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En los años que ya partieron, y de los que solo quedan los recuerdos, el evento de ir a pagar promesa a Esquipulas, en la hermana república de Guatemala, era para mi abuela na Marcelina Ruiz Gómez un acto de fe y verdadera devoción eclesiástica, lo cual fue transmitiendo con sus demás hijos y nietos.

 

–Clemente, vas a ir a donde está tu tío Luis a que te venda un aro de bejuco blanco, ¿na?

 

–¿Y eso, abuela? ¿Para qué lo va a utilizar?

 

En esa pregunta iba implícita mi ignorancia sobre la tradición de mis ancestros. Desconocía el motivo por el cual mi abuela pedía ese favor.

 

Me trasladé al domicilio del familiar, y recuerdo que le di unas monedas a cambio de aquella estructura circular de bejuco blanco, donde alrededor estaban incrustados una gran cantidad de pequeños clavos pequeñitos, que sobresalen solamente la cabeza y una pequeña parte de él.

 

Al llegar a casa, la abuela me ordena que lo colgara de una parte de la cocina. Posteriormente, me pidió de favor que le cortara cuatro tramos de aproximadamente 40 centímetros de un hilo parecido al estambre (el pabilo). Hecho esto, me ordenó que le ayudara a preparar el fuego; después colocó un recipiente y en él vertió trozos de cera virgen de abeja. No le encontraba sentido a aquello que realizaba: primero, una circunferencia de bejuco con clavos; después, unos hilos, y ahora, la cera.

 

Cuando na Marce comenzó con aquella tarea tan delicada y especial de bañar a aquellos cuatro tramos de cuerda, fui entendiendo de qué se trataba: sí, eran cuatro velas que, una vez que se terminó de bañar, se veían hermosas; entonces, mi mamá vida me dijo:

 

–¿Ya viste, Cleme?

 

–Qué bonito quedaron las velas que voy a llevar a Esquipulas. Cada vela significa una promesa que voy a ir a pagar.

 

Qué bellos momentos me llegan a la mente. Esa convivencia, que muy pocos tenemos la oportunidad de realizar, esa cercanía con los abuelos me fortaleció mucho como ser humano. Qué lástima que esa tradición de fe ya se esté perdiendo por muchas razones. Siembre será bienvenida alguna propuesta para volver a recordar o poner en práctica algunas herencias culturales de nuestro bello Guidxiyaza.

 

Reflexión: me ha tocado ver casos en la que a los abuelos se les discrimina, se les abandona, se les trata como una cosa obsoleta, cuando debe ser todo lo contrario. Los abuelos son muy especiales porque se trata de la raíz de una familia de la cual dependemos. Es triste ver cómo autoridades van y vienen y nadie pone especial atención en ese sector de la población, que algún día fueron jóvenes y robustos como nosotros y que ahora solo reclaman comprensión, cuidado y aprecio en el último segmento de su vida. Yo siempre llevaré muy dentro del corazón a mis abuelos: Eulofio Vásquez Morán, ta Lofio; Marcelina Ruiz Gómez, na Marce –padres de mi madre–; Melecio Vargas Ordóñez, ta Mele, y Ángela García Parada, na Ángela –padres de mi difunto papá–.

Esquipulas, un acto de fe

Clemente Vargas Vásquez

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