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A los campesinos ixhuatecos,

en especial a ta Mariano Sánchez,

los verdaderos perdedores en esta lucha

 

Desde la resolución presidencial que restituía a los comuneros ikoots de San Francisco del Mar el territorio conferido por la corona española, hemos repetido una suerte de verdades absolutas que distorsionan la "verdad histórica". A partir de este curso discursivo, quiero aportar unos apuntes al tema de la cuestión agraria en nuestro pueblo. Me interesa puntualizar cada aspecto de lo sucedido en esos años y hacer otra narrativa del tema (espero lograrla).

 

Cada aspecto que he analizado retoma las charlas de los testigos de esos días, los campesinos despojados, minifundistas, que, en la tabla rasa de esos momentos, fueron los que perdieron no solo su medio de vida (la tierra), sino, además, sus prácticas ancestrales ligadas a la misma. Refugiados y vilipendiados, nadie había hablado de ellos ni en discurso ni en la lucha. Retomo los contextos en que se dio cada decisión y cómo, al final, terminamos dejándolos solos.

 

1.- Arturo Warman, en "Los campesinos, hijos predilectos del régimen", nos habla de cómo estos son manipulados por el gobierno y cómo se sirve de ellos. El sexenio de Luis Echeverría fue pródigo en cuanto a "retomar los ideales de la Revolución de 1910", con la carga de cambios que traía aparejado el 68 y los levantamientos armados, con una juventud ya crítica al régimen del "desarrollo estabilizador".

 

En esta perspectiva nacional se circunscribe la resolución a favor de los ikoots como parte de la estrategia de cooptación gubernamental; en ese contexto debe entenderse el detonante para la resolución presidencial. Para citar un ejemplo, grandes extensiones de desiertos y mares fueron dadas en las resoluciones de esos años, obvio, en lugares no aptos para las actividades agrícolas.

 

2.- Los que participaron en la "defensa de la tierra" por parte de los ixhuatecos eran los grandes poseedores de la misma. El método de lucha partía de la premisa: "Nosotros sí sabemos trabajar la tierra, esta ha sido heredada de nuestros padres y los huaves no se van a quedar con ella". No era permisible otra forma de tenencia de la tierra que no pasara por la "pequeña propiedad", ese fue el discurso de entonces y es el que permeó en cada ixhuateco hasta ahora, soslayando otras formas de tenencia, como el ejido y la comunidad agraria como alternativas, pues eso atentaba sus intereses.

 

3.- A partir de lo anterior se explica la falta de ejidos (los casos son contados en Reforma Agraria Integral y Las Palmas) o de una estrategia que permitiera la defensa de los minifundistas ixhuatecos para evitar lo que pasó: que se quedaran sin un pedazo de tierra; quienes se organizaron para establecer el ejido fueron perseguidos, acusados de colaboracionistas de los ikoots o reprendidos con los instrumentos del poder para reprimir cualquier intentona de organización distinta a la que los latifundistas ya habían definido como línea discursiva.

 

No es gratuito que, cuando se revisan los documentos del Archivo General de la Nación en Lecumberri, no es sorpresa encontrar grandes propiedades y que los poseedores de esas tierras estén en pocos apellidos alternándose. En el contexto del siglo XIX, en inicios del XX, durante el Porfiriato, fue práctica común el latifundio y el despojo de tierras a los pueblos indígenas, y esa realidad no iba a ser distinta en Ixhuatán. Apellidos con origen europeo o norteamericano, de generales porfiristas son el denominador común encontrarlos en los títulos de posesión de esos días, nada cambió con la revolución en el pueblo, y así estaba Ixhuatán cuando la resolución nos alcanzó, en los setenta.

 

4.- Obviamente, quienes controlaban el poder económico también retenían el poder político, ambos permitían el control de vidas y destinos, por tanto, quien se apartaba de ese guion establecido estaba confinado a ser reprimido con todos los elementos con que el estado cuenta para ello o, en su defecto, por ese mismo poder.

 

¿Alguien recuerda cómo fueron vilipendiados aquellos campesinos que se atrevieron a posesionarse de los terrenos de la finca La Gringa -nuestro único ejido cercano a la cabecera municipal-? O, bien, ¿a aquellos campesinos que tuvieron la fortuna de que no les fueran quitadas sus tierras al otro lado del río no les dijeron colaboracionistas de los huaves y fueron reprendidos públicamente? Esos métodos servían para evitar que el humilde accediera a la tierra.

 

Va otro dato: ¿alguien ha rescatado los apellidos de los acaparadores o “coyotes” ixhuatecos, que, literalmente, les arrebataban las cosechas de esos campesinos? La memoria y las lágrimas de esos viejos me permitieron visualizar las razones del destino de esa mayoría y por qué muchos de ellos fueron peones de esos grandes hacendados, agobiados por deudas impagables.

 

5.- ¿Por qué Ixhuatán se quedó cercenado a contar con un territorio? Esa pregunta ha tenido varias respuestas en la medida que he ido recopilándolas, y varía de acuerdo con la visión de quien me la cuenta, pero, al analizar, encuentro líneas coincidentes y siempre termino con en esta imagen a manera de conclusión simplista: ikoots de huaraches y ropas humildes e ixhuatecos enfundados en zapatos y ropa hecha a la medida en unas oficinas de la Reforma Agraria en el Distrito Federal, los primeros defendiendo una forma de tenencia social de la tierra; los segundos, sus latifundios. El resultado no fue sorpresa, más viniendo de un gobierno adepto al populismo.

 

6.- Posterior al decreto, ixhuatecos e ikoots se distanciaron en cuanto a la convivencia, se tomaron banderas del lado de Ixhuatán que no necesariamente eran las de las mayorías de los pobladores. Se usó el miedo a perder lo poco y se azuzó el rencor por el otro para mantener la posición de los pocos; defender la tierra de unos cuantos como si fuera de todos terminó siendo el derrotero y el discurso imperante que, hasta hoy, se sigue escuchando, nada ha cambiado en esa línea discursiva. Si bien es cierto que muchos campesinos minifundistas terminaron sin tierra, otros decidieron aceptar ser comuneros y mantuvieron sus tierras. Los que optaron por lo último ni dejaron de ser ixhuatecos ni comprometieron sus querencias.

 

Y hoy vuelve el fantasma de la lucha fraticida, que se va a conjugar por los intereses económicos de los neolatifundistas de ambos lados con la llegada de las eólicas; los que arriendan entre Aguachil y Boca Barra querrán participar del negocio aunque no sean los propietarios de esas tierras y los ikoots harán lo mismo al declararse los propietarios de esas tierras. Ahí yo veo el riesgo, y más que, en ambos municipios, los que hoy encabezan las administraciones públicas harán lo propio queriendo participar del negocio. Al final, cualquier pleito particular detonará el problema si no hacemos algo por el bien de todos.

El problema agrario en Ixhuatán

(Un esbozo para entender la pérdida del territorio)

Joselito Luna Aquino

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