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Hoy, mientras escribo esta nota, el Tribunal Permanente de los Pueblos (TTP), Capítulo México delibera sobre la acusación que el pueblo de México hace a los (des)gobiernos mexicanos desde Miguel de La Madrid hasta Enrique Peña por la destrucción de la juventud y las generaciones futuras.

 

Este es un tribunal ético internacional de carácter no gubernamental, que, como tal, examina las causas de la violación de los derechos fundamentales de los pueblos, determina si, en efecto, han sido violados tales derechos y, finalmente, denuncia ante la opinión pública internacional a los autores de dichas violaciones; está conformado por múltiples personalidades de reconocida autoridad moral provenientes de diversos países, disciplinas y horizontes ideológicos.

 

La misión del TPP es promover el respeto universal y efectivo de los derechos fundamentales de los pueblos, de las minorías y de los individuos, y su labor se encamina precisamente a la construcción de una legislación que proteja tales derechos.

 

El TPP, fundado en 1979, es heredero del primer tribunal creado por Bertrand Russell para juzgar los crímenes cometidos por el gobierno estadunidense en la guerra contra Vietnam y del tribunal que se organizó con Julio Cortázar para juzgar a la dictadura militar argentina. Ahora, el TPP ha sesionado en México bajo el título “Libre Comercio, Violencia, Impunidad y Derechos de los Pueblos en México”, en cuyo marco se han realizado diferentes audiencias frente a jueces internacionales y nacionales determinados por el propio TPP.

 

En este tribunal se presenta como  testimonio la obra “Ostuta: Vida o muerte”, que coproduce el colectivo Utopía, integrado por estudiantes de la preparatoria José Martí, Ideas Comunitarias Oaxaca y Ojo de Agua Comunicación.

 

El viaje al DF para mí representó rememorar los lúcidos y frondosos años de mi primera juventud, regresar a un DF congestionado por gente indignada hoy como ayer. Para los y las jóvenes que por primera vez viajan ha sido un lugar de muchas confrontaciones. Aquí no se saluda a la gente, aquí no puedes querer cargar a un niño, hay estaciones del metro donde el boleto no sirve, ahora sirve el plástico, una ciudad que te consume las energías.

 

Ser actor.

 

Hace años, los del equipo operativo de la preparatoria realizamos un diagnóstico de la juventud que acude por nuestros servicios educativos y nos encontramos con problemas que no derivan de la psicología ni de la economía; a nosotros llegaban estudiantes reprobados, con déficit de aprendizaje, con poca habla, no leen, no contestan las preguntas, no hacen tareas, no quieren estudiar y muchos no quieren vivir con eso que se llama “autoestima baja”, es decir, sin futuro y sin ánimo de vivirlo, o sea, la gente que no sirve, como decimos en Ixhuatán.

 

Sin dinero, sin saber qué hacer frente a tal realidad, nos lanzamos a preguntarnos cómo dar una respuesta. Curiosamente, nos dimos cuenta de que todo lo que respondía a estas necesidades cuesta muy caro. Entonces no quisimos contestar  y nos buscamos las causas. Ahí fue donde descubrimos que la consecuencia de esta problemática estaba en el sistema económico que se implanta y que aún no podemos entender y, por lo tanto, alcanzar.

 

Fue cuando decidimos que necesitábamos que el joven se sintiera actor de su propia vida para después convertirse en un actor de su comunidad, es decir, un actor de la historia. Por lo tanto, nos dedicamos a deconstruir la historia y reescribirla. Resulta que esa historia no se deconstruye si no se vive el día a día, si no se toma conciencia de la clase social a la que perteneces; si no se toma conciencia de las limitaciones, si no se toma conciencia de tu propia cosmovisión. Encontrar esa propia cosmovisión nos hizo reconocer la otra cosmovisión que el sistema educativo tiene y lo valoramos.

 

En ocasiones, cuando escuchamos decir que no saben matemáticas, que no están preparados para el campo laboral, que no hay calidad educativa, que no hay condiciones educativas, nos preocupamos, pero nos preguntamos de cuáles condiciones y calidades hablamos. Las condiciones de un sistema económico decadente como el capitalismo o de uno muerto como el socialismo.

 

Estos jóvenes, que no son todos los que están en nuestra escuela, han encontrado ahora una razón para vivir, que es lo fundamental en la persona. Muchos de ellos ahora saben que es obligatorio ser empleado, que vale la pena ser trabajador; saben que no es necesario abandonar el terruño porque es posible recrearlo, saben que no es obligatorio votar por un político porque lo necesario es tener autoridad. Ahora no han aprendido, porque lo saben, que el dinero no es lo que se come, sino la naturaleza que vive y convive con nosotros.

 

Estos jóvenes, en este momento que escribo, están en diversos talleres en el Museo de la Ciudad de México, están esperando, nerviosos, el momento en que les toque aperturar la sesión donde se dictará el veredicto del tribunal permanente de los pueblo Capítulo México.

 

Todos estamos seguros de que habrá una condena. ¿Acaso no se condenará a Enrique Peña Nieto, que encabeza al Estado Mexicano, por el asesinato y desaparición de estudiantes en Ayotzinapa, en Michoacán, en Oaxaca, en Chiapas y en muchos otros estados? ¿No se condenará a los gobiernos que han asesinado jóvenes, indígenas, niños y niñas con toda clase de métodos, desde las balas hasta el incendio, el veneno traído por las empresas transnacionales de la agricultura?

 

¿No se condenará a los presidentes municipales que rodean estudiantes, en perfecto hecho de intimidación, con policías por el hecho de pedir que no haya cambio de uso de suelo para que la vida se preserve?

 

¿Acaso no es condenable que un presidente municipal se oponga a la creación de una escuela como sucede en Ixhuatán con la creación de la telesecundaria de la colonia Lázaro Cárdenas?

 

Oponerse, intimidar, permitir la afectación de la tierra que no será aprovechable para las futuras generaciones es destruir la juventud y las futuras generaciones, y es lo que ahora estamos discutiendo en este tribunal.

 

Finalmente, estudiantes ixhuatecos están en un escenario internacional, presentando una realidad a través del teatro, cosechando aplausos, cosechando buena vibra y siendo actores de su propio crecimiento personal. La historia no termina aquí, ya llegará la segunda vuelta de la espiral histórica que nos dirá qué sigue.

 

Si esto es manipular a los jóvenes, si esto no es educar, si esto no es abrir oportunidades, entonces nos damos por derrotados, y derrotados viviremos como alegres fracasados de haber sembrado y sostenido una semilla que dará vida. Porque también las derrotas y fracasos pueden vivirse de manera alegre y convivencial.

Los actores internacionales

Manuel Antonio Ruiz

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