Veo la vida pasar y todo en un instante se nos va.
¿Será acaso por eso que la gente grita que quiere crear un futuro mejor? Pienso que no es verdad. El futuro es un vacío indiferente que no le interesa a nadie, mientras que el pasado está lleno de vida y su rostro nos excita, nos irrita, nos ofende, y por eso queremos destruirlo y retocarlo.
Milán kundera, en una de sus novelas, “La risa y el olvido”, dice:
“(…) los hombres quieren ser dueños del futuro solo para poder cambiar el pasado. Luchan por entrar al laboratorio en el que se retocan las fotografías y se reescriben las biografías y la historia”.
Después de haber leído lo anterior, hice una pausa y, curiosamente, vino a mi memoria el libro de nuestro paisano Juan Henestrosa Zarate “¡Adiós café!”, en el que narra una parte esencial del pasado de nuestro querido Ixhuatán, que, por cierto, a mi criterio, es exquisito. De ahí surge mi pregunta ¿qué pasado le queremos cambiar a Ixhuatán con el futuro? ¿Pretendemos retocar sus fotografías con sangre, reescribir sus biografías con mentiras y narrar su historia con agonía?
Al reflexionar este cuestionamiento, hice una breve comparación del Ixhuatán que nos describe Juan Henestrosa, del Ixhuatán que recuerdo disfrute de niña y del Ixhuatán en el que vivimos ahora. Indiscutiblemente, este lugar al que llamo pueblo por tradición ha sufrido cambios drásticos en todos sus aspectos, pero eso no es lo grave, lo grave es que su transformación no ha sido para bien.
“¡Adiós café!” nos presenta un Ixhuatán que, además de ser un pueblo (verdadero), era también una comunidad. Yo les platico de un Ixhuatán con gente en bicicleta, limpio y natural. El presente nos enfrenta con un Ixhuatán desgastado por sus habitantes, defraudado por sus gobernantes y olvidado por su gente. Ixhuatán, ¿piensas aguantar más? Parece que a nadie le interesa tu futuro. Por ejemplo, cada tres años has venido escuchando que tus políticos pregonan tu crecimiento tanto económico como cultural, político y social, solo palabras que se las lleva el viento, así como a las hojas secas de tus árboles, mismas que caminan, ruedan y corren hacia un futuro incierto, como lo es, en el presente, tu esencia. Mientras que tú, ixhuteco, que trabajas la tierra, te dejas manipular, esperando que en verdad exista ese Dios que nazca de la tierra y te haga el milagro que esperas.
Pero el tiempo pasa y nada sucede, no sucede ese crecimiento del que tanto nos hablan en campañas y tampoco sucede el Dios que anhelamos surja de esta tierra.
Por el contrario, Ixhuatán ya no es el mismo que presencié de niña ni la cuna de los grandes hombres ni el paraíso de uno y mil colores que, con anhelo, se escribió en los libros y en las canciones. Es por eso que sostengo que Ixhuatán es solo un pueblo por tradición y el pasado de muchos y el futuro de pocos, ¡sí!, de esos pocos que, al llegar al poder, se afanan en desfalcarlo y de esos muchos que no hacemos nada por rescatarlo.
¡Gente!, ¿cuál es el futuro mejor que pensamos crear?
Los invito a que hagamos conciencia y pensemos en la solución. El Panóptico ixhuateco es solo un espacio de análisis y reflexión, pero la responsabilidad de proponer y llevarlo a cabo es de todos. Seamos, entonces, comunidad.
Ixhuatán nos pertenece a todos y de nosotros depende no solo el futuro, sino el presente y, por supuesto, el pasado.