“Con suerte lo encontrarás en su farmacia”, me dijo uno de sus vecinos después de varios insistentes llamados a la puerta de su casa. Fue la segunda vez que llegaba al domicilio de Roque Matus, como se le conoce en el pueblo; en ambas no tuve suerte de hallarlo. Hice caso a la recomendación del vecino y me apersoné en la farmacia donde trabaja, a media cuadra del parque municipal.
El primer día tampoco tuve suerte. “Hoy no vino”, señaló la dependienta, “tuvo unos mandados que hacer. A lo mejor lo encuentras en su casa, o ven mañana, de seguro mañana si lo encuentras”. Y sí, efectivamente, al día siguiente llegué por la tarde a la farmacia, allí lo encontré acomodando productos cosméticos en los estantes. Lo saludé inmediatamente al entrar. Me presenté con mi profesión, me miró un tanto incrédulo. “Es para un periódico digital, se llama PANÓPTICO IXHUATECO”, indiqué. Me miró a través de sus anteojos, me hizo varias preguntas familiares; cuando estuvo seguro de mi ascendencia, señaló: “A menos que me esperes como a las 9:00, que es cuando cierro la farmacia, o nos vemos otro día”. Acordamos una fecha y me despedí, de ese nuestro primer encuentro, con un apretón de manos.
Fue una tarde bastante fresca, descendí del mototaxi que me había llevado hasta su domicilio. Él estaba parado bajo el pórtico de su casa, vestía impecable pantalón de vestir verde olivo, camisa manga larga blanca a rayas, bien peinado, con sus anteojos puestos: “Sí que eres puntual”, me dijo. Lo saludé, me invitó a pasar a la sala de su casa, me hizo llegar un vaso de jugo de naranja mientras su nieta jugaba junto a nosotros. Comenzamos con la charla.
Roque Matus es un hombre de tradiciones y costumbres totalmente ixhuatecas; le gusta su pueblo; está enamorado de su folclor, de su fiesta, de las actividades cotidianas que le dan identidad al pueblo; hace lo posible por participar en las actividades ancestrales que le han heredado sus padres y sus abuelos.
Define su historia personal y su carácter basado en la humildad, en el esfuerzo por adquirir una profesión, en la disciplina, en el trabajo de todos los días y en la constancia e insistencia por lograr las metas y los objetivos propuestos.
Miembro de una familia de 12 hermanos, lo que generó una infancia llena de pobreza en la que había necesidad de muchas cosas, por lo que, a veces, tenían que emplearse de distintas maneras para ayudarles a sus padres.
Recuerda que de niño estudió en la escuela primaria Emilio Carranza. A la edad de 12 años comenzó a trabajar en la repartición de la correspondencia del correo que administraba el señor Vidal Ruiz. La gente del pueblo le gratificaba el servicio con un pago simbólico de 20 centavos; después, cuando se instaló la oficina telegráfica, también se dedicó a repartir y entregar los avisos y giros telegráficos no solo en la cabecera municipal, sino también en las agencias, incluso en los pueblos vecinos que no contaban con el servicio.
Sus estudios de educación secundaria los realizó en la entonces Escuela Secundaria Unión y Progreso, que en un principio era por cooperación y se cursaba en el turno vespertino.
Después de un fallido intento de ingresar, juntó a varios de sus condiscípulos de la Unión y Progreso, a un internado para maestros en la ciudad de Oaxaca. Regresó a Ixhuatán y se dedicó a aprender el alfabeto morse en la oficina de telégrafos del pueblo.
Al cabo de dos años de aprendizaje, su avanzado dominio del lenguaje, inventado por el bostoniano Samuel Morse, le permitió comenzar a trabajar como telegrafista en la ciudad de Tehuantepec, Oaxaca; allí, Matus Velásquez estuvo dos años al frente de la oficina, pero su constante deseo por aprender a la perfección el novedoso sistema de comunicación hizo que la compañía lo enviara a dar cursos de capacitación a la ciudad de Chihuahua, en la central de telégrafos, en donde estuvo otros dos años.
Después, una permuta con el entonces telegrafista de la oficina de Ixhuatán le hizo volver al pueblo. Era el año de 1976, desde entonces se dedicó con una gran pasión a su trabajo hasta su jubilación, en el año 2003. Un año después, sus correligionarios le proponen participar en la política del pueblo para buscar la presidencia municipal, su ilusión que germinó cuando tenía 18 años. Por fin se le presentaba de una forma bastante clara. Como ixhuateco, tenía el deseo de trabajar en favor de su pueblo; la oportunidad propuesta venía de su partido, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que, al igual que sus padres, era fiel partidarios del sistema.
A pesar de que realizó todas las actividades, esfuerzos y proclamas necesarios para que su partido lo eligiera como su candidato, esto resultó infructuoso, pues el partido estaba monopolizado por gente a la que él no era adepto.
A pesar de que Matus Velásquez llegó a la conclusión de que o no era su tiempo o ya se le había pasado, un grupo de personas que integraron una coalición opositora al PRI, en donde había panistas, perredistas, petistas, incluso priistas inconformes con el monopolio, le proponen que aceptara la candidatura de los partidos opositores en coalición.
Después de pensarlo y consultarlo con la familia, decide aceptar la candidatura. De esta consulta recuerda a su padre, un viejo priista de muchos años, quien le dijo: “No es nada más querer ser: si tienes el respaldo del pueblo, ¡adelante!, cuentas con mi voto”. Y de esta manera gana las elecciones municipales para el trienio 2005-2007, con una ventaja muy corta, de poco más de 200 votos, con lo que venció al candidato del PRI, José Luis Guerra Jr. (Hernández), y a la candidata del Partido Verde Ecologista (PVEM), María de Lourdes Martínez Manuel.
¿Qué idea o qué lo motivaba desde joven, cuando comenzó a germinar este deseo de querer ser en algún momento presidente municipal de Ixhuatán?
Me motivaba mucho la idea. Desde joven, ese momento, cuando llegaban los candidatos en campaña y daban discursos y propuestas de que querían pavimentar la carretera de Ixhuatán a las agencias, yo decía: “Qué bueno que nos unamos como pueblo. Qué bueno que ya haya esa carretera”. Pero nunca lo hacían [cuando ya eran electos], y [me decía]: “Si algún día llego, eso voy a hacer. No sé cómo le voy a hacer, pero lo tengo que hacer”, me decía en ese entonces.
Otro era que también veía a la gente pobre y aquí [en Ixhuatán] no había hospital para ellos, no había médicos que los atendieran de emergencias. Desde que me acuerdo, fueron las dos grandes prioridades que yo tenía, eso me motivaba siempre; eso era lo que yo quería hacer por mi pueblo. Y me decía: “Eso lo voy a lograr algún día”, y ya que obtuve el triunfo en las elecciones, ya como presidente, estuve gestionando, estuve viajando a Oaxaca con un asesor técnico que tuve, el ingeniero Fernando Cacho, de Zanatepec; con él nos entrevistamos varias veces con Ulises Ruiz, quien era entonces gobernador del estado.
Ulises me invitaba siempre a sus giras de trabajo; cuando llegaba aquí al Istmo, siempre me llegaba mi invitación y me decía: “Ve, ven a verme. Te quiero ver ahí”, y, pues, hasta cierto punto, era una falta de respeto que yo no asistiera, si él mismo me estaba invitando a los eventos, incluso a veces me llamaba por teléfono, o me llamaba su secretaria, aparte de la invitación que llegaba, me hablaba y me decía: “Dice el licenciado Ruiz que te quiere ver ahí, que no vayas a faltar”, o él lo hacía: “Roque, no vayas a faltar”, me decía.
Una vez que llegó a Tapanatepec, asistí, como siempre. Iba yo con mi esposa, como a todos los eventos. Ese día inauguró un hospital, y le dije: “Uno, como este que está inaugurando, quisiera que lo hiciera en Ixhuatán”. Y le di un proyecto que yo llevaba; entonces me dijo que no lo iba a leer, pero me dio órdenes para que fuera a Oaxaca a ver al doctor Martín Vázquez, que era el secretario de planeación en el estado; me dijo que a él le explicara qué era lo que quería, que le explicara todo, todo lo que yo necesitaba, y que le iba a hablar para que se efectuara la obra que yo quería. “Vas a tener algo bueno para tu pueblo”, me dijo. “Ahorita le hablo a Martín para que le dé instrucciones”.
De ahí fui a Oaxaca y vi a Martín, quien resultó ser mi pariente político, pues se casó con una prima mía. Cuando llegué, me recibió bien amablemente, le platiqué del proyecto. Él me dijo que Ulises ya le había hablado, entonces me dijo que ya tenía avanzado un proyecto para mí, para el pueblo: era un hospital que incluso ya habían construido en otro municipio. Me mostró las fotografías. “Así, igualito lo voy a hacer”, me dijo; entonces yo le expliqué que lo que me gustaría es que en el hospital hubiera cirugía, aunque sea lo más sencillo, para que la gente del pueblo ya no tuviera que salir, que allí mismo se les atendiera para que “mi gente” no corra en caso de necesitarlo, porque luego venden su casita, sus animales, su carreta, carretón para poder tener para los gastos cuando salen a Juchitán, a Arriaga o incluso hasta Oaxaca.
Yo le dije: “Que en ese hospital los atiendan, que les den servicio, que las urgencias ahí los traten”; entonces Martín me dijo que lo único que me iba a pedir era que el ayuntamiento consiguiera un terreno, en un lugar estratégico, un lugar idóneo para la construcción.
Cuando regresé de Oaxaca, lo primero que hicimos fue ver el terreno. Anduvimos buscando y me gustó allí en donde está ahorita. Ese terreno era de Caín Matus. Yo fui y le hablé por teléfono. Él [Caín] me dijo: “Mira, tal día estoy allí”.
Entonces llamé a mi cabildo, lo platicamos, lo discutimos y se decidió. Ellos [el cabildo] querían media hectárea, pero para eso [el hospital] se necesitaba la hectárea completa por si se amplía después. Caín nos vendió la hectárea completa en $250 000.00 (250 mil pesos). Se lo pagamos así, pero el rumor de la gente era que yo le di un millón de pesos; pero está el contrato, allí dice el precio, también en el acta de cabildo, 250 mil es lo que costó.
Ya que tenía los documentos del terreno, los llevé a Oaxaca, y quedó el proyecto autorizado, lo único que no se pudo hacer es que en mi periodo ni siquiera iniciara el trabajo, sino que fue en el próximo año, después [del cambio de presidente], cuando estaba ya Guerra [José Luis] en el municipio, en mayo, comenzaron a edificar el hospital.
Ahora, con el proyecto de la carretera, íbamos también a Oaxaca a solicitarlo. Este proyecto fue más complicado porque muchas dependencias están al tanto de esto [la construcción de carreteras], así se revisan cada uno de los detalles que tiene un trabajo de esta magnitud; por ejemplo, la SCT, SCAO, SAGARPA, Semarnap, SDI, muchas, muchas dependencias meten las manos; entonces yo iba, y pensaba yo: “Ya cumplí”, pero no, me decían: “Ahora ve aquí, habla con aquel”, y, pues, ya cuando creí que lo había logrado, había una última instancia, que era la SCT, que era la que iba a dar el visto bueno. Ahí fue más difícil, pues me decían: “Falta esto, llena este formato, ven este día, lleva esto a aquella oficina”; hasta que, en octubre del 2006, me dice el director de una dependencia: “Mire, ya logró usted su proyecto, puede usted pavimentar su carretera, a la hora que usted diga comenzamos”.
Ya estábamos a punto de comenzar la pavimentación, cuando me llega a la presidencia una cita de un juez federal de Salina Cruz; era una cita urgente, fui a ver de qué se trataba. Cuando llegué, me dijo: “Mira, aquí tengo una queja de sus amigos vecinos de Pueblo Nuevo, no quieren que por ningún motivo toques nada ahí porque es terreno de ellos, son comuneros, y los estás afectando”. Yo le dije: “Mire, señor juez, con todo respeto”, y me interrumpió, “ellos dicen que vas a destruir su fauna y su flora y que ellos no lo van a permitir”. Con más claridad, le dije: “Con el respeto que ellos y usted se merecen, yo no voy a destruir nada de eso, yo no voy a hacer una carretera”, porque eso era lo que ellos [los de Pueblo Nuevo] alegaban, “yo no voy a construir una carretera, yo voy a pavimentarla, pues ya está hecha, la terracería ya está, esa carretera tiene como 30 años que existe, esa flora y esa fauna, si se afectó, fue en ese tiempo. Yo lo que quiero es echarle pavimento porque, cuando el tiempo de lluvia es intransitable, inaccesible, ya no puede uno ir a sus comunidades. La gente queda marginada”.
Allí vi [en la oficina del juez] que estaba un señor sentado al fondo; ahí estaba, me imagino que era amigo del juez, y entonces dijo que iba a meter su boca. Mencionó su nombre, pero no lo recuerdo: “Ese señor, el presidente de Ixhuatán, tiene razón”, dijo, “es la verdad porque yo he viajado para allá, para Pueblo Nuevo, para Ixhuatán, para sus comunidades desde hace mucho tiempo, y ya está esa carretera construida, es pura terracería”. Después de que él habló, le dije al juez que lo que yo quería era echarle pavimento, echarle asfalto para hacerlo más transitable, y, si se damnificó a la flora o a la fauna, eso fue hace mucho tiempo, en un principio, cuando se abrió esa carretera hasta Cerro Grande y hasta Aguachil, pero ahorita ya no se está modificando nada ni se está afectando a nadie, y así fue como el juez me dijo: “Pues adelante: pavimenta tu carretera, haz tu obra, yo voy a ver cómo resuelvo esto porque, tienes razón, ellos están actuando con mentiras”, así fue que empezamos el 21 de enero del 2007, último año de mi gestión, ese día comenzamos a pavimentar el tramo que se logró.
Después, Ulises me habló y me dijo: “Ya supe que lograste tu proyecto. ¿Con cuánto le vas a entrar? Yo le dije que con 3 millones de pesos porque no había más para un tramo de 3 kilómetros; entonces él me dijo: “Yo le entro con otros 3 para que hagas un poco más”, pero la carretera que se estaba pavimentando era muy angosta; entonces le dije al ingeniero que quería que la hiciera un poco más ancha para evitar accidentes; de esta manera se amplió otros 70 centímetros, pero se recortó la longitud de lo que se tenía proyectado; la ventaja es que el proyecto general se hizo, por eso, en lo subsecuente, se ha ido pavimentando poco a poco con la gestión de los presidentes que me siguieron y, sobre todo, ante la petición de la gente de las agencias.
Ahora que menciona la intervención de los huaves de San Francisco del Mar Pueblo Nuevo, ¿cuál es el problema real con ellos?
Ese en un problema bastante viejo, de muchísimos años; pero, desde hace como 40 años, cuando Luis Echeverría era presidente de la república, él fue quien inició y le dio cauce a este conflicto, y, según lo que he estado leyendo, ellos hicieron este movimiento de terrenos de una manera ficticia; Echeverría lo fabricó todo, envió a una persona para recopilar datos de los antiguos huaves de la época de los virreyes que controlaban esta zona, y ellos inventaron esos documentos, no existe nada de esos argumentos [documentos de posesión que dicen los huaves tener]. Si nuestra vida de Ixhuatán siempre ha estado junto al mar. Es por eso que hemos venido peleando, porque la gente defiende sus tierras, pero ellos [los huaves] no tienen sustento legal más que eso que hizo Echeverría.
¿Y, ante el problema, durante su gestión, cómo fue su relación con el presidente municipal de Pueblo Nuevo?
Yo siempre me he llevado muy bien con el profesor César Gómez, él era el presidente de Pueblo Nuevo. Yo lo conocí desde hace muchos años, de cuando en la juventud iba con mi papá a Pueblo Nuevo; ahí conocí a su papá y a todos sus hermanos.
Cuando nos hicimos presidentes, en una ocasión nos vimos en Niltepec, en una reunión de trabajo con todos los obreros de la región; ahí nos saludamos, nos sentamos juntos, estuvimos platicando mucho rato. De pronto llegó un periodista, nos quedó viendo incrédulo; César se rio, él [el periodista] dijo: “Increíble lo que estoy viendo: después de 30 y tantos años de trabajo, no había yo visto en ninguna ocasión reunidos a los presidentes de Ixhuatán y Pueblo Nuevo, menos platicando como están ustedes”. “Sí”, dijo César, “lo que pasa es que Roque es mi amigo de muchos años. Somos presidentes de los pueblos que tienen diferencias, pero él sigue siendo mi amigo”. “Qué bueno, los felicito. ¿Me permiten tomarles una foto?”, dijo el periodista. Nos tomó la foto. Yo tengo una buena amistad con César, mi relación como presidente fue también muy buena. Él hacía su informe de gobierno y me invitaba. Cuando yo hice los míos, también lo invité, y ahí estuvimos.
La gente de allá [de Pueblo Nuevo] me veía. Como fui telegrafista y también iba a repartir mensajería, todos me conocían y decían: “Qué bueno que el presidente municipal de Ixhuatán está con nosotros. Es la primera vez que viene un presidente de allá. Ojalá que sigan viniendo para que ya paren estos problemas de sangre y de violencia. Ya queremos paz y tranquilidad acá como allá”, y eran más las mujeres las que decía esto.
Yo seguí yendo durante mi gestión a todas las invitaciones que me hacía César, y el venía a Ixhuatán. La relación siempre fue buena, pero también hay gente que tiene otro tipo de interés, ¿quiénes y de qué tipo?, ahí si no lo sé, pero el pueblo, la gente de Pueblo Nuevo y de Ixhuatán, ya no quieren que esta problemática de las tierras se siga dando.