14 julio de 1996, San Pedro Pochutla, Oaxaca.
Costa e istmo. Nueve años viviendo en cada uno.
Mis padres, ambos maestros, de pequeño me enseñaron más que a leer y sumar.
De escuela en escuela iba con mi madre, viendo el mundo que todos conocen pero no saben que existe, lugares de aguas limpias y cielos verdes, entre montañas, subidas y bajadas, erosionándose con la brisa perpetua, dejándose atrapar en vapores de café, en sabores a tierra, en sonrisas breves, en bahías cansadas, en calles sucias, música rápida y danzas amarillas; fue lo poco que recuerdo de aquel lugar al que no vuelvo yo, sino alguien de nueve años que olvidó sus juguetes.
Ixhuatán me presentó a mis ancestros, a los que estuvieron y a lo que están. “Crece” fue la consiga de los últimos años para alguien que vive mucho y hace poco; mira todo, aquí sentirás que el mar te lleva de costa a costa, sentirás en esta inmensa planicie cómo la gravedad se hace más pesada, cómo el viento de octubre se llevará tu vida a pedazos pequeños de piel, aquí verás morir muchas veces a las que son guardianas del pueblo, las verás crecer y ponerse amarillas, se quemarán.
"No aprendiste nada. No te quiero ver".
"Comunicación estudiarás".
Fue lo primero que debieron enseñarle a un hombre que tiene agujas en la garganta y lleva cargando costales rotos de sueños que caen al suelo, se ensucian, alguien más los pisa y mueren, no he viso que terminen de caer. ¿Tantos ha de llevar? Algún día, algún día ese muchacho entenderá.