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8/6/2016

 

Las noticias ya las saben todos los interesados: en Ixhuatán ganó la elección el licenciado César A. Matus, de la coalición PAN-PRD (2196 votos contra 1902 del segundo lugar, PRI); en Reforma, aunque en un primer momento se dijo que ganó la candidata independiente, profesora Rosa María Aguilar, el cómputo final favoreció a la candidata del PRI-PVEM, C. Guadalupe Dolores (634 votos contra 561), y en San Francisco del Mar triunfó Froilán Gaspar, del PRI-PVEM (1731 votos contra 1668 del segundo, PUP).

 

En conclusión: en Ixhuatán, por primera vez, repetirán gobierno los partidos que ganaron hace 3 años; en Reforma, el PRI va por su cuarta administración consecutiva –si no judicializan la elección–, amén de que por primera vez tendrán a una alcaldesa, y, finalmente, en San Francisco del Mar se da la alternancia después de nueve años de mantener el poder un grupo y/o familia, a decir de mis entrevistados, todos ikoots.

 

La participación ciudadana fue de la siguiente forma: en Ixhuatán votó un total de 5163 electores de una lista nominal de 6929, esto es, el 74.51 %, un poco abajo del 76.57 %, de hace tres años.

 

En San Francisco del mar votaron 3448 ciudadanos, lo que representó el 81.65 % de una lista nominal de 4223 electores, porcentaje mayor al de hace tres años, cuando votó el 75.19 % de la lista nominal.

 

En Reforma de Pineda acudieron a las urnas 1425 votantes de un total de 2054 del listado nominal, esto es, el 69.38 %, cifra muy inferior al 81.68 de hace tres años.

 

Las anteriores cifras se pueden confirmar en www.prepoaxaca.com.mx, donde también aparece que el PRI obtuvo 15 de las 25 diputaciones de mayoría, por 7 de la coalición PAN-PRD y 3 de Morena. Y, claro, el maestro Alejandro Murat resultó electo gobernador del estado, quien, hasta el 6 de junio a las 20:10:40 horas, con el 99.94 % de las actas computadas, aventajaba con 32.03 % al candidato de la coalición PAN-PRD, quien llevaba 24.96 %, en tanto que el de Morena, 22.81 %. Cifras que nos orientan para afirmar que el nuevo gobernador deberá ser un avezado y honesto político si quiere gobernar una entidad ingobernable; ello, debido en gran parte a sus gobernantes corruptos. No soy optimista, pero ojalá y esté equivocado por el bien de todos los oaxaqueños, principalmente de todos aquellos que no seremos convocados para ocupar un cargo en la nueva administración.

 

Del listado nominal oaxaqueño, que es de 2,635,483 electores, solo votó el 58.84 %, esto es, 1,550,765 ciudadanos, apenas un poco superior al número de votantes de la elección del 2010, que fue de 1,464,237.

 

Con todos estos datos se pueden hacer algunas conjeturas. La primera, sin duda, es el decaimiento de la masa de votantes. ¿Por qué? Hay quienes conjeturan que votantes que ahora se abstuvieron lo hicieron por haber sido corrompidos con dinero o manipulación, entre ellas el uso del miedo. Pudiera ser una razón al considerar que las campañas llevadas a cabo por los partidos grandes echó mano de los mismos recursos de campañas anteriores, esto es: coerción, cooptación, coacción: compra del voto y de las credenciales, así como promesas de otorgar bienes una vez se ganara.

 

Nos hemos acostumbrado –y hasta lo consideramos como algo normal– a que ocurran una serie de anomalías y tropelías que el poder y el dinero, juntos o separados, producen en cada elección. Solo así se entiende que, no obstante acusarse mutuamente los candidatos punteros de jugar sucio, nadie investigue, fundamente y demande ante las autoridades correspondientes los excesos y delitos electorales cometidos por el adversario. Y, una vez se llega a perder la elección, menudean las acusaciones en contra del ganador. Al ser superados en triquiñuelas, darse cuenta de que les hizo falta trabajar más o que no fueron generosos a la hora de gastar o gastaron de manera equivocada los enfurece. La salida más fácil es acusar al astuto que, sabiendo que nadie lo castigará, echó toda la carne al asador, sabedor de que una de las primeras tareas que tendrá –después de elevar las dietas de los funcionarios municipales– será la de recuperar el dinero para pagarles a sus padrinos.

 

¿Cómo es que se sabe que así se las gastan los más de los candidatos? Por ellos mismos; por gente de su equipo que los balconean, primero con la familia, en corto, luego con los amigos, y de ahí el chisme corre desbocado hacia todas direcciones para condimentar la vida de los lugareños. Por fortuna cada vez es menos frecuente que la guerra sucia –así la llaman para defenderse del adversario– utilice el ataque a la moral para tomar supuesta ventaja; ello, porque quienes así lo hacen se delatan solos: muestran para qué equipo trabajan. Guerra sucia de la que algunos se hacen comparsas y dejan al descubierto su personalidad.

 

Además, las mismas personas que son coaccionados o cooptados –al calor de las discusiones que por estos días se generan– gritan que lo fueron para todos aquellos que quieran oírlo. Resulta, pues, hasta folclórico ver este tipo de espectáculos y su contraparte: gente que al escuchar el rosario de abusos se rasga las vestiduras y critica al adversario sin reparar en que en el pasado cercano formó parte del partido que hoy tanto critica y hasta ocupó un cargo en uno de los ayuntamientos. Los cambios de chaqueta son reales, existen, no son una leyenda urbana, pues.  Pero no tiene consecuencia alguna, ya que en la próxima elección se puede volver al redil o irse con el candidato que más promete, todo en aras de tener un trabajo en el ayuntamiento.

 

De todo ello resulta en que la gente –a la que por lo demás no parecen interesarles las anomalías, así diga indignarse, y mucho– exprese, ante tamaña realidad, el viejo dicho: “Más vale malo por conocido que bueno por conocer”. O este otro que cada vez se arraiga más entre el electorado: “Hay que votar por el menos malo de todos”. Ni qué decir de este otro: “No importa que robe, pero que haga algo”. Error grave de la gente que considera que por el simple hecho de tener un poder –efímero a más no poder, válgase la redundancia– el funcionario tiene derecho de usar a su antojo y para su beneficio el erario.

 

Lo mejor de estas elecciones, sin duda, fue el que se llevaran a efecto y en paz, que no ocurriera lo del 7 de junio del año 2015, cuando las boicoteó la CNTE. Esta vez la Sección 22 no impidió la elección e incluso sus miembros tuvieron línea de votar por Morena, cosa que por supuesto muchos no hicieron. A pesar de ello, este partido, en Ixhuatán, obtuvo alrededor de 500 votos –muchos para ser su primera incursión electoral, producto, sin duda, del momento que se vive y del efecto AMLO–, mientras que en Reforma, 128, cifra no del todo despreciable.

 

Es de llamar la atención que en Ixhuatán, al parecer, el PT compitió sin jinete, no obstante haberse registrado alguien por dicho partido. Al parecer lo mismo ocurrió en muchas otras poblaciones del estado. Por fortuna no acapararon votos y, cuando lo hicieron, contabilizaron un poco más de la decena.

 

También resalta que el PVEM en Ixhuatán –que quedó un poco debajo de Morena– haya obtenido una buena votación –quizá la mejor en su historia–, lo que nos estaría indicando que los electores siguen diversificando su voto. Por otro lado, la participación del PRD y del PAN en Reforma y en San Francisco del Mar fue testimonial.  

 

Ahora bien, ¿qué esperamos los ciudadanos que hagan los concejales electos en los tres pueblos vecinos? A varios que entrevisté dijeron que las cosas seguirán igual y con tendencia a empeorar. No creen que el tema que más preocupa, el de la inseguridad, llegue a resolverse a mediano plazo, esto es, en los próximos dos años. También consideran  que los ayuntamientos no serán protagonistas en la economía de las familias: “Uno si no trabaja diario no come; solo los del ayuntamiento ganan sin trabajar”, resumió alguien, molesto.

 

En efecto, nadie espera maravillas de los cabildos recién electos. Lo que sí podemos adelantar es que las cabezas de los mismos “se sacaron la rifa del tigre”, como  se dice en  el argot. No es tarea fácil gobernar a un pueblo que, si bien es cierto no es ingobernable, difícilmente se involucra con sus gobernantes más allá de las elecciones. La poca o nula transparencia que los gobernantes practican en cuanto a informar cotidianamente del uso de los recursos públicos opera para que la ciudadanía se aleje del quehacer público. Otro defecto que actúa en el divorcio del gobernante con su pueblo es que aquel busca favorecer a familiares, amigos y cuantos lo apoyaron en su camino al poder. Preferencias que las más de las veces recaen en personas poco o nada capacitadas para la función que se les encomienda, con lo que se desperdicia, por ese hecho, a otras más útiles. Pero el pago de la lealtad –y a veces complicidad– es primero.

 

Con todo no queda más que confiar y desearles buena salud y sabiduría a los recién electos. Solo así será posible que tengan éxito. Ojalá no olviden que en el libro de la historia de cada uno de los pueblos existen lugares vacíos donde muy bien pueden tener cabida sus nombres. Solo deben cumplir con un requisito fundamental: amar a su pueblo y ser consecuentes con dicho amor. Vale.

Lecturas electorales

Juan Henestroza Zárate

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