En memoria de don Andés Henestrosa,
escritor ixhuateco de quien hoy se conmemora
su séptimo aniversario luctuoso.
Hasta ahora he realizado dos entregas (http://goo.gl/a1DDhs y http://goo.gl/Ns7E9w) sobre esta obra del doctor Juan Henestroza. Con esta tercera termino los comentarios sobre dicho trabajo con la esperanza de haber motivado el interés de por lo menos un ixhuateco de adentrarse a tan tremenda empresa desconocida para mucha gente de nuestro pueblo.
La segunda mitad del libro contiene el desarrollo del Ixhuatán contemporáneo. A lo largo del capítulo 7 se detalla el impacto que tuvo la Revolución en el Istmo y, por tanto, en el pueblo entre hojas. El papel del movimiento chegomista, surgido en Juchitán en 1911, resulta relevante en lo referente al combate rebelde en la región, dentro de lo que se encuentra su presencia en Ixhuatán. A estas alturas, Reforma era una agencia municipal de nuestro pueblo. Se data del primer pleito contra los mareños en 1916.
Cabe señalar que durante toda la obra se va describiendo el número de habitantes, entre hombres y mujeres, que tenían Ixhuatán, San Francisco del Mar y Reforma de acuerdo con los censos a los que se accedió como parte de la investigación.
En el capítulo 8 se aborda el proceso de independencia de Reforma con respecto a Ixhuatán y cómo el primero dejó de ser agencia para pasar a erigirse como municipio libre debido a su importante crecimiento y el desarrollo de sus actividades comerciales, así como sus servicios, lo cual tuvo como antecedente un ayuntamiento ilegal en 1924 y un proceso legal lleno de obstáculos por los recursos impuestos por los ixhuatecos en todos los niveles de gobierno, pero el objetivo sería alcanzado el 10 de diciembre de 1926. Duro golpe para los nuestros.
Henestroza destaca el aporte a la comunidad hecho por el profesor Clemente Matus Ruiz, docente ejemplar y cuyo nombre lleva hasta hoy un jardín de niños en el pueblo.
Dada la relevancia del tema, el autor va analizando la división de la tierra en relación a su tenencia y a quienes han sido los dueños de esta, lo cual es tratado en el capítulo 9, así como el número de hectáreas que han comprendido a los tres municipios en cuestión con el paso del tiempo. Asimismo, y esto durante toda la obra, el doctor Juan va señalando las siempre existentes –hoy igual que ayer- clases sociales en Ixhuatán y su forma de vida, sus casas y demás elementos caracterizadores. Se detalla también el desarrollo de festividades de la comunidad y el uso de expresiones propias del lugar, algunas de las cuales aún subsistes, mientras que otras se han perdido con el paso del tiempo.
Henestroza trata de las epidemias que enfermaron y mataron a la gente y a sus animales, lo mismo que las que impactaron en las cosechas y la vegetación. Se va destacado la labor de distintos coterráneos, entre ellos, ya lo mencioné en mi columna anterior, la de don Zenón Pérez, personaje por el que el autor muestra una atención particular en lo referente a su papel como actor político.
Como lo dije desde la primera parte de esta serie de artículos, estos no son un resumen de la obra, me remito a ir señalando los acontecimientos que considero más relevantes a modo de comentario para invitar a la lectura de este gran trabajo, por lo cual dejo fuera una cantidad importante de datos y memorias muy valiosos por cuestión temática y pedagógica.
Se mencionan, en la década de los 40, la fundación de la Asociación Ganadera, la aparición del tocadiscos, las cantinas y la radio. La presencia de los húngaros en el pueblo se remonta a esa época. Llegó también el cine al pueblo, del cual ya Antonio Vásquez y el mismo doctor Juan nos han hablado en otras colaboraciones en este espacio: el de don Vidal, el cine Lux y el Hermanos Velásquez, todos difuntos en la actualidad. Ixhuatán iba modernizándose cada vez más. A finales de dicha década, el poblado ya contaba con cinco secciones, la quinta era Cachimbo.
El capítulo 10 se adentra en la segunda mitad del siglo XX y los fenómenos nacionales que impactaron en el pueblo. Se relata de la primera celebración de la vela de San Lucas, en 1958. Aquí también se destaca un momento clave para entender el problema y, sobe todo, la resolución agrarios: en la década de los 30, los mareños comprobaron tener títulos legales y auténticos del territorio que, a la postre, recuperarían. La validez de tales documentos fue tal que incluso le ayudó al Estado de Oaxaca a ganar un litigio por límites territoriales a Chiapas. Los ixhuatecos, ni enterados. No dudaban de ser dueños de la tierra que habitaban y trabajaban. Mientras tanto, el 28 de agosto de 1945, los huaves ya habían abierto un expediente agrario de lo que les correspondería casi 30 años después.
De aquí me gustaría dar un salto hasta los últimos dos capítulos de la obra, precisamente en los que Henestroza, después de dar todo el contexto y desarrollo político-sociales entre Ixhuatán y San Francisco del Mar, cuyos pobladores de este último se establecieron desde abril de 1970 en Pueblo Nuevo, entra directo al problema agrario.
Por decreto presidencial, firmado el 3 de junio de 1971 por el entonces mandatario mexicano, Luis Echeverría, se ordenó la restitución de 49, 964. 75 hectáreas a 75 comuneros mareños, resolución que aparecería publicada en el Diario Oficial de la Federación el 11 de enero de 1972. Esto viene antecedido de un largo litigio entre ambos pueblos. Henestroza destaca la coyuntura indigenista que se vivía en el país y de la cual la esposa del presidente, María Esther Zuno, era adepta. La primera dama recibió a un contingente huave, tal como lo había hecho con otros pueblos originarios, y, en dicha visita, nuestros vecinos le hicieron saber el asunto en el que se encontraban. De inmediato la familia presidencial se interesó en el problema.
A partir de esto se desató una crisis en distintos aspectos de la vida de Ixhuatán –social, económica, de seguridad, entre otros- y a la cual el autor denomina La Crisis del Decreto. La incertidumbre atrapó a quienes por años se habían creído los pequeños propietarios de la tierra y que ahora, de un plumazo, veían esfumados todos esos años de trabajo y, principalmente, poder. Se solicitaron amparos inmediatamente (el 25 de enero del mismo año, 122 personas lo hicieron), pero solo uno procedió ante la Suprema Corte de la Nación: el de Gonzalo E. Liljehutl, el cual no fue ejecutado y cuyas tierras correspondientes son ocupadas por la Colonia 20 de Noviembre.
Del aspecto legal se llegó a la catástrofe: la muerte. Al año siguiente del decreto fallecieron Erasto Vargas y Vicente Pineda, de San Francisco de Mar y de Ixhuatán, respectivamente. El odio entre pueblos hermanos creció desorbitantemente. Los ixhuatecos no cesaron en cuestionarse en qué fallaron, en cómo, de la noche a la mañana, perdieron todo. Del otro lado no se tenía la más mínima duda de que se hizo justicia. El autor dice Ixhuatecos por ubicar a los actores de nuestro pueblo, pues está claro que la tierra perdida no pertenecía a la comunidad en general, sino que era manejaba por las personas más pudientes o los terratenientes.
De una forma bastante madura y profesional, como lo es pésele a quien le pese, Juan Henestroza analiza con argumentos, datos y, sobre todo, historia este fenómeno. En tiempos de la Colonia, la Corona Española proveyó de títulos las tierras mareñas. Pese a las cofradías y haciendas fundadas, posteriormente, por dominicos, el territorio no dejó de ser de los nativos que ahí habitaban. Incluso antes de la llegada de los zapotecos a Ixhuatán, como lo destaqué en la primera de estas tres entregas, dicho territorio fue habitado por zoques, pueblo que, señala el autor, debió estar inscrito en los títulos mareños.
La tenencia de la tierra fue sufriendo modificaciones, pero, en el momento del decreto, quienes contaban con los documentos protocolizados eran los huaves.
“Ixhuatán es un pueblo invasor”, afirmó el doctor Juan el pasado 29 de diciembre en el Primer Encuentro Anual del Panóptico Ixhuateco con una honestidad fría pero que se agradece. Los acontecimientos hablan, y el decreto obedeció a ellos y a un nivel procedimental probatorio que, hasta el día de hoy, no ha sido contrarrestado.
Este evento marcó la vida del pueblo como una calamidad, pero también, sostiene Henestroza, le dio las condiciones para alcanzar una madurez nunca pensada. Las adversidades y las crisis que arrojó el problema agrario posibilitaron el desarrollo de otras formas de sostenimiento económico. Se volteó al comercio, a la pesca, a la industria. Ixhuatán vio hacia delante porque no tenía otra opción. Hoy se presenta como potencia entre los pueblos tratados en el libro. Va camino, afirma Henestroza, a convertirse en una ciudad.
Tarea pendiente es superar por completo las diferencias a causa de los problemas agrarios, las cuales se evidencian y desaparecen por temporadas. No podemos permitirnos más, sostiene, reproducir el odio por un asunto importante pero no más que las relaciones de convivencia humana. La destrucción entre hermanos debe terminar.
Ixhuateco, tenemos en este trabajo de investigación un enorme aporte a nuestro pueblo. En la historia se encuentran los estatutos de lo que somos y seremos. Nuestras memorias y sentires, nuestra cultura y tradiciones, nuestros antepasados descansan en dicha materia. Desconozco el tiempo que le haya tomado a Juan Henestroza ejecutar esta encomienda, pero aquí veo muchos años de esfuerzo, dedicación, investigación, hambre y responsabilidad social de un sujeto comprometido con su gente.
Felicito, me pongo de pie, hago una reverencia y agradezco al doctor Juan por tan noble y enorme empresa e invito a mis coterráneos a sumergirse en esta maravillosa obra a fin de que no perdamos la referencia que tenemos a nuestras espaldas y procuremos un mejor mañana por el pueblo mágico que nuestros antepasados nos heredaron. Saludos a todos y que tengan un inmejorable 2015.