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12/6/2016

 

Cierto es que la democracia, como la concibieron los griegos, es un poder que reside en el pueblo y para el pueblo, en que los ciudadanos de un Estado pueden elegir libremente a sus gobernantes. Lo único que los griegos no se imaginaron nunca es que, a más de dos siglos de distancia, la compra, coerción y manipulación del voto se dieran de forma tan abierta y pública, lo que ha llevado a los electorados a coartar la libertad de elegir a quienes los gobiernan, de ahí que en las pasadas elecciones en el estado de Oaxaca resultaran tan sui géneris en el ámbito municipal, regional y estatal.

 

La primera lectura nos lleva a la elección de gobernador. El cuestionamiento al triunfo del candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) proviene de una serie de tropelías que los gobiernos tricolores han cometido en agravio a los oaxaqueños desde finales de la década de los ochenta, cuando Heladio Ramírez López, para mantener un clima de aparente paz y reconciliación, entregó a los entonces líderes de la Sección 22 el control total del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO), lo que a la postre generaría una complicidad en los procesos electorales para la asunción al poder de los candidatos tricolores, hasta que se rompió el amasiato con Ulises Ruíz Ortiz en la elecciones de 2010.

 

Sin embargo, la candidatura de Alejandro Murat Hinojosa (PRI) generó un hartazgo aparente en la redes sociales. Entre la población oaxaqueña, la historia de su padre –quien gobernó el estado entre 1998 y 2004– está llena de acusaciones de corrupción que llevaron al estado a un sobreendeudamiento. Al padre y a la familia se les imputan una decena de propiedades millonarias en los Estados Unidos, lo que ha generado una enorme duda sobre el origen de sus recursos; pero el exgobernador de origen iraquí además tiene una relación muy cercana con la familia presidencial, que también ha llevado a varias demandas por parte de los políticos de izquierda sobre los conflictos de interés en la adquisición de bienes muebles e inmuebles dentro y fuera del país. Y, por si fuera poco, la candidatura del cachorro se vio envuelta en el escándalo del desfalco millonario al Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit), del que fue titular en el actual gobierno peñista.

 

Lo anterior y el conflicto que tiene el gobierno federal con la Sección 22 de la CNTE suponían una derrota inevitable del mexiquence nacido en Tlalnepantla, puesto que lo que se leía de lejos en las redes sociales hablaba de un pueblo harto del sistema político y partidista que gobierna el país y el estado. Se suponía la continuidad de una alianza entre el Partido Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD) a pesar de la “traición” que representa para la clase media oaxaqueña Gabino Cué, actual gobernador del estado. O, en todo caso, la aparente llegada al poder del candidato de Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), que suponía una alianza de facto con el magisterio, que presume también un aparente acuerdo con los padres de familia de las escuelas de la entidad.

 

Ni uno ni otro. Lo que demostraron las elecciones del pasado domingo es que las estructuras del PRI siguen rindiendo sus frutos; que las viejas prácticas corporativas del siglo pasado se niegan a morir; que el acarreo de votantes, la compra de los mismos, la coerción a través de los programas sociales del gobierno y la manipulación a través de los medios de comunicación nacional al servicio del estado federal siguen conquistando procesos electorales. Se ganan las elecciones entre los más pobres –que son mayoría–; se lucra con la necesidad a cambio enquistarse en el poder; además, también quedó de manifiesto que la aparente alianza entre Morena y la CNTE no existe, al menos en la realidad social, tampoco el control o la relación férrea entre la CNTE y las sociedades de padres de familia, pues los segundos siguen votando, según se lee en los resultados de las elecciones, por los candidatos que las estructuras les proveen.

 

La segunda lectura nos lleva a la elección de presidentes municipales en algunos pueblos del Istmo. Según los resultados del Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana de Oaxaca (IEEPCO), las divergencias de los partidos ganadores se hicieron presentes. Los casos más sonados en los últimos días se observan así:

 

En Salina Cruz ganaron los votos nulos: 45.57% contra el 17.49% de su más cercano competidor, el representante de la coalición PRI-PVEM. ¿Cómo podemos leer estos resultados? Uno: que ninguno de los ocho candidatos convenció a la población electorera. Dos: que la población –aquí sí– está harta del sistema de partidos que nos gobierna. Tres: que en la tierra que administró Gerardo García Henestroza –actualmente representante de su distrito en el Congreso local– ya no quieren a los candidatos de siempre, las mismas promesas y a las mismas familias que se suceden el poder trienio tras trienio. Luego entonces, los políticos de siempre deben voltear su mirada a la elección en este municipio; aquí sí denostados a todos por igual, se muestra el hartazgo de la sociedad hacia los partidos políticos y sus representantes, inclusive a los candidatos independientes que se lanzaron a la aventura al quedar fuera de las preferencias de sus partidos tradicionales.

 

En el pueblo huave de San Dionio del Mar, una joven mujer fue electa para ser presidenta municipal. Lo han considerado un hecho histórico debido a que los seis partidos políticos contendientes se pusieron de acuerdo y decidieron participar con planilla única para así nominar y elegir a Teresita de Jesús Luis Ojeda, de 26 años de edad. Es histórico porque, aunque entre los pueblos de la región ya ha habido presidentas mujeres, entre los pueblos ikoots había prevalecido la presencia de los hombres entre los concejales municipales. La lectura que podemos hacer de este hecho es que las formas tradicionales de elección entre los pueblos puede cambiar para bien de los habitantes del mismo, es decir, las elecciones se pueden hacer por las vías tradicionales, por consejos de barrios, colonias o ejidos, donde la participación de los ciudadanos se puede realizar de manera libre y directa, sin mediar el recurso económico ni la movilidad de procesos fraudulentos en algunos casos; formar gobiernos incluyentes y plurales en que la representación de todos los sectores esté presente en los cabildos municipales. La población de San Dionisio del Mar nos da la lección de que son viables, factibles y posibles los acuerdos comunitarios entre la población sin intermediación de los partidos políticos, donde el beneficio futuro que se percibe es colectivo.

 

En Reforma de Pineda –vecino de nuestro pueblo–, según los últimos resultados del IEPCO, ganó Rosa María Aguilar Antonio, candidata independiente que triunfó por dos votos de diferencia, lo que me hace suponer que los ciudadanos de este municipio han pensado seriamente la representación de los partidos políticos; la estructura del priismo, en este caso, no venció ni convenció a pesar de que el actual munícipe es de ese partido, además de la representante del distrito de Juchitán en el Congreso federal, también oriunda de Reforma de Pineda. En este sentido, la lectura sobre ello me lleva a pensar que en la próxima elección de 2018 algunos políticos tendrán que cambiar sus estrategias para hacerse de partidarios y votantes. De las candidaturas independientes esta elección en Oaxaca y las que ocurrieron en otros estados en años pasados nos demuestran que no es tan necesario la representación de los partidos ni el gasto excesivo de recursos para ganar un puesto en los municipios o en los Congresos locales o federal.

 

En fin, lo que el voto nos dejó en las pasadas elecciones nos da para muchas lecturas. ¿Cómo establecerán los diálogos y las negociaciones los alcaldes de los distintos municipios de la región oriente del Istmo de Tehuantepec? Pregunto esto por lo diverso de la composición partidista: en Zanatepec ganó Nueva Alianza; en Pueblo Nuevo, el PRI-PVEM; en Reforma de Pineda, una candidata independiente; en Ixhuatán, el PAN disfrazado de coalición con el PRD; en Tapanatepec, el PRI-PVEM, y en Niltepec, el PAN-PRD. En entrevista me han comentado algunos expresidentes municipales que, para atender el desarrollo de esta región, uno de los ediles debe llevar la batuta en su relación con el gobierno estatal.

 

¿Hacia dónde vamos en las próximas elecciones? ¿Se podrán conformar más consejos municipales, como el ejemplo de San Dionisio del Mar? ¿Atenderán los partidos políticos aquello de qué hacer con los votos nulos de una elección? ¿Qué papel debe jugar la CNTE, si es que debe, en los futuros procesos electorales? ¿Qué esperamos de Morena, que logró posicionarse entre los cuatro principales partidos en el estado de Oaxaca, a dos años de su fundación? ¿Qué espera la población de los nuevos concejales de Ixhuatán?

 

Por lo pronto, algunos disfrutarán de las mieles de la victoria, y otros buscarán nuevas estrategias o analizarán sus errores para el futuro. Algunos más, los de siempre, criticarán todos los movimientos negativos del munícipe, y otros, los menos, veremos la realidad de una forma peculiar y lanzaremos propuestas. A ver si quienes nos leen pueden entender nuestros códigos.

 

Salud, pue. ¡Salud!

Lo que el voto nos dejó

A Antonio Vásquez

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