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“Tú cuando escribes, Manuel, estás con Dios, pero, cuando lees, ¡solo Dios!”, le dijo el maestro Bernardo Osorno a Manuel H. Castillejos, allá por 1908, según me contó mi tío Honorato Morales Henestrosa, cuando fue condiscípulo de aquel y el maestro era uno de los primeros que enseñó en Ixhuatán. Ahora yo, parafraseando al maestro de Orizaba, Veracruz, podría decir de mí: cuando comienzo a escribir, solo Dios sabe lo que diré y cuántas páginas habré escrito. Pero como sé que tú, lector, más o menos sabes ya cuál es mi estilo, intentarás comprenderme y sabrás ser generoso/a conmigo, así que aquí voy, envalentonado.

 

No recuerdo cuándo me enteré por primera vez de que Ixhuatán, mi pueblo, estaba dividido en cuatro secciones. Sí recuerdo que, una vez  lo supe –niño aún-, me interesó saber cómo había ocurrido tal cosa. Entonces mi abuela Tina Amador me explicó que dicha división se daba justo en la esquina de don Vidal, es decir, aquella que se forma en la intersección de la avenida Reforma y calle Independencia.

 

Mi generación conoció  aquel sitio como “La esquina de don Vidal”. Ello fue así, lo pienso, porque la casa de dicho señor tenía mayor fama que las otras tres propiedades que conformaban dicha esquina. Fue en esa casa donde se instaló el primer cine del pueblo en 1948, trabajo que realizó don Julio Nakamura. Cine que fue costeado con dinero de la venta del rancho Xocoapa, propiedad de don Vidal y su hermana Celestina, el cual pasó de moda en cuanto apareció el cine Lux de don Alfredo López Lena. Maquinaria cinematográfica que terminó sus días en Unión Hidalgo.

 

Hubo también en aquella casa un tocadiscos que servía para el cine y los anuncios comerciales, puestos estos en boga en ese tiempo. En  los finales años 50, se estableció allí la agencia de correos –la administración estaba en Reforma debido al tren- y los Billares Ruiz. Estos no fueron los primeros, pero sí los que perduraron por muchos años y tuvieron mayor éxito, por lo que hicieron olvidar el billar del señor Baltazar Pérez –quien también tuvo el primer tocadiscos-, ambos ubicados en la contraesquina de la casa de don Vidal, en la casa de na Carmen Orozco.

 

La casa de na Carmen Orozco –profeta del pueblo y sobrina del cura Cayetano González, asesinado en 1912 por los rebeldes, o por un ciudadano del pueblo enamorado de la misma mujer que el cura, también se dice, introduciendo encanto mayor a la historia- había gozado de fama años atrás. En ella se instaló, en 1923, la escuela para niñas a cargo de la señorita Marcelina Morales Henestrosa. En 1936 hubo en ella otra escuela, esta para aspirantes a músicos –los primeros de Ixhuatán- a cargo de Ildefonso Álvarez, de El Espinal. Por todo ello llamaron al lugar La Escoleta. En los finales años 60 y buena parte de los 70, el músico Adán Orozco y los músicos de su marimba-orquesta ensayaban allí por las tardes. Un añoso olivo sobre la calle Independencia –desde donde veían la película gratis algunos chamacos, encaramados en sus ramas, lo que obligó a don Vidal un día a manchar de grasa negra su tronco- formó parte de mis mocedades, y aún no lo olvido.

 

La tercera casa que conformaba la famosa esquina era la de don Manuel Fuentes de Gives, uno de los hombres más ricos –ricacho, decía la gente- del pueblo. Su excesiva sobriedad en su vivir le acarreó críticas, jocosas unas y otras acerbas, y no dudo que hasta malintencionadas. De su avaricia escribieron el profesor Flavio Gutiérrez Zacarías en su libro “La tierra de los dones” y el psiquiatra Miguel Ángel Pérez Toledo en su opúsculo “A orillas del Ostuta”.

 

Contraesquina de la casa de don Manuel está la propiedad de don Eustaquio Fuentes Matus –con su casa corrida hacia el poniente-, quien, por algún tiempo, la hizo de doctor/curandero o práctico en el pueblo. A decir de la gente pícara, don Taquio inyectaba afilando su aguja en una piedra (pedernal). También me contaron que hizo muchos experimentos con la gente, ello en su afán de encontrar remedio a males como la tifoidea, paludismo y tisis, que mataban por montones a la gente. A él se atribuye el dicho que las malas lenguas refieren que expresó un día al ver desde la puerta de su casa cómo llevaban a tirar –arrastrada por una yunta de bueyes- a la bestia muerta: “Esa yegua yo la curé”.

 

Ahora pasaré a consignar la historia documentada. Al leer un documento de fecha 10 de abril de 1929, comprendí del porqué de la distinción a la casa de don Vidal, mejor conocido como Vidalito, el cual gozó fama de ser simpático y buena persona. Es un aviso del entonces presidente municipal de Ixhuatán, señor Efraín Nieto, que a la letra dice: “De conformidad con el artículo 15 de la ley electoral de Poderes Federales, este Municipio queda dividido territorialmente en cuatro Secciones, cuyos límites son como sigue:- PRIMERA:- Toda la parte de la población que queda al Norte de la calle que lo atraviesa de Oriente a Poniente es decir, del panteón general al mercado público.- SEGUNDA:- La parte Suroeste del pueblo, o lo que es lo mismo, todo lo que queda dentro del ángulo que forma la calle citada en la primera Sección, con la que parte del crucero de la casa del Señor Vidal Ruiz en toda su trayectoria al Sur.- TERCERA.- La fracción que queda dentro de las dos calles mencionadas en ángulo, o lo que es lo mismo, la parte Sureste de la Población y, CUARTA.- Agencia de Santa María del Mar”.

 

Vemos, pues, que la división obedeció a motivos electorales. En efecto, poco antes, el 5 de abril del citado año 29, el gobernador del estado envió un telegrama, de fecha 28 de marzo, a todos los presidentes municipales del entonces distrito de Juchitán, incluido el de Ixhuatán, por supuesto, que, a la letra, dice: “Efecto iniciar actos preparatorios próximas elecciones extraordinarias Presidente Constitucional República, de conformidad artículo quince Ley electoral poderes federales vigente y tomando consideración división territorial Estado expedí 26 febrero último, prevéngole Ayuntamiento preside debe proceder inmediatamente dividir esa Municipalidad en secciones numeradas progresivamente comprendiendo cada una no menos quinientos ni más de dos mil habitantes, bajo concepto hecha división fracción que quede de más de doscientos cincuenta habitantes deberá consultarse Comité una sección y la menor de ese número agregarse a la sección más inmediata a no ser que misma sección constituya pueblo o ranchería ubicada distancia mayor cinco kilómetros de sección inmediata, en cuyo caso constituirá sola una sección, publique avisos conteniendo división parajes públicos costumbre ese lugar”. 

 

Ahora bien, aquí vale la pena hacer un repaso de la transformación que el municipio de San Francisco Ixhuatán ha sufrido desde su fundación, ocurrida en el año de 1884, que es cuando oficialmente adquiere tal categoría por orden del coronel Francisco León, jefe político del entonces distrito de Juchitán. Antes de este año, Ixhuatán era una ranchería de San Francisco del Mar, llamado en algún momento Rancho del Común –porque en las tierras aledañas a él y por ambas márgenes del río Ostuta cultivaban sus sementeras los huaves-, convertido posteriormente en agencia municipal mareña.

 

En 1884, la municipalidad de San Francisco del Mar –incluido Ixhuatán, claro- contaba con 313 habitantes: 151 hombres y 162 mujeres. Tuvo entonces una sola sección. Ello no duró mucho, ya que, para el año de 1887, la población aumentó drásticamente a 833 habitantes –debido a la llegada de zapotecos, según lo documento en mi primer libro-, con lo que se formó, entonces, una Segunda Sección. Esto tampoco habrá durado mucho, ya que, para el mes de marzo del año 1896, al formarse Paso Trapiche –primer asentamiento del vecino pueblo de Reforma-, el cabildo ixhuateco nombró a tal núcleo de población –aproximadamente “80 individuos o familias”, se lee en un documento del 26 de diciembre de 1896, llegados casi todos ellos de Paso Lagarto- como su Cuarta Sección, lo que de paso confirmaría que Ixhuatán ya contaba con tres secciones.

 

Reforma finalmente se convirtió en municipio libre el 10 de diciembre de 1926, después de que desde 1923 había comenzado a pugnar por serlo. Poco antes, en 1920, se había convertido en agencia municipal de Ixhuatán, como quien dice dejó de ser su Cuarta Sección. Cabe aquí decir que lo que movió a los reformeños a pedir su autonomía municipal fue el que vieran que por sus arcas –gracias a tener una estación del tren Panamericano- ingresaba mucho dinero por concepto de impuestos, generados estos por la venta de los productos del campo –maíz, ajonjolí y ganado vacuno- y del mar –camarones y pescados- de los ixhuatecos, básicamente. En este año 20, vale la pena consignarlo, se festejó por primera vez a San José, quien terminó convertido en el santo patrón de los reformeños.

 

En 1949, Ixhuatán se dividió en cuatro secciones, siendo Cachimbo su Quinta Sección, comunidad que, por decreto del 15 de diciembre de 1942, fue reconocida como agencia de policía. Año 49 en que don Melquíades Toledo  –por conducto de don Julio Nakamura- instaló energía eléctrica en algunas casas del pueblo. Año este en que terminó de construirse el parque municipal, después de que se inició su construcción en 1945. Parque que sufrió su primera modificación en 1986 –bancas de cemento originales de sus andadores fueron cambiadas por otras de hierro-, siendo la más reciente y radical –porque borró el antiguo- aquella ocurrida en el trienio 2002-2003.

 

A las calles de Ixhuatán, en 1949, no se les dotaron de nombres, con lo que se perdió con el tiempo los que se les adjudicó en 1925 a iniciativa del señor Lázaro Pineda, regidor de Obras ese año y artista de la declamación y músico, a decir de Andrés Henestrosa, quien mucho lo admiró y quien en repetidas ocasiones escribió sobre él en sus artículos de periódico.

 

En relación al año 25, en mi primer libro escribí: “Ese año se alinearon las calles quitándose los árboles que estorbaban. Se sembraron plantas de ornatos y se establecieron reglas para nuevas calles. La hoy calle Independencia que iniciaba en casa de Victoriano Rodríguez, llegó hasta el río Ostuta. Se puso nombre a algunas calles: Galeana, Morelos, Madero, Juárez, Constitución, Iturbide, Allende, Hidalgo, Central, 16 de Septiembre”.

 

Año 25 en que fue construida la casa municipal, que abandonó su lugar original en lo que hoy es el kínder 15 de Septiembre. Casa municipal, esta de 1925 y que aparece en mi primer libro,  que ha sufrido modificaciones, siendo la primera el cambio de todo su corredor, lo que ocurrió antes de 1953, ya que para esta fecha –véase la portada de mi libro "¡Adiós Café!"- tiene otro aspecto. Posteriormente, en 1982, el techo de tejas de la casa municipal fue cambiado por uno de concreto y a esta, en 1998, se le convirtió –trabajos realizados por el Grupo Gurrión- en un inmueble de dos plantas, el actual.

 

Con el cambio de la casa municipal a donde ahora se le encuentra, el pueblo modificó su geografía, por lo que el centro o en medio –como se conoció hasta no hace mucho aquella área en derredor de la iglesia católica de la Candelaria, el mercado público y la antigua casa municipal- se trasladó al parque Benito Juárez, llamado así en 1972, Año de Juárez (por el centenario de la muerte del Patricio).

 

Por cierto, el terreno donde se construyó el parque y la presidencia municipal fue comprado a na Carmen Orozco, aunque antes había pertenecido a Timoteo Nieto. Había en él, muy cerca del asta bandera, un pozo, que en 1972 fue cegado para colocar en él el busto de Benito Juárez, hecha por el escultor David Cortés Monsalvo. Busto que luego fue puesto en el extinto foro y que, con la construcción del domo municipal en 2012, “nadie sabe, nadie supo” –diría el Lonje Moco- dónde fue a dar, quizá vio de lejos la construcción pensando que tendría en él un lugar privilegiado. El chasco que se habrá llevado el pobre. Alguno me dijo que a Juárez lo vio sin cabeza arrumbado en el parque. Igual suerte corrieron otras esculturas de Cortés Monsalvo, una a la madre en la escuela primaria Emilio Carranza y otra más en lo que fue su parcela escolar, hoy Cobao.

 

Por lo menos una estatua, un busto, escapó a la incuria de las autoridades y el pueblo: aquel que en 1991 un grupo de ixhuatecos, amigos de Andrés Henestrosa, pensaron instalar en el parque –una vez estuviese terminado-, pero las autoridades del momento no lo autorizaron. Finalmente encontraron una cuchilla de terreno –el cual no se ocupó para tal fin-, allá donde primero estuvo la carreta en 2001 y donde en 2013 se instaló un reloj que hoy duerme en el abandono. El busto del paisano se halla en el jardín de la Tercera edad, Euquerio Guerrero, del Bosque de Chapultepec, justo donde se encuentra una biblioteca que lleva su nombre. “Si la estatua es buena –se refería a su busto-, se mantendrá en pie; si no lo es, al menos servirá para que le caguen los pájaros”, me dijo Andrés Henestrosa en 1991 en entrevista.

 

Ixhuatán, pues, pasó de ser ranchería mareña a municipio. Bajo su jurisdicción estuvo Cerro Loco (Sidar), Santa María del Mar y Santa Cruz, este último perteneció a Guillermo Fuentes y Juana Toledo. Allá por principio del siglo XX, dicho lugar llegó a llamarse Las Cruces y fue propiedad de la hija de ambos señores: Amable. Esta mujer fue la primera esposa de Adrián Henestrosa, Síndico Procurador en 1896, quien sugirió al cabildo el 17 de febrero de ese año que los recién llegados de Paso Lagarto abandonaran los chahuites del lado norte del pueblo –a donde primero se aposentaron- y se les reclutara en otro lugar.

 

Mucho, pero mucho antes, en 1586, Las Cruces fue una estancia de ganado llamada de los Toledo, según se lee en la obra de Antonio de Ciudad Real: Oaxaca en 1586, folleto con textos seleccionados y prologado por Andrés Henestrosa.

 

Como podréis daros cuenta, hay muchas historias interesantes del pueblo que andan errantes, náufragas, que bien vale la pena atracar en un libro. Porque, mientras uno solo no las olvide, sobrevivirán tales historias, sí, señor.

 

Para concluir, quiero regalarles una historia que me saltó al camino –como el paguyeu’ (chotacabras americana) acostumbra hacerlo- mientras pergeñaba este texto. Es la historia de la hija de na Carmen Orozco. Con ello pretendo evitar no solo que el olvido la sepulte, sino dejar constancia de un mal contemporáneo, como veréis después.

 

Eloísa se llamó la desdichada mujer, a decir de la profesora Adela Fuentes López, que la conoció. Ella fue, insistió la maestra en decirme, una hermosísima mujer. Cuenta que Eloísa se enamoró de un hombre que no le correspondió en la medida que un amor primerizo y sin medida exige. Típica historia de “amor seco”, dirán muchos, y acaso tendréis razón. Y sí, al parecer, a resultas del dolor de no ser correspondida en su amor, Eloísa enfermó y murió prematuramente, antes de cumplir los 20 años.

 

El síntoma del supuesto desamor de Eloísa, sin embargo, fue uno extraño: glotonería. Por eso los médicos que le diagnosticaron, me dijo la maestra Adela, llamaron a su mal “hambre canina”, y que nadie pudo salvarle la vida y Eloísa murió caquéxica.

 

Dubitativa, mirándome a los ojos, la maestra Adela me dijo, no sin cierta compasión y tristeza mezcladas en sus palabras: “Posiblemente, la pobre Eloísa padeció de diabetes”.

 

Hoy podría decir que el mal que  mató a Eloísa no fue el amargo amor no correspondido, ni siquiera la dulce diabetes mellitus tipo I, sino un mal tan viejo como la humanidad misma, el cual aqueja a mujeres bellas: bulimia o anorexia nervosa. O, en palabras de Juan Sorapán de Rieros (“Medicina española" contenida en "Proverbios vulgares de nuestra lengua”, Granada, 1616), citado por Juan Cruz Cruz en su artículo “Bulimia y hambre canina, en el renacimiento español”: “Una se dice hambre canina, porque en este mal siempre desea el enfermo estar comiendo y vomitando como perro”. Nada, pues, que ver con el amor romántico. O quizá sí, ya que el amor tiene tantos síntomas  imposibles de diagnosticar, no ya digamos de tratar.

Laberintos

Juan Henestroza Zárate

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