tiene mentalidad priista (lo que eso signifique). Algo parecido sucede en el campo de  la religión cuando se dice que todos somos guadalupanos a pesar de que ahora existan muchas opciones no solo católicas, sino incluso contrarias a ellas.

 

No obstante lo antes dicho, fue para mí una gran sorpresa descubrir que en Ixhuatán solo hay 128 personas afiladas al PRI: 79 mujeres y 49 varones. ¿Por qué? No lo sé. No aparecen exfuncionarios municipales, por ejemplo. Tampoco aparecen los ancianos que uno ve llegar a las urnas –a veces en precarias condiciones de salud– cada vez que hay elecciones municipales, estatales o federales.

 

Yo esperaba encontrar en la lista a muchos de mis parientes, amigos y conocidos que sé son priistas de hueso colorado (el famoso voto duro), algunos capaces de defender su militancia y a su partido en cualquier foro. Esos que dicen con orgullo haber heredado el partido de sus antepasados y propalan por los cuatro vientos que morirán siendo priistas. O a esos otros que viven agradecidos con su partido porque gracias a este tienen empleo y un buen nivel de vida, por lo que nunca se han sentido perdedores. O a gente humilde que afirma tener palabra, por lo que no está esperando dádiva alguna para votar por el partido de sus amores. En fin, supuse centenas de militantes priistas, y no fue así. De los 128, 53 fueron registrados en 2014; 46, en 2015; 21, en 2013; 2, en 1990, y con uno, los años 1980, 1998, 2002, 2008, 2010 y 2011.

 

En la lista de los 128 militantes priistas de Ixhuatán me topé con nombres que no conozco pero que sí reconozco pertenecen al municipio. En ese sentido en Ixhuatán el PRI no infló su padrón, si acaso exista una persona que se registró dos veces en distintos años –2008 y 2010–, primero con dos nombres y después sin uno de dichos nombres pero con sus dos apellidos.

 

Picado de mi curiosidad le eché un vistazo a los padrones de los municipios vecinos de San Francisco del Mar y de Reforma de Pineda. Y, ¡oh, sorpresa!, Reforma tiene registrados 541 militantes, mientras que San Francisco del Mar, solo 89. No pude evitar relacionar las cifras con los gobiernos que los dos pueblos tienen en la actualidad. Sumado a ellos Ixhuatán, se explica que el PRI solo haya ganado en Reforma.

 

Por supuesto que nadie desconoce –ni mucho menos hay que minimizar– lo que el PRI significa en lo local, estatal y nacional. Han arraigado tanto sus usos y costumbres en el alma del mexicano que todos los partidos políticos sin excepción los han hecho también suyos. Eso  ha favorecido al PRI, ya que un viejo opositor a él, sin mayor escrúpulo, muy bien puede  votar tricolor si así le conviene. Es el llamado voto útil que ayer favoreció a Vicente Fox. Fue en ese año 2000 donde la oposición al PRI apoyó a quien pudiera vencerlo sin importar que el militante de izquierda votara por el de derecha. Las ideologías, en México, atraviesan por un reacomodo, si no es que por una profunda crisis.

 

Ante elecciones municipales y estatales en puerta veremos cuántos votos obtiene el PRI en el municipio. Ahí es cuando entrarán en acción sus simpatizantes, aquellos que por equis, ye o zeta razón no han querido afiliarse al partido de su preferencia. Simpatizantes que desde ahora vaticino superarán ene veces a sus militantes y que quizá se obliguen a registrarse y así poder lucir su credencial, que de seguro les abrirá más de una puerta en Oaxaca y más allá.

El priismo en Ixhuatán

Juan Henestroza Zárate

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