“Educar es lo mismo que poner un motor a una barca:
hay que medir, pesar, equilibrar y poner todo en marcha.
Pero, para eso, uno tiene que llevar en el alma un poco de marino,
un poco de pirata, un poco de poeta y un kilo y medio de paciencia concentrada.
Pero es consolador soñar mientras uno trabaja que ese barco, ese niño,
irá muy lejos por el agua.
Soñar que ese navío llevará nuestra carga de palabras hacia puertos distantes,
hacia islas lejanas.
Soñar que, cuando un día esté durmiendo nuestra propia barca,
en barcos nuevos seguirá nuestra bandera enarbolada”.
Gabriel Celaya
En memoria de los normalistas de Ayotzinapa que fueron víctimas de la violencia de un país que, día a día, se nos escapa de las manos.
Camina lentamente desde su habitación hasta la sala, no recuerdo cuántos años han transcurrido desde la última vez que la vi, quizá desde mi último desfile al pasar frente a su casa, en cuya acera siempre estaba sentada en su silla a temprana hora los 16 de septiembre y los 20 de noviembre para no perderse un solo detalle del recorrido. Su semblante es distinto al de quien fuera mi directora cuando estudié en la Emilio Carranza; el tiempo ha hecho de las suyas. Me encuentro ahí, en su hogar, sobre la calle Justo Sierra, a un par de cuadras de la iglesia de la Virgen de la Candelaria. Su mirada no deja de provocarme sentimientos encontrados, pues refleja, al mismo tiempo, satisfacción y nostalgia, alegría y tristeza.
Si alguien se aventura a llevar a cabo la encomienda de escribir la historia moderna de Ixhuatán, no puede permitirse no incluir a tan importante personaje dentro de sus páginas. Una gran cantidad de ixhuatecos se instruyó en las aulas bajo la tutela de esta profesora; otros más, bajo su dirección administrativa.
Se trata de Irma Marín Zárate, a mi juicio, uno de los personajes más importantes para nuestro pueblo. Hace ya varios años que dejó la vida académica, hoy abre frente a mí su baúl de los recuerdos. Les comparto la breve entrevista.
Hablar de Irma Marín Zárate no es hablar solo de una maestra, sino de toda una institución. ¿Se considera parte importante de la historia educativa de Ixhuatán?
Sí, sí me considero por haber trabajado mucho tiempo, y, la verdad, casi 46 generaciones tuve que entregarles al pueblo de Ixhuatán y Reforma, los dos lugares donde trabajé: 40 aquí, en Ixhuatán, y 6 en Reforma de Pineda.
¿Dónde estudió para ser docente?
En un glorioso Instituto Federal de Capacitación del Magisterio: Centro Oral Número 19, en Oaxaca de Juárez, Oaxaca.
¿En qué año lo hizo?
Cuando yo tenía 23 años me gradué. Ya no recuerdo el año, pero sí tengo mi currículo, lo tengo escrito porque lo leyeron en la Emilio Carranza, esta generación llevó mi nombre. En mi título está el año en el que terminé mi carrera profesional.
¿En cuántas escuelas trabajó?
En dos: en la Ignacio Zaragoza, de Reforma de Pineda, 6 años y en la Emilio Carranza, de Ixhuatán, 40 años.
¿Qué representó para usted la vida magisterial?
Mucha vocación puesto que no soy como las demás maestras que ansían llegar a los 28 años de trabajo para jubilarse o a los 30, no, pura vocación, por eso me costó trabajo olvidar la escuela, pura vocación.
¿Durante cuántos años dio clases en la Emilio Carranza?
De los 40 años que trabajé ahí, saqué 30 generaciones, y los otros 10 (años), en la dirección de la escuela.
¿A cuántos ixhuatecos habrá visto pasar por las aulas?
A veces me dicen: “Usted fue mi maestra”, no me acuerdo, hijo, “pero yo sí la quise mucho”. Me han visitado exalumnos, entre ellos médicos, contadores, maestros, ingenieros, en fin, me han llegado a visitar, pero, pues, a veces me acuerdo de ellos, y a veces, no, y les digo: “No me acuerdo, pero, de todas maneras, si yo fui tu maestra, pues, qué bueno que lo dices”.
¿Cuál fue el evento más gratificante, el más feliz, durante su vida docente?
Preparar a los niños de primer año. A mí me tuvo la directora no sé si porque, de veras, tuve mucho detalle, pero me entregué al primer año durante 10 años en la Emilio Carranza, durante 10 años estuve preparando a los niños a leer y a escribir. En tres meses ya corrían en el libro y ya sabían la escritura de los dos tipos: manuscrita y script, juntas las dos. ¿Cómo le hice? Porque quise mucho mi profesión a tal grado que no quería yo dejarla.
¿Y el momento más amargo?
El momento más amargo fue cuando me enfermé y ya no regresé a mi escuela. Me vi obligada a jubilarme faltando 4 años para alcanzar la tercera medalla, porque ya tenía yo la primera, de plata, luego adquirí, a los 30 años, la de oro, pero quería yo llegar a los 50 años para la tercera medalla, y ya no fue posible.
¿A qué edad se jubiló?
A los 60 años de edad.
¿Cómo ha sido su vida después de jubilarse?
Muy triste. Primero extrañaba yo mi escuela, digo mi escuela porque entregué mi vida ahí durante mucho tiempo; muy triste. Después me empecé a enfermar, comenzando con la parálisis facial, y ya, tuve muchas operaciones: cuatro operaciones en mis ojos: dos y dos; me quitaron un quiste; ahora me quitaron otro quiste abarcando algo de mi seno, y sí fueron momentos muy tristes para mí. Por eso, ahora que estoy enferma de los pies, ya le dije a mi esposo que no me los corten, que yo me muera completa y me entierren completa; pero esos han sido momentos amargos de mi vida estando jubilada.
¿Cuánto le pagan por su pensión?
Mi pensión está ahorita en 9 mil 600 y fracción.
¿Considera que eso es justo?
No. No. No toman en cuenta los años que un maestro entrega, y entrega su vida en la escuela. No es suficiente, no.
Ya para terminar, ¿cómo le gustaría ser recordada por los ixhuatecos?
Pues ya lo estoy viviendo porque ya me tomaron en cuenta para esta generación que pasó, 2008-2014, y les entregué mi currículo, lo leyeron; ahí estuve junto al presidente, fue mi alumno el presidente municipal, ahí él me acomodó a su lado. Me siento bien. Hay un fraccionamiento que lleva mi nombre, Profesora Irma Marín Zárate, ya me enseñaron de la presidencia ese fraccionamiento que adquirió la autoridad actual, lo adquirió hace poco, y sí lleva el nombre de varios maestros jubilados dignos. Me conformo. Hay tantos maestros jubilados que no trabajaron aquí en Ixhuatán, deberían de tomarlos en cuenta aunque trabajaron en otros lados; pero sí son años de trabajo.
¿Se siente satisfecha con la labor que realizó por Ixhuatán?
Bastante, bastante. Hasta a un niño que no hablaba bien lo hice hablar, aprendió a leer y a escribir. Me siento bien.
¿Qué consejos le daría a la niñez ixhuateca en este momento?
Que se dediquen al estudio porque no hay de otra. Que se pongan a trabajar en otro lado o, qué sé yo, no hay como tener una profesión, aunque sea poco lo que reciban al jubilarse, pero está seguro.