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1.- Poeta, literata, diseñadora, promotora cultural, hija de un grande de la cultura zapoteca… ¿Existe alguna forma medianamente convencional de definir quién es Natalia Toledo?

 

Natalia Toledo es una mujer que ya rebasó los 40 años, a la que le gusta mucho meterse en cosas diferentes, por ejemplo, la cosa textil, dibujar, ir a comprar telas, buscar hilos, escribir cuentos, poemas. Me considero una mujer a la que le gusta trabajar, que es honesta –quiero suponer- y buena amiga. Qué hueva de definición, la verdad.

 

2.- “Dicen que se va el zapoteco…”.

 

“Ya nadie lo hablará. Dicen que la lengua de los zapotecas ha muerto”. Esa parte tiene más razón que la última de ese poema de Gabriel López Chiñas donde dice que él sabe que el zapoteco morirá el día que muera el Sol, pero, como vamos, es difícil predecir el futuro del zapoteco porque el español ha ganado mucho terreno en estos últimos años y a los más niños ya no se les está enseñando la lengua.

 

Los padres han cometido el error –no puedo entenderlo de otra manera- de no hablarles en la lengua materna, en la lengua que ellos todavía hablan y que podrían todavía hacer algo porque permanezcan. Imagínate tantos siglos que han pasado y que el zapoteco se sigue escuchando en muchos rincones del mundo entero; eso es un privilegio, eso es una belleza, es una maravilla que muchos ya no han querido compartir por razones diversas: los discriminación, los mensajes que hay todos los días de que es mejor hablar inglés, es mejor blanquearse, es mejor imitar otros patrones, vestirse de otra manera, seguir otros cánones de vivir que vienen por la televisión, por los medios y que en algún momento hacen mella en los chavitos y hacen que tú no te identifiques con tu cultura, con las cosas que están pasando a tu alrededor porque se vive mucho a través de lo que te da una pantalla, y mucho de lo que te da esa pantalla puede provocar que empieces a creer todo eso y no escuchar las voces de la casa, las formas. Yo lo veo porque doy talleres para niños, para jóvenes y para maestros en el Istmo, y me doy cuenta de que, en un principio, algunos niños, no todos, por ejemplo en el caso de Xadani, de Monte Grande, el mismo Juchitán, hay niños que hablan zapoteco, que están contentos y se saben estos poemas de memoria, como los de Gabriel López Chiñas, y están contentos de ser zapotecas. Y hay otros que no, que les incomoda un poco, que les da pena, que a la primera no sacan esa parte, pero está ahí dormida.

 

Entonces, lo que nosotros hacemos es que aflore toda esa información, toda esa manera de vivir en ellos y que no se sientan avergonzados de hablar una lengua indígena, porque luego se te enseña que, si tú aprendes a hablar zapoteco, no vas a poder hablar un buen español, y los padres se preocupan mucho porque el mundo está hablando otros idiomas, entonces tienes que hablar esos idiomas porque vas ahí a competir a un lugar donde van a estar otras lenguas, pero uno puede competir desde su propia cosmovisión y desde su lengua; además, siempre hemos sido pueblos bilingües, por lo menos, en el Istmo, como somos comerciantes, por estrategia, sabemos hablar español, porque vamos a la escuela, por muchas razones, pero incluso muchas vendedoras de totopos por vender aprenden el español, por seducir al otros, para que lleven sus productos.

 

Yo, de lo que puedo decir, según mi experiencia propia, es que se pueden hablar los dos idiomas, hasta tres, hasta cuatro; a un niño, al principio, puedes verlo dudoso para caminar en una y en otra lengua porque te puedes trabar, y es muy natural, pero, a partir de cierta edad, fluyes muy bien. Por ejemplo, yo, cuando estoy en La Condesa, obviamente, no tengo muchos con quienes platicar en zapoteco, pero, apenas llego a Juchitán, empieza a caminar mi zapoteco, a fluir, y luego me encuentro a amigos que únicamente hablan español, pues puedo cambiar sin ningún problema. Hay gente que habla hasta cinco lenguas. Entonces, no habría que temer a los idiomas, y será una tristeza si esa frase se cumple, si se va a la chingada el zapoteco, pero yo le digo a los niños: “Imagínense, cabrones, la responsabilidad que tienen ustedes. De ustedes va a depender que sobreviva el zapoteco porque mi generación lo hizo; la de ustedes no lo está haciendo”. Y entonces como que algo les mueves.

 

Finalmente, cada uno según su historia, para dónde te llevan, si te vas a vivir a otro lado, si te llevan a Los Ángeles y ahí empiezas a crecer en inglés, ya ni siquiera pasas por el español; eso ha pasado, fíjate. Me decía una chava que me invita a dar pláticas y lecturas en Los Ángeles que hay chavos zapotecas que hablan zapoteco e inglés, no saben español porque ya ni siquiera pasan por el español. Hay otros que nacen allá y empiezan a vivir, a tomar todas las clases en inglés y son los traductores de sus padres.

 

3.- ¿A qué se refería Gabriel López Chiñas cuando afirmaba que el zapoteco va a morir el día que muera el Sol?

 

Yo creo que el poema es una llamada de atención. Imagínate hace cuántos años escribió Gabriel ese poema, hace muchísimos años, es de los 30, y todavía tiene resonancia y eco porque siempre estamos en ese punto donde peligran las lenguas originarias de México, no se hace lo suficiente y cada vez, por el porcentaje de hablantes, se ha reducido muchísimo. La gente cree que el zapoteco en el Istmo no tiene ningún problema, que está más vivo que nunca, es mentira. Las nuevas generaciones son hablantes pasivas: entienden, pero no te contestan en zapoteco, te contestan en español.

 

A mí me gusta mucho este poema porque, primero, duda, pero plantea el problema a los hablantes, es una llamada de atención de: a ver, ¿lo vamos a dejar morir? Y luego él mismo se da esperanza y anhela que nunca muera, y lo compara con el Sol, el gran creador, el que reveló el mundo, pues eso es un idioma.

 

4.- ¿En qué consiste El Camino de la Iguana?

 

El Camino de la Iguana es un taller muy curioso que inventamos un día aquí en este lugar Víctor Cata y yo haciéndonos preguntas como: “Oye, y tus sobrinos ¿cómo van con el zapoteco? ¿En la Quinta Sección se sigue jugando “tinguibido”, se sigue junando “bizu”, encantado y los juegos zapotecas?”. Y él me dijo: “Pues ya no. Casi ya no veo a nadie de los niños jugando, primero porque pavimentaron las calles, luego rebanaron las banquetas donde nos sentábamos siempre a platicar historias de miedo, de conejo y coyote, entre los mismos niños porque los papás se encargaban de darnos esa información, esos cuentos”. Y entonces le dije: “Oye, pero, si nosotros pudimos jugar eso, qué maravilla sería poder compartir juegos, lo que hemos aprendido en forma bilingüe. Deberíamos hacer un taller. Pero ¿cómo lo proponemos? ¿Cómo lo hacemos si no tenemos método ni nada? Pues vamos a inventar una forma: tú haces una parta lingüística –porque él es historiador y lingüista- y yo hago la parte de creación literaria, e inventamos cómo podemos compaginar lo que tú sabes y lo que yo sé”. Y así surgió El Camino de la Iguana, y porque también veíamos que muchos chavos, muchas chavas, escritores contemporáneos indígenas escriben libros que nadie lee o que nada más se leen en español o en inglés o en punyabí o en vietnamita, en miles de idiomas, porque hay muchas traducciones; afortunadamente, a cada rato nos invitan a formar parte de una antología en Italia, en Londres y en muchísimos lugares, pero aquí, hacia adentro, no.

 

¿Quién verdaderamente nos lee en zapoteco, que es mi caso? Supongo que muy poca gente hace ese esfuerzo porque no estamos alfabetizados en nuestro idioma original, y esa también era una preocupación: un esfuerzo que hacen las editoriales también de fijarse en los poetas, en los narradores indígenas, y ¿cuánta gente realmente lee en estas lenguas? Entonces dijimos: “Pues vamos a hacer ese trabajo desde abajo, a ver qué encontramos y a ver si es cierto que los niños y los jóvenes no están hablando o es una percepción que vemos en la casa”. Y así fue como iniciamos.

 

Entonces, El Camino de la Iguana se trata de que tú llegas a un lugar, a una escuela, a una casa de la cultura, a una casa, donde se pueda, una casa, una palapa, una enramada, hemos ido a muchísimos lugares; hacemos la convocatoria, llegan niños. Entonces, entra Víctor Cata y da una hora y media o dos sobre escritura, empieza desde cero a enseñarles cómo se escribe, cuáles son las diferencias que tenemos con el español, las vocales quebradas, los apóstrofos, cómo suena para que empiecen a identificar hermana, que es “bendá”, serpiente que es “beenda”, entonces empiezas a escuchar que hay una doble vocal, y en algunos se corta, “bendá”, vine, y es la misma palabra, más o menos, que tiene otros tonos. Así comienza la clase de él, luego hacemos una pausa, tenemos un refrigerio y empiezo a enseñarles poesía; por ejemplo, cómo los zapotecas tienen definida la poesía, pues existen varias formas de nombrarla: “didyadó”, “didyaguié”, “didyanaxi”, “didyalí”; una es la palabra flor, que es común con otras culturas; la palabra dulce, que desprende aroma, que sabe, que huele, y la palabra sagrada, este “do” para nosotros, “didyadó”, “didya” es palabra y “do” es sagrado. Entonces, cuando tú veas este sufijo es porque es sagrado para el hombre. Y el “li”, “didyalí”, es escogido, como cuando vas a hacer un mole de camarón, tienes que escoger lo que vas a usar.

 

Ahí empezamos, y empezamos a ver a los creadores que hemos tenido. Les digo: “¿Conocen? ¿Saben quién es?”, y al que más conocen todos los niños de todo el Istmo, y se saben sus poemas, que es algo que me da muchísimo gusto porque es un cuate que murió hace no sé cuántos años, es Gabriel López Chiñas. Lo han recuperado de alguna manera que él, donde quiera que esté, me dan ganas de mandarle un fax y decirle: “Mira, en esta escuela se dijo tu poema tal día”. Siempre, todo mundo se sabe sus poemas, los ponen de grafitis, los ponen de otras cosas porque tienen verdad y tienen cosas que nos son comunes a los zapotecas, o sea no está hablando de sí mismo, está hablando de la cultura, y eso me da mucho gusto, me da esperanza que, así como lo retoman a él, algún día van a decir: “Vamos a retomar a Víctor de la Cruz, a Natalia, a Víctor Cata, a otros, ¿no?”. Y ahí más o menos vamos, pues, pero básicamente ese es el programa, dura 15 días y después nos movemos a otro sitio; es como meterles el gusto por la literatura. Ahí aprendes a escribir, y lo que ven con él, acto seguido, lo practican conmigo, y entonces empezamos a hacer haikus, empezamos a hacer desde cosas muy cosas y pequeñas hasta escribir una biografía de una cuartilla, por ejemplo; y voy viendo un mito zapoteca y un mito universal, siempre a la par porque les digo: “Somos bilingües”. En la literatura hay que leer a otros autores, es buenísimo cuando empiezan a decir: “No, pues, yo leo a Rulfo”, “Yo leo a Murakami”. Hay de todo. Es gente que sí lee. O hay chavos que leen libros de superación personal, les digo: “Pues también. Por algo se empieza”, es que luego esos libros te mencionan a un autor ahí y te vas a otros y a otro. La vida es mucho más rica, y hay que aprovechar esa doble posibilidad de crear y de vivir en dos idiomas.

Entrevista a Natalia Toledo

(primera parte)

Michael Molina

Tomada de www.marginalblog.wordpress.com

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