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Puto, maricón, puñal, joto, loca, mayate, desviado, enfermo, desequilibrado, raro, tortillera… Le hizo falta la figura paterna, creció rodeado de puras niñas, ¡qué desperdicio de hombre!

 

La homofobia se encuentra tan arraigada en nuestra cultura como la idea misma de que somos hijos de un Dios verdadero, existente y necesario. La violencia de todo tipo hacia personas que aman a sus iguales en lo referente al sexo se manifiesta todos los días como si se tratara de una actitud natural, normal, incuestionable.

 

Los más “tolerantes” afirman: “No tengo nada contra ellos mientras no se metan conmigo”, “Los respeto, pero que también ellos respeten a la sociedad”, "Que se besen, pero no en la vía pública". En casa, que quieren “lo mejor” para nosotros, nos sugieren: “No uses el cabello largo, pareces vieja”, “No laves ni barras ni trapees ni hagas la limpieza: esa es tarea de mujeres”. Para los hombres, el campo y los trabajos rudos; para las féminas, el hogar.

 

Hay que llevar al niño o a la niña al psicólogo a tiempo, quizá este mal tenga solución. ¡Quítenles a ellos las muñecas! ¡Que ellas no juegue futbol! ¡No quiero torcidos y marimachas en mi familia! ¡No llores, aguántate como los machos!

 

Los más “científicos” recurren a “argumentos” de la sabia naturaleza: “Los perros y los gatos tienen sexo con perras y gatas: la heterosexualidad es natural”.

 

Si quieres ofender a alguien, grítale joto; imbéciles ambos: uno por considerar la condición de homosexual como una ofensa, el otro por asumir el adjetivo como un insulto.

 

En los últimos días, en el sínodo de la iglesia católica se ha puesto a discusión si se les da o no un lugar a los homosexuales con el argumento de que estos “tienen dotes y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana”, a lo que, inmediatamente, los círculos menores de dicha institución han mostrado su oposición. Los mismos cerdos que han tolerado y practicado la pedofilia durante años ven en los gays y lesbianas la encarnación del demonio.

 

Hace un par de meses, el senador panista José María Martínez brilló en la escena pública por su activismo a favor de la creación de la Comisión de la Familia y el Desarrollo Humano, la cual condenaba el matrimonio entre personas del mismo sexo porque, en palabras del funcionario, descomponen el concepto de la familia mexicana, clásica postura de esta fracción política conservadora de ultraderecha en su afán por mantener las “buenas costumbres”.

 

En países como Irán, Arabia Saudí, Yemes, entre otros, la homosexualidad se castiga con pena de muerte; en Senegal, Libia y Marruecos, y varias decenas de naciones más, este “crimen” implica desde algunos meses de cárcel hasta cadena perpetua; en Liberia, Angola y Dominica, y otros, se aplican multas diversas hacia esta “acción criminal”.

 

La discriminación sexual evidencia nuestras limitaciones racionales. ¿Cuántas personas en nuestro pueblo no han ridiculizado o sentenciado alguna vez a alguien por ser homosexual? La conjunción concesiva aunque "dispensa" un poco esta "condena": “Aunque es puto, es inteligente”, “Aunque es mampo, es trabajador”, “Aunque es joto, tiene cualidades”. Los más “piadosos” sienten pena, lástima o compasión por ellos.

 

Ixhuateco, ¡basta ya de estos actos de segregación social! ¡Basta ya de actitudes de repudio hacia los otros! ¡Basta ya de normas morales que reproducen el odio! ¡Basta ya de homofobia!

Homofobia

Michael Molina

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