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20/11/2015

 

Lo que se escribe, aun así siendo una tarea que se debe cumplir, surge como la impresión de algo que se ha visto, que se ha vivido y lo cual ha afectado, de ahí la pregunta de cómo afecta y ha afectado en otros contextos. Mi inquietud por escribir este texto viene desde que he leído "La Revolucioncita Mexicana", de Rius (Eduardo del Río). Este autor es uno de mis preferidos; creo que mejor que muchos de nuestros libros de escuela y muchos maestros deberían aprender de él sin tomarse nada tan a pecho, pero teniendo la capacidad de no dejar en calma lo que se aborde. Es difícil y, claro, imposible que el sistema de educación en las escuelas y universidades cambie de esa forma, ya que no se puede tratar todo con calma porque se piensa que la vida depende de… Esto sucede con los maestros que llevan impregnadas las ideologías que lo formaron, los maestros que hablan de lo malo del alcohol porque no lo saben controlar, de lo malo de las drogas porque no las han probado y de lo malo de los sistemas económicos, ya sea capitalismo o socialismo, porque no lo han vivido como capitalistas o socialistas verdaderos, burgueses, obreros (en forma dura). Aclaro que para esto se requiere imaginación.

 

Muchas veces, tanta información entorpece, no se asimila una y llega otra, la verdad no se sabe en la distancia ya sea del tiempo, ya sea de ideologías, ya sea de mentes, de inteligencias, de distancias medibles en metros, de distancias medibles en información que muchas veces (aunque no se sienta) cansa, pero no cansar física ni mental mente, cansar es también entorpecer, en este mundo tan rápido ya en nada se ahonda, se sabe poco y así de poco en poco creemos ir devorando en mundo, cuando las migajas son solo el residuo de lo que no se quiere, de lo que no se alcanzó a comer, las migajas no sirven, literalmente no llenan, pero dan una idea, y como somos un mundo de ideas, he aquí la mía:

 

El hábito es parte de la cultura, nace en la familia, se refuerza o se integra (si no se tiene) en la edad adulta. Como civilización desconozco cuál fue la mexicana prehispánica en cuestión a hábitos, hábitos de tiempo. Agusto Monterroso explica en un cuento lo que la educación nos ha explicado, que los antiguos mayas tenían un conocimiento exacto del tiempo, en cuestión a estrellas y constelaciones, se supone que sabíamos la llegada de Quetzalcóatl, pero no hablare de ese tiempo, ni de ese hábito por que como en tantos tiempos, ese conocimiento del tiempo por la astrología solo lo poseía la clase alta, aun en el México prehispánico.

 

La puntualidad es un signo de honor en muchas culturas, la impuntualidad representa desprecio, por uno mismo y por la otra persona. Es cuestión de lo más valioso que se posee y nuestro recurso principal, inagotable aun siendo mortales hasta el momento, y no renovable, es el tiempo un recurso con el cual se posee, es el tiempo un factor clave, es el tiempo precisión y azar; pinturas de Dalí. Tanto así es el tiempo que hay que ser o no puntual.

 

“Nos hacemos menos hasta el punto de dejar de existir, nos ninguneamos, perdemos la facultad de ser. Y hacemos ninguno a los demás, dejamos de ser, de existir y creamos un silencio sepulcral en el cual nos ahogamos y morimos”. Dice Octavio Paz en "El laberinto de la soledad" (Pachuco), esta idea me parece fundamental en el pensamiento del mexicano, que de ahí parte la serie de factores que nos han llevado a ser actores de la historia que propiciamos nosotros mismos.

 

“El veinte de noviembre, de las 6 de la tarde en adelante, todos los ciudadanos tomarán las armas para arrojar del poder a las autoridades” Esto estaba en el plan de San Luis de Francisco I. Madero, de aquí parte la idea.

 

“Ya son las 6:30 de la tarde y nada”, “Ay, esta puntualidad mexicana”. (Rius:2013), se sabe de antemano que Rius es un monero mexicano, así que este par de frases que entablan un par de Porfiristas resultan en una gran carcajada, pero para mí no quedo solo ahí, lo tome más enserio y me cuestione: ¿Y si todos se levantasen a tiempo (a las armas)? Es claro que la comunicación en ese entonces era de más pobre, pero los que sí tuvieron la oportunidad de leer el plan de San Luis, ¿Por qué no lo hicieron?, retomo a Octavio Paz cuando dice que el mexicano no se siente, no siente que vale; el mexicano entonces: solo en grandes concentraciones de gente se siente seguro, alguna vez leí que la multitud desencadena la emoción y el valor, pero en multitud se pierde la coherencia de las cosas, se escapa de la realidad; el mexicano (que somos) no siente que sea necesaria su presencia, prefiere estar al margen de la situación cuando los que en verdad son afectados por los grandes problemas aun siendo un numero grande, terminan siendo una minoría; el mexicano entonces es apático y no se siente con tal valor para cambiar situaciones a gran escala. He ahí la impuntualidad, las pocas ganas de llegar a algo si ya se sabe cómo va a terminar,  y retomando a la revolución mexicana sabemos cómo termino, pero si nos planteamos la cuestión de que hubiese pasado si todas aquellas personas (mexicanos) que recibieron el mencionado plan se hubiesen levantado (de manera simbólica aunque sea en armas), quizá “El jefe máximo” hubiese pensado bien antes de tomar el poder, quizá el pri como lo conocemos ahora no existiese como tal, porque esa clase de gente teme, por eso la represión.

 

Y esto no es solo en la Revolución Mexicana del siglo pasado a este nuevo y joven, todos los movimientos sociales sufren de esta característica. Siempre llegamos tarde, incumplimos con nuestro deber por el mismo pensamiento de mexicanos, que todos lo tenemos, concretamos situaciones y nunca las llevamos a cabo como tal. Llegamos tarde a todo y eso demuestra un gran desinterés y si se ve desde una perspectiva más metafísica, desde el momento de la concepción del pensamiento se comienza una serie de factores que se relacionan con todo lo que nos rodea y hace que lo planteado en el pensamiento se concrete en la realidad.

 

Los que llegamos tarde a la escuela o no llegamos, hacemos que esta estructura mexicana se valla retrasando en el reloj. En comparación con los alemanes que son como engranes de reloj suizos, no pierden lo más valioso que es el tiempo, por eso caminan como nación, México no.

 

Somos parias de cronos, llegando tarde a todo y sin tener la capacidad de asumir nuestra responsabilidad, culpamos a todo por nuestros errores y nunca vemos a nosotros mismos como el error principal, aunque claro existen los accidentes, pero si fuésemos puntuales y con más entusiasmo no existirían tantos; no se saturaran las carreteras, los conductores no manejaran a velocidades excesivas; el transporte público no se saturara con personas a las que se les hizo tarde; las filas de los bancos seria menores; la burocracia dejara de existir al hacer las cosas a tiempo y no existiese tanta corrupción para evadir a la burocracia.

 

Hemos llegado tarde por que otros lo han hecho y quizá no sea culpa del otro y de alguien más, es un bucle escalofriante si se mira desde esa perspectiva. Pero parece ser que nos hemos acostumbrado a vivir de esa manera, a reparar los problemas que nos pudimos haber evitado, y tal vez no sean nuestros problemas por conciencia y otros los hayan propiciado. Se ha impregnado en nuestra cultura que saben los extranjeros que al llegar a México no simplemente cambia la zona horaria con respecto a los trópicos, sino los que ya saben se programan en el Mexican Time, que es fácil de 30 a 45 minutos de retraso. Y lo dejamos de ver mal, pero no está bien. Hay que replantear nuestro sistema de tiempos, no ser un cronometro puro, pero intentar serlo, quizá así se tome conciencia del valor del tiempo, y si todos se presentan a la hora acordada, nadie carecerá de ánimos después de quince minutos y se llegue a la meta planeada. Debemos apreciar el tiempo, respetarlo, respetarnos y respetar al prójimo.

El mexicano y sus faltas; su impuntualidad

Franco Carrasco Aguilar

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