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Descendiente del pueblo proveniente de las nubes, en sus poemas descansan innumerables memorias de esta gran nación. La poeta y traductora juchiteca lo tiene muy claro: su lugar está en la región donde el rey Cocijoeza contuvo el embate de los mexicas comandados por Ahuítzol. Ha volado por el mundo para llevar a cada rincón de este el mensaje de que en el Istmo de Tehuantepec resiste la lengua diidxazá. Es Irma Pineda, quien hoy comparte con el Panóptico Ixhuateco algunas reflexiones.

 

Del Estado de México al Distrito Federal, de Estados Unidos a Canadá, de Ecuador a Colombia, de Europa a los continentes que se sigan sumando. Pero radicas en Juchitán. ¿Hasta para morir en el Istmo es bonito y alegre?

 

He tenido la fortuna de conocer otros territorios y otras culturas, pero mi raíz está en Juchitán, por eso siempre vuelvo, porque es la tierra que me da sustento, la que me permite alimentar mi trabajo literario. Solo viviendo en el Istmo puedo escribir en diidxazá y sobre la cultura binnizá porque amo la vida cotidiana en esta región, caminar por el mercado, percibir el aroma de los pescados frescos, cruzar por el parque y escuchar el trinar de los zanates, asistir a las fiestas, a los velorios, escuchar la música, conversar con la gente en la calle y guardar mis sueños en una hamaca. Eso no me lo da ningún otro lugar.

 

¿Cómo es la vida en la Séptima Sección?

 

Nací, crecí y estudié en la Séptima Sección de Juchitán, una zona hasta ahora considerada peligrosa, dado que es una de las zonas más marginadas; sus índices de pobreza propician pocas oportunidades para un desarrollo sano de los jóvenes que ahí nacen, por lo que también se vuelven presas fáciles de las drogas o la delincuencia.

 

Paradójicamente, es la zona donde mejor se han conservado los elementos culturales como la lengua, la vida comunitaria, donde resalta el mutualismo, la solidaridad, las fiestas más tradicionales, la adoración a los dioses antiguos como el lagarto, la celebración de la fiesta de los pescadores, las bodas por “rapto”, el ritual de la virginidad, en fin… Me siento absolutamente orgullosa de ser de esta sección porque habitar sus entrañas me ha permitido absorber las tradiciones, el valor de la comunidad y, al mismo tiempo, ser fuerte, no tenerle miedo a las dificultades ni a los retos porque no puedes sobrevivir en una zona dura siendo débil.

 

Tú pasaste por la biblioteca para niños de la Casa de la Cultura formada por Macario Matus. ¿Qué tanto influyó esa etapa en tu desarrollo poético?

 

Fue un pilar fundamental en mi formación literaria. Esa biblioteca con las puertas abiertas, de donde podíamos entrar y salir libremente, nadie nos pedía credenciales para tomar un libro, los juegos de mesa o las guitarras que ahí estaban; en sus pequeñas bancas pude adentrarme al universo mágico de la literatura. Aunque al principio buscaba solo los libros con dibujitos, leía incansablemente a Asterix y Obelix, las aventuras de Tintín, poco a poco fui pasando a los libros “de puras letras”, ahí podía estar todas las tardes sin darme cuenta del paso del tiempo. Recuerdo a Macario recomendando libros, jugando una partida de ajedrez con algún niño o joven, organizando eventos… de las cosas más hermosas que podemos recordar de él es precisamente la creación e esa biblioteca infantil.

 

¿Cuándo, quiénes y por qué desaparecieron a tu padre?

 

Mi padre, el profesor Víctor Pineda Henestrosa, fue un líder campesino, que luchó siempre por la gente humilde y reclamaba la razón y los derechos de los más necesitados, eso generó que en 1978 fuese secuestrado y desaparecido por elementos del ejército mexicano. Lo sabemos porque hubo varios testigos de esa desaparición forzada, que han a lo largo de los años y de las investigaciones han dado testimonio de que fueron hombres vestidos con el uniforme militar quienes se lo llevaron, y desde entonces no hemos sabido nada de él.

 

Los militares fueron los autores materiales, pero ¿quiénes los intelectuales?

 

Desafortunadamente nunca hemos tenido acceso a los archivos del ejército para tener nombres concretos de quién o quiénes dieron las órdenes para desaparecer a mi padre. Sin embargo, hay que recordar que, en la década de los setenta, la desaparición forzada era una estrategia desde el poder (del gobierno) para eliminar a los líderes populares y tratar de detener los distintos movimientos sociales de esa época, y ahora tal parece que el gobierno está volviendo a esta estrategia, así lo evidencia la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, Guerrero.

 

Existen posturas, y no son pocas, que sostienen que la cultura istmeña se caracteriza por un sistema matriarcal a nivel social y económico; sin embargo, uno de los analistas del Panóptico Ixhuateco, Joselito Luna Aquino, afirma que el matriarcado en el Istmo es un mito incluso misógino para justificar la cultura machista de nuestra región debido a que la subordinación de las mujeres a los hombres permanece. ¿Estás de acuerdo con esta perspectiva?

 

Para mí no existe tal matriarcado, puesto que no hay espacios de poder ni tomas de decisiones importantes para las mujeres, muchas veces ni siquiera en el ámbito doméstico, que se atribuye como espacio femenino. No existe este poder para lo toma de decisiones, esto se evidencia con el incremento de cifras en cuanto a la violencia intrafamiliar y de género, sin hablar del hecho de que hay muy pocas mujeres istmeñas con cargos de representación política. Lo que no se puede negar es la presencia visible de las mujeres porque muchas trabajan fuera del hogar, en oficinas o en el mercado y siguen usando la vestimenta tradicional, lo que impide que pasen desapercibidas. También es importante resaltar que la mujer istmeña es muy trabajadora y aporta de manera importante a la economía del hogar.

 

En el Istmo hay un gran contraste en lo relativo a municipios o comunidades de ascendencia zapoteca: tenemos, por un lado, lugares como Xadani, Monte Grande o Juchitán, donde se conserva la lengua ancestral, pero, por otro, sitios como Ixhuatán, donde parece ser cuestión de años (y no muchos) para que esta desaparezca totalmente. ¿Qué hacer en estos últimos para evitar dicho lengüicidio?

 

En este sentido me parece que no hay fórmulas mágicas, ocurrirá lo que la población permita que ocurra, es decir, si la gente tiene interés en conservar la lengua, buscará las mejores estrategias que funcionen en sus propias circunstancias; si ya no le importa mantener su lengua, dejará que se pierda y ya. Me parece grave dejar la responsabilidad solo a las autoridades o a los profesores o a los activistas culturales. Que el diidxazá siga viva depende de todos, y cada uno debe asumir su responsabilidad desde sus propios espacios.

 

Al mencionar la palabra Juchitán se vienen ideas a la mente tales como zapotecos, velas, sones… pero también otras como “muxes”. ¿Cómo entiendes el fenómeno de la “muxendad” en tu tierra?

 

Me llama la atención que lo señales como “fenómeno de la muxendad”, suena a problemática de investigación. Para mí es incomprensible que se vea así, ya que yo crecí en un mundo donde aprendí que existen mujeres, hombres, nguiu’ y muxes, es decir, para mí es algo natural, es como si me preguntaran cómo veo la existencia de las flores o las piedras, no puedo explicarlo, existen, existimos, somos parte de la diversidad de la vida. Las teorizaciones las dejo para los investigadores.

 

Dice un eslogan que se repite cada cinco minutos en los medios de comunicación audiovisuales y a diario en los impresos y digitales: “Estamos moviendo a México”. ¿Hacia dónde ves que están moviendo al país?

 

Veo un país moviéndose en varios sentidos desde la colectividad y rebasando al gobierno e incluso a los partidos políticos. Hay personajes y colectivos proponiendo nuevas formas de enfrentar la realidad, desde la comunidad, los autogobiernos, la propuesta de un nuevo constituyente; hay varios movimientos. Lo que me parece interesante es que cada vez resaltan más los personajes o los colectivos y no los partidos políticos, que considero que están dejando de ser una opción en la búsqueda de cambios.

 

¿Tan importante fue el trabajo del primer indígena que ocupó un sitio en la Academia Mexicana de la Lengua?

 

Es importante en el sentido del prestigio personal al lograr ocupar un espacio en un sitio donde no solían ingresar los indígenas, tal vez contagió un poco el ánimo colectivo de la etnia, fuera de eso no veo ningún aporte, ninguna incidencia en cuanto a las políticas públicas respecto a las lenguas indígenas.

 

“No me verás morir, /  porque soy, / un cesto de carrizo, / donde aún se mueven las tenazas, / del papá del camarón, / el pescado que Dios comió, / la serpiente que devoró un conejo, / el conejo que siempre se burló del coyote, / el coyote que tragó un panal de avispas, / la miel que brota de mis senos, / tu ombligo soy, / y no me verás morir”. ¿Qué nos dices en este fragmento?

 

Lo que soy, lo que somos, los elementos que me identifican con la cultura, parte de lo que nos define como binnizá: el trabajo de los pescadores, la tierra, los mitos de conejo y coyote, es decir, nuestro trabajo, nuestro alimento, nuestra  historia, nuestra raíz, todo lo que amarra nuestro ombligo a la cultura que nos dio origen.

 

¿Qué piensas sobre el trabajo de la Preparatoria por Cooperación José Martí de Ixhuatán?

 

Me encanta que aún exista una propuesta de este tipo, la Prepa José Martí es de los pocos espacios que aún se sostiene gracias al tequio y que propicia el pensamiento en libertad y el amor a la cultura. Tendríamos que imitarlos en muchas cosas.

 

¿Irma Pineda ya tiene un lugar en la historia junto a Andrés Henestrosa, Gabriel López Chiñas, Nazario Chacón y el resto de los grandes de la cultura zapoteca?

 

No lo sé ni me toca a mí pensarlo o decirlo. Escribo porque me gusta, y, si lo que escribo toca el alma de alguien, estoy profundamente satisfecha. Me gusta que la gente me invite a leer a sus espacios, que los jóvenes me digan que les gusta mi trabajo, que se apropien de mis poemas, que les pongan música, imágenes, que hagan videos, canciones, en fin, eso me dice que me acerco a algunos corazones, y con eso estoy feliz, lo que después de diga de mi trabajo o junto con quién coloquen mi nombre no es algo que me preocupe, de todos modos estaré hecha polvo y ni me voy a enterar.

Entrevista a Irma Pineda

Michael Molina

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