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Antes de iniciar con este artículo, me gustaría hacer énfasis en uno de los conceptos elementales de cualquier proceso judicial: el debido proceso, el cual, según lo señala el Diccionario Jurídico Mexicano, de Héctor Fix Zamudio, es el conjunto de condiciones y requisitos de carácter jurídico y procesal que son necesarios para poder afectar legalmente los derechos de los gobernados. En ese sentido, se entiende que se trata de una exigencia de un proceso previo en el que se cumplan las formalidades esenciales de procedimiento, el cual incluye la prohibición a ser juzgados por leyes privativas o, bien, el derecho a ser escuchado.

 

El debido proceso forma parte de los derechos humanos y es de carácter universal, del cual se desprende la idea de que todo ser humano tiene derecho a un proceso justo, independientemente de su origen o del lugar donde se haya cometido el delito.

 

Por otra parte, el desarrollo de las plataformas digitales, como las redes sociales, ha permitido el incremento abrumador de la participación de la sociedad y ha tenido consecuencias como el desarrollo de la opinión crítica y la apertura de la discusión de diferentes temas que en el pasado hubiera sido difícil llevarlos a cabo.

 

Ante este panorama del auge de las redes sociales y con la inercia de querer ser más participativos, a veces se nos olvida el derecho de las terceras personas a tener un juicio justo dentro del marco jurídico del debido proceso. Se ha vuelto más fácil criticar, señalar y calumniar sin que la otra persona tenga la oportunidad de defenderse. Si bien es cierto que las redes sociales se han convertido en nuestro principal instrumento de denuncia ciudadana, también es notable que ha servido para desprestigiar y  sabotear proyectos que a nuestro juicio son incorrectos, lo que nos ha lleva a replantearnos la idea de hacia dónde queremos llegar con el auge de las redes sociales, de qué tan confiable es la información que leemos, qué pasaría si nosotros hubiéramos sido víctimas de alguna difamación en el internet, cómo podríamos defendernos y qué instrumentos legales podríamos utilizar.

 

Por lo anterior, es fundamental que surjan nuevos proyectos e iniciativas de ley que busquen castigar la difamación y las calumnias sin ningún sustento en los medios digitales, sin que sea en detrimento de la libertad de expresión, lo cual es totalmente diferente. No es lo mismo expresar lo que sentimos o pensamos que difamar a una persona sin ninguna prueba solo por el hecho de no estar de acuerdo con ella. Sin embargo, el camino de regulación de redes sociales o de medios de comunicación no será fácil, pues algunos podrían utilizar esta situación como pretexto para institucionalizar la vigilancia, tal como sucedió en los Estados Unidos con el Patriot Act, que otorgó a las agencias de seguridad facultades extraordinarias de vigilancia sobre los ciudadanos bajo el pretexto de combatir el terrorismo. También está el ejemplo de la modificación de la Cédula Real en Gran Bretaña para regular los medios ingleses. Otro ejemplo de este debate es la polémica Ley Mordaza en Ecuador, que, a mi juicio, luce interesante porque castiga a los medios que tergiversan la verdad a favor de sus  propios intereses.

 

Mientras el debate aflora, hagamos lo que nos corresponde como ciudadanos, y eso debe ser en el aprovechamiento del internet y medios electrónicos para estar mejor informados, de formarnos un pensamiento crítico y de expresar nuestras ideas con responsabilidad en el sentido de la búsqueda de una mejor sociedad. Nuestro papel como ciudadano responsable también está en no convertirnos en víctimas de la información-basura, que no es otra cosa que aquella que no solamente es falsa, sino que tiene como objetivo el desprestigiar un proyecto o a una persona en específico.

 

Para terminar, hagamos un ejercicio práctico antes de compartir una publicación en redes sociales, investiguemos la fuente, leamos otros medios y analicemos las consecuencias de compartir esa información. Adelante, si se trata de información que valga la pena difundir, ya sea para efectos reflexivos o de diversión; de lo contrario, si se trata de información-basura, no la compartamos.

La otra cara de las redes sociales

Florentino Cabrera García

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