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Decían los abuelos de los abuelos que, en el principio, cuando los creadores generaron la vida, el guendanabani, los que la vivíamos, esperábamos con ansia la llegada de la nueva vida. Así fue que llegó el ser humano y nos alegramos todos. Fue cuando cada ser humano traía un guenda, que sea, otro que es uno mismo, este es, el que vive en otra parte de la tierra o del espacio, que también es como decir tiene una gracia, tiene un don especial. Que sea, es como un animal o como un elemento de la vida que es parte de ti y que, cuando desaparece, se desaparece tu vida. Nahual se llamó en otra lengua dominante.

 

Fue mucha la alegría que se compartió por la llegada del ser humano que los árboles, las aves, los vientos y la tierra quisieron dar parte de sí para cuidar al nuevo ser, fue así que el guenda se hizo más fuerte. Vivimos en armonía por muchas etapas, nosotros cuidándolos a ellos y ellos a nosotros.

 

Un buen día o un día ma rayu gudxiá (que sea, un día que mal rayo lo parta), sucedió que unos humanos descubrieron un secreto de la vida, descubrieron que, si alguien llegaba a atrapar o dañar el guenda de una persona, esta también quedaba atrapada, que sea, si el guenda se lastimaba, la persona también quedaba lastimada. Que si el guenda estaba preso, la persona se llenaba de tristeza hasta podía morir, que sea, se deprime. Fue que, creyéndose dioses, la avaricia se apoderó de su corazón.

 

Fue que la avaricia de unos humanos se convirtió en negocio, en comercio, en dinero y se convirtieron en valores superiores a la vida misma, esta guenda que no es nuestra y que se diferencia del nahual, lo pusimos de nombre nagual, que sea, que es malo. Entonces, los naguales atrapan un animal, un ave, un árbol en el monte, que sea, fuera del pueblo, y van corriendo al pueblo a ver de quién es el nagual; luego ya lo dicen: “Nosotros sabemos el remedio”, y ya lo venden su medicina y salen corriendo al monte a desatar al guenda pa’ que lo creen que ellos lo saben todo.

 

Manque luego que ya se dieron cuenta que así pueden dominar las gentes, siguieron agrandando su avaricia y lo pensaron como no andar al corre y corre, que atrapa un guenda y ve corriendo a ver, que luego resulta que no es guenda de nadie cerca; entonces, ya es una carrera inútil porque no ganaste, entonces lo fueron viendo como sacar dinero de lo que atrapan. Que sea, ahora hay que hacer negocio de lo que no es negociable. Fue que inventaron el papel, que sea, hay que sacar los arboles pa’ que los animales no tengan dónde ocultarse; ahora, con los árboles atrapados, los cortaron y los vendieron, fue así que llegó el día en que los bosques espesos fueron dejando de ser bosques.

 

Así fue que las papeleras devoraron los bosques, las cementeras derribaron los cerros, las mineras escarbaron hoyos enormes del tamaño de los pueblos, las petroleras hicieron hoyos profundos interminables pa’ sacar las tripas de madre tierra.

 

Entonces que ya está visto que se hace negocio con todo, entonces que se dan cuenta que ya todo es necesidad, que mucha gente que no estaba enferma empezó a sufrir, que ahora hay un nuevo negocio que se llama inseguridad porque el guenda ya no tiene dónde vivir y esconderse; entonces la gente anda insegura. Así que, ahora, los avaros ponen sus tiendas de alarmas y de armas y pone sus tiendas de protectores de balas, de protectores de sol, de protectores pa’ desconocidos y rejas pa’ las puertas y ventanas y protectores de todo y de todos. Entonces que inventan también guardias privados y policías privadas. Todo es vendible.

 

Ora que, cuentan los abuelos de los abuelos, hay un poquito de gente, un poquito como de 10% (diez porciento dicen, que sea, como diez de cada cien gentes) que no saben ellos de inseguridad, que no saben ellos de comprar y vender, que no saben ellos de cómo se explota la tierra, que sea, no es que son ignorantes, es que no pueden y no quieren ellos poner en peligro el guenda de madre tierra porque, entonces, todos perdemos el guendanabani xianga sicarú (la vida bonita de vivir). Que sea. que son lo que nos llaman indígenas, que no quisieron sentirse inseguros. Entonces empezaron a defender su territorio.

 

Que sea, territorio es el espacio donde vives o tomas prestado para vivir, sea que no es el terreno donde tienes tu casa, es también el espacio donde haces tu milpa, el espacio donde haces tu oración, tu ritual, tu espacio que es sagrado por donde pasas tú y también el espacio donde pasa tu guenda. Que sea: yo no soy dueño de un metro de tierra, no tengo en mi propiedad casa y no soy comunero ni ejidatario, pero, por haber nacido en el Istmo de Tehuantepec, soy miembro de un territorio donde sale gubidxa (sol), que me ilumina y alimenta, un espacio donde mi guenda corre, un espacio donde puedo ir a enamorar y a recrear el guendanabani.

 

Fue el tiempo cuando los naguales empezaron a hacer la guerra en contra de los indígenas. Flojos, perezosos, sucios, inmorales nos dicen; bola de borrachos nos llaman; subversivos, no trabajan dicen de nosotros. Y fue el tiempo en que nos hacen pobres. Que sea, esta gente casa de palma tiene, ¡ah, pobre! Vamo ayudar a hacer casa de cemento, y nos metieron a hornos para matarnos de calor. Pobrecitos, tienen sus calles de tierras, vamo hacerle una su calle de cemento, y fue como aumentar más grande la flama del horno. Pobrecito ellos los muerden las culebras, vamo a tumbar poco más de arboles, y fue que cambiaron el clima global.

 

Entonces, los avaros, que hacen negocio de la vida, vinieron a vernos a los pobrecitos y nos dijeron: “Ustedes, mucho calor tienen. Vamo poner aquí unos ventiladores, y fue entonces que las compañías de electrónicos demandaron más energía y se construyeron presas hidroeléctricas y parques eólicos.

Fue que los indígenas dijimos: “No queremos eso, y hay una ley que se llama acuerdo 169 de l a OIT. Hay una declaración universal de los derechos de los pueblos indígenas que nos da derecho a ser consultados qué queremos y si queremos o si no queremos”.

 

Entonces, ellos hacen sordos sus oídos y fue que vinieron a callar nuestra voz, por eso es que fueron desaparecidas las hermanas Daniela y Virginia Ortiz y, en el mes de abril de 2008, asesinaron a Teresa y Felícitas, locutoras de la emisora Voz que Rompe el Silencio, por eso mataron a Bety Cariño, por eso reprimen a Radio Huave en San francisco del Mar, vienen y cortan la luz y reprimen a Radio Totopo, y vienen y golpean a Bedxe Carlos Sánchez; por eso es que vienen y meten a la cárcel a Betina Cruz, a Mariano Santiago, a Rodrigo Peñaloza, a los compañeros y compañeras de Álvaro Obregón, Xadani, San Mateo, San Dionisio y otros tantos que su nombre no alcanza para más letras en este espacio y, entonces, hacen otra ley pa’ prohibir que los indígenas tengan su radio y su televisión porque son rebeldes y revoltosos.

 

Fue por eso que nuestra cara parece encorajinada, muina, dura, sin sonrisa, sin hablar con otra gente, porque estamos esperando la vuelta represora del nagual, que sabemos que va volver, pero sabemos cómo lo vamos a atrapar. Sabemos cuál es su cola y cómo la va a morder. Sabemos que nuestra lucha va más lejos, sabemos que la hemos tenido desde hace más de 500 años y tenemos memoria de ella.

 

Además, opino que si estas fiestas patrias rememoran la independencia, quiero recordar que los mismos que expulsamos hace 200 años son los mismos que regresaron a invadir con las empresas eólicas, mineras y salineras. Otra independencia hay que hacer.

 

Guenda o nahual

Manuel Antonio Ruiz

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