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Yo andaba buscando la muerte

cuando me encontré contigo 

De allí tengo el corazón

en dos mitades partido.

La una le teme a la muerte

a la otra le espanta el olvido.

De allí tengo el corazón

en dos mitades partido.

Era  un momento la dicha

repentina la alegría.

Aunque han pasado los años

nunca ha pasado aquel día.

La dicha quedó conmigo

ya es eterna la alegría.

Aunque han pasado los años

nunca ha pasado aquel día.

(La Ixhuateca, Andrés Henestrosa)

 

Recordando un poco, estimados y amigos paisanos, en el quehacer este que hemos emprendido quienes escribimos el Panóptico, el diálogo es lo mas importante, un diálogo en donde esté de por medio, la sensatez, la cordura, las propuestas, los argumentos, pero, sobre todo, lo que pregonamos dentro y fuera de nuestro terruño es el respeto ante las diferencias y divergencias, principalmente en el acto de pensar y expresar las ideas, en el cual no siempre estaremos de acuerdo con todos, es natural, nuestras visiones del mundo son distintas, por consiguiente, nuestra forma de enfrentar la realidad; entonces ser claros y entendidos de que: “¿quién es monedida de oro?”. Lo que sí no se le puede negar a nadie que ame este preciado pueblo “mareño” (aunque a muchos no les guste, pero vivimos junto y del mar) entre hojas es la distinción como aureola de llamarse a sí mismo “ixhuateco soy”.

 

Ser ixhuateco tiene un alto significado cuando reconocemos en el ser y en el hacer, las características de la identidad como tal, que permea a una serie de manifestaciones simbólicas en la cotidianidad a partir de la praxis en términos de la cultura, es decir, tendríamos que nombrar los elementos que nos distinguen como una sociedad con una cohesión social específica, elementos qu,. como hilos históricos, sociales y culturales, constribuyen al fortalecimiento de las relaciones humanas, a la solidaridad y a la comunión, y que con ello podemos establecer las diferencias con las otras sociedades.

 

De niño, mi abuelo me decía varios dichos que retumban seguido en mi memoria, no sé bien en dónde los escuchó ni el porqué me los decía: “A donde vayas habrá un ixhuateco que te eche la mano”, “en donde estés habrá un ixhuateco a quien echarle la mano”, “el ixhuateco siempre sabe quién es, por eso tiene éxito” y otros más que iban en el mismo sentido. Cada vez que recuerdo estos y otros dichos de mi abuelo, pienso que lo único que buscaba era darme ánimos para seguir estudiando, “para ser alguien”, como se repite siempre en el pueblo, como si no fueramos nada, y es verdad que, a veces, así parece, no ser nada o ser todo, que, en cuestiones de semántica, tiene significados parecidos, esto es, que hay en el ser y el hacer del ixhuateco una identidad difusa o confusa.

 

Quizás, y estoy seguro de ello, muchos van a diferir conmigo, y, además, pueden decir que no amo a la tierra que me vio nacer. No hay nada de malinchismo en mis palabras, solo estoy tratando de ser autocrítico, partiendo de la negación del ser para tratar de llegar a un punto del que muchos hablamos pero pocos conocemos a conciencia plena, que es nuestra identidad.

 

En la primera parte del texto pongo énfasis en cuatro conceptos que son necesarios para entender la identidad, que, a saber, forma parte de un proceso de reflexión que los seres humanos tuviéramos que tener para comprender lo que somos, a partir de nuestra historia y de la proyección que tenemos en el futuro, considerando en ello las prácticas inherentes a nuestra condición natural, nuestra conformación en sociedades.

 

Tambien en la primera parte del texto hago mención que “he dejado, quizás, de ser un ciudadano de mi patria”, de esta al que todos llamamos “Ixhuatán”, como muchos coterraneos que hemos emigrado por motivos distintos; sin embargo, no hemos perdido nuestra filiación al pueblo, pues allí estan nuestras familias, nuestros amigos, nuestra nación, pero también reconocemos que nos hemos integrado, adoptado y adaptado a otras praxis, a otras identidades y a otras ciudadanías.

 

Cierto es que somos corresponsables de la historia ixhuateca; sin embargo, el ser ciudadanos y compartir las responsabilidades y obligaciones solo les compete a los que habitan el pueblo, a los que a diario siguen construyendo este sistema de relaciones humanas que les lleva a buscar y/o construir procesos idóneos para vislumbrar un mejor futuro para las nuevas generaciones.

 

Por ello, creo que es necesario pensar en la identidad desde adentro, desde los sujetos que lo viven a diario, desde quienes, basados en el hacer, son capaces de reconocer las historias, la experiencias y las vivencias cotidianas que conforman la historia para que, con ello, se puedan responder a preguntas como ¿quiénes somos? ¿Qué nos unifica? ¿Qué somos frente a los otros? ¿En realidad somos como dicen los otros? ¿Qué es lo que nos identifica como ixhuatecos?

 

Desde afuera, muchas historias se pueden contar y muchos adjetivos se pueden escribir sobre los ixhuatecos, pero quienes realmente pueden decir la verdad son quienes conocen su historia, quienes son capaces de hablar de sí mismos, quienes pueden hablar de su ciudadanía y de su civilidad, quienes, a la hora de ser, no son conformistas, quienes son críticos de sí mismos para poder optar por una evolución.

 

En el Panóptico hemos tratado de reflexionar, unos más y otros menos, y siempre siendo autocríticos, de las condiciones en que se encuentra el “pueblo entre hojas”, pero, a cambio, hemos encontrado resistencia y enojo hacia los comentarios y opiniones vertidos todos los días; es natural que hayan voces a favor y en contra, al menos así lo he leído, y los entiendo, a nadie le gusta que le hablen mal de la casa que habita, por eso y en ello comparto la idea de Michael Molina, ideólogo de este proyecto, necesitamos crear un diálogo entre los “ixhuatecos migrantes” y los “ixhuatecos arraigados”, los unos ven lo que otros no y viceversa.

 

Propuestas las hay, creo que, a lo largo de estos tres meses, he podido identificar al menos una docena de ellas en el acontecer diario de este medio, pero tambien en el pueblo me he encontrado con una variedad de voces que no logran anidarse en los oídos de los otros; unas veces por envidia, otras veces por las diferencias sociales, ideológicas, políticas, económicas que nos caracterizan, otras veces por competencia rancia o por el simple hecho de la no colaboración solidaria con el otro.

 

De niño, gustoso escuchaba a mis abuelos hablar del tequio, esta práctica ancestral que caracterizó e identificó a los pueblos zapotecas, a esta gran nación de la cual formamos parte, esta práctica que, en algún momento de la historia, perdimos junto a nuestra identidad, por eso proferimos despectivamente la palabra mareño, refiriéndose a nuestros vecinos huaves y al rencor que hemos creado hacia ellos.

 

Michael Molina dice que “historiemos ixhuatán”; Franco Carrasco, que “hagamos historia”; Juan Henestrosa, que “dejemos la envidia y la competencia”; Manuel Antonio Ruíz, que “pensemos en nuestra realidad a partir de la historia de nuestros abuelos”; Alhelí Ruíz -de quien deseo pueda regresar a compartir con nosotros estas experiencias-, que “los juegos –elemento esencial de nuestra identidad- está en crisis”; Manuel Matus, que “tenemos una cultura”; Florentino Cabrera, que “somos migrantes que añoramos nuestro pueblo”; Joselito Luna Aquino, que nos evalúa “el hartazgo de la sociedad”, y Cinthia Vasconcelos, que “tenemos que ser equitativos en todo, comenzando con la equidad de género”.

 

De los mencionados, solo conosco personalmente a Cinthia Vasconcelos y a Franco Carrasco; sin embargo, me entusiasma en demasía compartir un trabajo como el que hacemos en el Panóptico, proyecto que cada día va izando mas banderas. De quienes aquí colaboramos, tengo conocimiento que solo Juan Henestrosa vive en Ixhuatán; entonces aquí tenemos una inequidad, hacen falta las voces de quienes viven en el pueblo para tener la visión endógena. Los comentarios son bienvenidos, se les agradece, son necesarios, pero falta que el criterio, la crítica y la perspectiva de la realidad de los que viven en ixhuatán sean escuchados y leídos por todos.

 

¡Ándele!, escriba, no tenga miedo a hacer el rídiculo, una cuartilla o media, eso basta. Nosotros que “nada estamos haciendo por el pueblo” hemos perdido la vergüenza y estamos escribiendo, tú que a diario haces lo suficiente por cambiar al pueblo tienes que orgullecerte de tus acciones y darlas a conocer. Lleva tu nombre y apellido hasta lo más alto, que también se puede, deja a los demás que hablen de los suyos, para eso estamos, la presunción tambien tiene sus ventajas. Hace tres meses estamos esperando tus textos, el administrador los publicará con gusto, eso sí, nadie cobra ni un centavo, “lo hacemos por amor al arte”.

 

Quiero ayudarte a que tomes la decisión, comencemos el diálogo: ¿qué es ser ixhuateco? Espero que “haiga” –que también se vale- oídos y voces para dialogar.

Ixhuateco soy

(Segunda parte)

A. Antonio Vásquez

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