top of page

             “Hazlo tú pué, ¡muca!”, dijo el clásico y la frase sigue resonando en el pueblo. Se aplica no solo en el marco original en que se inventó, de emergencia, sino en otros ámbitos del quehacer de los ixhuatecos/as. ¿Por qué? ¿Qué tiene ese disparate –de reminiscencia sexual en su nacimiento- que, surgido en los años 70, aún sigue vigente? ¿Por qué en la actualidad, sin perder su esencia, se usa para endilgárselo a todo aquel que minimiza, ningunea o critica los trabajos y méritos ajenos? Quizá porque sintetiza muy bien el sentir de quien, injustamente, es agredido en sus méritos y consecuentemente en su autoestima y respeto.

 

         En todas las comunidades existen personas y personajes. Los primeros son seres comunes y corrientes, seres humanos que se dedican a vivir sin más complicaciones que lo que la vida les provee. Los segundos son aquellos/as que sobresalen por alguna cualidad o característica que los diferencia de los demás. Esto, sobresalir, conlleva a hacer mayores esfuerzos y padecer más calamidades. Unos y otros –personas y personajes- tienen, por fuerza, que interactuar, relacionarse. Primero lo hacen en el ámbito íntimo y familiar y más tarde en el social o público.

 

            En ambos sitios, los personajes tienen la oportunidad de destacar sus cualidades y mostrar sus defectos, esto es, hacerse de un nombre y renombre. Algunas veces, también, llevan  en sus espaldas la buena o mala fama dejada por sus antepasados inmediatos o contemporáneos. Entonces se tiene la responsabilidad de cuidar el apellido, de seguirlo lustrando o, en caso contrario, de quitarle la cochambre, sangre o mugre que pudiera tener encima. Ello es así porque en pueblo chico todo el mundo sabe quién es quién, por lo que los trapos sucios familiares es lo primero que traen a colación para demeritar a alguien.

 

            El archivo memorioso nunca se pierde, por lo que toda persona que desee destacar y tenga un expediente familiar vergonzoso tendrá que subir una cuesta más empinada o nadar contracorriente, como se prefiera. La exigencia de perfección acompaña siempre a quien destaca. Al final, encogerse de hombros e ignorar es la mejor conducta.

 

            Como en todas partes ocurre, en el pueblo existen familias que destacan por algo que por generaciones han estado haciendo. Así, hay familias que de muchos años se han ocupado de los asuntos públicos; otros, del comercio, el agio  o los servicios privados o públicos. Las profesiones, oficios y artes tienen también a sus representantes. Así, existen gremios familiares de maestros, médicos, licenciados,  militares, músicos, enfermeras, albañiles, ladrilleros, pescadores, etc. De vez en cuando surge uno que otro poeta, escritor, político, concertista, futbolista, sacerdote, para confirmar la excepción a la regla.         

 

            Allá a principio del siglo XX nacieron en nuestro pueblo los dos personajes más ilustres que hemos tenido: el escritor Andrés Henestrosa y el psiquiatra Mario Fuentes Delgado. Fueron tan famosos y destacados en sus quehaceres, que desplegaron muy alto su vuelo, tanto, que al terruño pocas veces aterrizaron, no obstante los reclamos silenciosos que sus paisanos les hicieron.

 

            Esos hombres ilustres, acordes con las ideas de su tiempo, suponían que bastaban sus triunfos en la ciudad, esto es, su fama bien ganada para sentirse satisfechos de poner en el mapa el nombre de su pueblo y darle prestigio a su familia. Pero no pensaban lo mismo sus paisanos. Estos creían necesario que ellos manifestaran su amor a la tierra que los vio nacer, gatear, caminar y correr. Y qué mejor manera de hacerlo, pensaron, que dándole bienes materiales al pueblo.

 

           Las expectativas fueron muy pero muy altas para el escritor y político y casi nulas para el médico. En ese tiempo ser diputado federal, como en efecto lo era A. Henestrosa, significaba para la gente común una especie de ábrete sésamo con el gobierno, principalmente con el presidente de la República en turno. Ilusamente se pensó que solo bastaba pedirle al todopoderoso tlatoani los bienes que se quisiera –carretera, escuelas, clínicas, etc.- para obtenerlos.

 

          La historia es conocida por todos: A. Henestrosa consiguió para Ixhuatán la fama que ningún otro, hasta el momento, ha podido darle. Pero nada más. Los bienes materiales que trajo al pueblo les pareció a los ixhuatecos poca cosa, no digno de un hombre de su estatura. El resentimiento y la maledicencia no se hicieron esperar, máxime que el escritor en sus inicios dijo ser de Juchitán.

 

            Con el psiquiatra no pasó a mayores porque de él casi nadie se acordaba; no solo se alejó del pueblo sino que al no ser político ni deberle favores a sus paisanos, no debió sentirse obligado a dar nada, como sí sucedió con el escritor, quien en varias ocasiones solicitó los votos de los ciudadanos. Tramitar  bienes era, además, el trabajo de A. Henestrosa como gestor. Lo que hoy entendemos debe ser una acción voluntaria de todo personaje del pueblo, en aquel tiempo se le  vio como una obligación.

 

            Después de nuestros dos garbanzos de a libra, hemos tenido a varios personajes destacados, entre ellos políticos que en el ámbito estatal consiguen algunos bienes para el pueblo y otros más para ellos y sus familiares. De uno se cuenta que ni al pueblo ni a su familia ayudó, “igualito que A. Henestrosa”, dicen, no sin malicia. Hay que recordar que nuestros políticos  hacen lo que pueden, limitados como están en cultura, ideología, educación y por la ley. Por otra parte, los recursos materiales estatales no son suyos. Ello, no obstante, la gente los idealiza y a veces –antes más que ahora-, absurdamente, los creen superpoderosos.

 

            Hoy día los políticos de todos los colores sirven más a sus partidos que a los ciudadanos, quienes los pusieron en donde están. Deben cuidar la gallina de los huevos de oro. Así es en todas partes, producto de la falta de cultura democrática que padecemos. Los ciudadanos, apáticos y hartos de la cosa pública por tanta corrupción e impunidad de los políticos, permitimos que solo rindan cuentas a sus jefes que los palomearon en la lista y no a quienes cruzaron la papeleta electoral. Y cuando lo hacen públicamente, nadie les cree sus cuentas.

 

            En el ámbito intelectual y científico existen paisanos ixhuatecos ilustres, una de ellas ya finada. Cada día hay más jóvenes de ambos sexo que buscan destacar allende las fronteras del pueblo. Lo mismo puedo decir de escritores y artistas en general. Por desgracia no se dan a conocer en nuestro pueblo, por lo que se ignora quiénes son dichos personajes. Últimamente un futbolista, Javier Aquino, goza de prestigio y fama a nivel mundial. Está haciendo historia en un terreno virgen en nuestro pueblo que seguramente incentivará a muchos otros jóvenes.

 

            Nuestros personajes han hecho los esfuerzos necesarios para poder destacar. Nadie les regaló nada y todos los apoyos que recibieron lo supieron aprovechar. Estuvieron  en el lugar indicado a la hora indicada. Mostraron sus talentos, sus deseos de llegar a ser alguien. Estoy cierto que en esos afanes nunca dejaron de pensar en su pueblo, en su familia, pero principalmente en sí mismos. Por eso no fracasaron, porque se comprometieron consigo mismos. Así, aquello que se les facilitó hacer, lo disfrutaron. Qué bueno, mis respetos a todos y cada uno de ellos.

 

            Por otro lado estamos las personas que desde lejos vemos cómo dichos personajes se forjan. Gente que sabemos de los triunfos de nuestros paisanos, sea en el ámbito que sea. A algunos, nos enorgullece sobremanera ver en televisión a un Javier Aquino correr tras el balón en los mejores estadios de fútbol del mundo. Nadie había logrado antes entre nosotros ser campeón olímpico, fichar en un equipo europeo, calificar a un Mundial y ser convocado para jugarlo.

 

            También, a quién no le da gusto saber que el Dr. Francisco Gutiérrez Delgado hace un trabajo pionero en su especialidad de oncólogo en el Istmo, después de haberse codeado –y seguir haciéndolo- con los mejores científicos del planeta. O saber de los logros del escritor Manuel Matus, entre los que destaca el Premio Internacional de Cuento, Mito y Leyenda “Andrés Henestrosa”, 2004; así como el Premio Latinoamericano de Poesía y Cuento Benemérito de América, 2007.  O que en la Cámara Local de Diputados, dos personajes con sangre nuestra, Profa. Ma. Luisa Matus Fuentes y Gerardo García Henestrosa, exponen sus puntos de vista y debaten con otros sus pares. O al recordar a la destacadísima  Dra. Cristina López Fuentes, quien fue premiada su tesis en Francia y autora de libros de su especialidad, la biotecnología. En fin, ixhuatecos/as que buscan hacer lo que sienten están destinados a lograr.

 

            Por otra parte, hay un grupo de paisanos que trabajan duramente  en USA, para mejorarse ellos y a sus familias. Claro que da gusto saber de sus esfuerzos, de sus sacrificios y en lo personal hasta me gusta que los presuman porque sus trabajos les habrá costado. Y hasta donde yo sé, no los ayudé, así que no tengo ningún derecho de criticarlos, mucho menos juzgarlos. Que se acuerden o no del pueblo, es cosa de ellos. El ser agradecido es un don que no muchos, por mala fortuna, poseen.

 

            Hay que diferenciar muy bien entre la envidia y la competencia. ¿Por qué lo digo? Para no rabiar por los logros sobresalientes del paisano/a. Es muy simple dicha diferenciación. Si lo que hace un conocido mío me parece que cualquiera lo pudo haber hecho, ¡manos a la obra!, debo hacerlo para comprobar si tengo o no razón. Esa es la competencia. Lo otro, la envidia, es hablar por hablar,  no hacer nada, exhibirse como alguien acomplejado. Criticar a la ligera, sin fundamento, solo demuestra poco juicio. No solo eso, sino que no hay una pizca de cultura, ni siquiera educación, mucho menos respeto. Nadie sabe a ciencia cierta qué precio ha tenido que pagar aquel hombre o mujer exitosos.

 

             Jamás hay que olvidar que existen logros que causan admiración y asombro. Lo sano es  ponderar el logro aunque la persona que lo consiguió no nos simpatice. La mezquindad humana muchas veces tiene raíces en el pasado, en pleitos familiares o  entre vecinos.  Superar esos atavismos es la meta de todo ser pensante. No estoy diciendo que no se pueda criticar la trayectoria, posturas y forma de vivir del exitoso/a, sería absurdo no hacerlo porque es figura pública. Pero ello debe hacerse siempre en un marco de análisis de su trabajo y respeto a su persona.

 

Por otra parte, es signo de salud mental reconocer los méritos ajenos, no hacerlo nos evidencia como envidiosos que viene siendo un  signo de baja autoestima, cuando menos. Así, pues, disintamos con el personaje, pero reafirmemos en nuestro disentimiento los puntos positivos que posee. No se vale ningunear, descalificar, destruir la personalidad y la trayectoria de alguien, solo por ignorancia, animadversión, resentimiento añejo u odio al prójimo. A eso os invito, ixhuatecos, ixhuatecas.

Envidia y competencia 

Juan Henestroza Zárate

bottom of page